¿Hay comidas eróticas?

Las ostras, el caviar, las trufas del Piamonte y los hígados de oca son considerados alimentos afrodisíacos, pero lo que realmente existe es un juego de connotaciones.
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Una velada romántica a la luz de las velas, violines, jazmines, prolegómenos de una ardiente noche de pasión y, por supuesto, una cena con ingredientes afrodisíacos. Pero, ¿existe realmente lo que se denomina comida erótica?

Desde la antigüedad se han atribuido propiedades excitantes a una serie de alimentos y productos que, según se decía, aumentaban la potencia sexual y la capacidad de experimentar el goce carnal. Se llegaron a pagar cantidades exorbitantes por algunos de estos productos, se efectuaron matanzas y se llevó casi al exterminio a varias especies animales; la supuesta virtud de las limaduras de cuerno de rinoceronte para aumentar la potencia sexual masculina, por ejemplo, provocó verdaderos estragos entre esta especie.

Supuestamente, las ostras, los hígados de oca y las trufas del Piamonte se contaban entre los alimentos afrodisíacos. Sin embargo, el elemento común en estos manjares es la vitamina E (considerada responsable del aumento de la actividad sexual), que se encuentra asimismo en las lentejas, las zanahorias o la leche.

Es curioso que gran parte de los alimentos, supuestamente excitantes, sean de elevado precio: faisán silvestre, sopa de tortuga, caviar, trufas negras, angulas del Cantábrico, tiburón... En muchos manuales de cocina se recomiendan como afrodisíacos el apio, el perejil, los alcauciles, las nueces, las almendras, los riñones o los nísperos.

Realmente estamos hablando de un juego de connotaciones. No existe la comida erótica, tan sólo una erótica de la comida. Alimentos que nos recuerdan al cuerpo, por su forma o textura, se convierten en la clave de la excitación: ostras, almejas, salchichas o espárragos. Pero, ojo con abusar de estos símbolos; la ordinariez es el mayor antídoto contra el erotismo. Lo que de verdad funciona es la promesa de lo que vendrá a continuación.

Una cuestión de asociación

El cerebro humano asocia automáticamente los placeres del cuerpo y vincula la satisfacción que nos produce el consumo de alimentos con otras formas de goce. No faltan también las prácticas que combinan ambas actividades (preservativos con sabores o tangas comestibles).

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