5 cosas que verás en 'Caballeros del Zodiaco: La leyenda del Santuario'

"¡Dame tu fuerza, Pegaso!" es un grito que puede unir generaciones: desde otakus que aún no han cumplido los veinte hasta treinañeros (o cuarentones) que aún recuerdan sus tardes de merienda frente a la tele. Porque, aunque pasen los años, los Caballeros del Zodíaco siguen teniendo un atractivo único, con su combinación de artes marciales, drama desaforado y, para qué lo vamos a negar, chicos guapos a granel. Ahora, el manga creado en 1986 por Masami Kurumada se renueva a lo grande con Los Caballeros del Zodiaco: La leyenda del Santuario, una película que supone su paso al 3D digital y que llega este viernes a los cines.

Aunque el filme se atenga al recorrido del original (para los que entienden de esto, digamos que su trama sigue el quinto y el sexto arco argumental de la serie), el tiempo ha pasado desde que vimos por primera vez a Seiya de Pegaso y a sus compañeros en la Tele5 de las mamachicho. Por eso, La leyenda del santuario presenta una suma de innovaciones que te mostramos a continuación: básate en ellas para juzgar si el filme se atiene o no a los fundamentos del mito.

¿Que sería de los Caballeros del Zodiaco sin sus armaduras? Emblemas de sus constelaciones guardianas, expresiones de su identidad, catalizadoras de sus poderes... Y también megafashion de la muerte, combinando a las mil maravillas con sus pelazos ochenteros y sus looks de chicos varoniles pero sensibles (lo que por la parte de Kioto llaman "bishonen"). Esta elegancia místico-marcial se mantiene en La leyenda del Santuario, pero Seiya y compañía han optado por un restyling tan favorecedor como práctico para su regreso a primer plano. Olvídate de esas urnas metálicas tan incómodas, porque ahora nuestros chicos sólo necesitan tirar de unas cómodas chapas para invocar sus arneses. Arneses cuyos cascos, además, les cubren ahora el rostro (no vaya a ser que a Shun de Andrómeda le rompan la naricilla) y que lucen unas impactantes líneas fluorescentes. Así, no sólo resultan adecuadísimas para zurrar a todo el que amenace a Atenea, sino también para irse a dar botes a una rave al ritmo de Perfume, Seiko Oomori y otros hitos del J-pop más a la última.

Pese a sus muchas virtudes (por algo siguen enganchando a una generación tras otra), tanto el manga original de Masami Kurumada como los sucesivos anime de los Caballeros han solido mostrar un punto flaco: la pomposidad. Consciente de ello, La leyenda del Santuario se permite unas gotas de autoparodia, cuando no auténticos chorreones. Ahora, Seiya no es tanto un intenso de la vida como un chavalote jovial dispuesto a gastar bromas a costa de sí mismo, de sus compañeros y de sus enemigos. Por ejemplo, si las parrafadas de Shiryu del Dragón siempre te resultaron un poco cargantes, la película te deparará algún momento de jolgorio que otro. Y, para no estropearte la sorpresa, mejor no hablamos de ese número musical que llegará cuando menos te lo esperes, y donde menos lo sospeches... Ahora bien: todo esto no excluye esa intensidad bigger than life que siempre ha acompañado a nuestros héroes, ni impide que Ikki del Fénix siga siendo ese 'malote' de buen corazón por el cual suspirar en la intimidad.

¿Recuerdas esa sobredosis de discursos sobre los mitos griegos que acompañaba a los Caballeros del Zodiaco allá donde iban? Pues mejor que te olvides de ella: aparte de la obligatoria presencia de la diosa Atenea, La leyenda del Santuario se parece menos a un tocho filológico de Robert Graves que a un anime de fantasía desbocada. Además de la nueva apariencia hi tech de las armaduras, el Santuario mismo deja de hallarse en un punto no especificado del Peloponeso para ocupar una dimensión paralela, lo cual hace que el místico enclave resulte más espectacular y colorista que nunca. Por otra parte, este cambio se extiende también a algunos personajes, sobre todo a los Caballeros de Oro: no te adelantes a los acontecimientos, porque tal vez ahora nuestros héroes encuentren amigos allí donde antes hallaban enemigos, y viceversa.

Aceptémoslo: Masami Kurumada es un hacha creando mitos modernos, pero los personajes femeninos nunca habían sido su punto fuerte... hasta ahora. La reencarnación de Atenea (Saori Kiddo, para los amigos) sigue ejerciendo la mayor parte del tiempo como damisela en apuros, pero también exhibe un carácter mucho más asertivo y una actitud que no se limita sólo a lucir estupenda con su vestidazo blanco y su cetro de hija de Zeus. Un cambio de actitud, éste, que queda simbolizado por un drástico (e involuntario) corte de pelo. Por otro lado, si siempre pensaste que entre la jefa de los Caballeros y Seiya había algo más que respeto y devoción, tal vez el filme te dé nuevas razones para sospecharlo. Esperamos que ésto se mantenga a la hora de presentarnos a otras chicas del zodiacoverso, como Hilda de Polaris, porque el resultado podría ser espectacular: a nadie le amarga una buena pelea de gatas...

Si todo lo anterior te ha puesto los pelos como escarpias, dándote ganas de invocar al mismísimo Hades para que acabe con tanto sacrilegio, relájate: en el fondo Los Caballeros del Zodiaco: La leyenda del santuario va de lo de siempre. Es decir, de tíos buenorros en armadura zurrándose la badana. Está claro que sin los Meteoros de Pegaso, la Cadena Nebular o ese Polvo de Diamante mediante el cual Hyoga del Cisne convierte a sus enemigos en polos, la saga no sería lo mismo, y (aunque, por razones de metraje, el filme no se inicie con el torneo por la Armadura de Oro de Sagitario) aquí vas a ver todos esos ataques y algunos más, sobre todo cuando los Caballeros de Oro entren en escena. Los combates son, además, más coloristas que nunca, porque el paso de los personajes al 3D ha venido acompañado de una velocidad espectacular y una gran profusión de luces discotequeras.