Artes

El padre del surrealismo Max Ernst abre la temporada en el MoMA de Nueva York

Max Ernst. The Gramineous Bicycle Garnished with Bells the Dappled Fire Damps and the Echinoderms Bending the Spine to Look for Caresses (La Biciclette graminée garnie de grelots les grisons grivelés et les échinodermes courbants l’échine pour quêter des caresses). c. 1921. Gouache, ink, and pencil on printed paper on paperboard. 29 1/4 x 39 1/4″ (74.3 x 99.7 cm). The Museum of Modern Art, New York. Purchase, 1937. Photo: Robert Gerhardt. © 2017 Artists Rights Society (ARS), New York / ADAGP, Paris.
MAX ERNST

Como a tantos otros artistas de la primera mitad del siglo XX, la experiencia de la guerra marcó profundamente a Max Ernst (Brühl, 1891-París, 1976). A él, en concreto, le tocó estar muy presente en el terrible periodo de entreguerras (participó en la Primera Guerra Mundial y fue prisionero en la segunda). Y esa experiencia vital marcó las imágenes sombrías, retorcidas y de ensueño que provocaron ambos cataclismos así como sus efectos colaterales en la sociedad europea.

Considerado uno de los padres del Surrealismo y del Dadaísmo, Ernst se vinculó en 1918 al grupo dadaísta en Berlín, y tras conocer a Paul Éluard y su mujer Gala en Colonia sufrió un proceso de 'iluminación' que le llevó a trasladarse a París en 1922 para caer rendido en los brazos del surrealismo y el grupo liderado por André Breton.

Tras ser encarcelado varias veces durante la segunda Guerra Mundial, el artista decidió poner rumbo a Estados Unidos. Allí tendría tiempo para difundir las vanguardias europeas y casarse con la coleccionista Peggy Guggenheim, quien le había ayudado a salir de Francia. En 1953 regresaría a su amada Francia, país donde permaneció hasta su muerte a finales de los 70.

Experimentador infatigable, a esta faceta, especialmente, está dedicada la nueva exposición del MoMA con la que el museo neoyorkino abre su nueva temporada. Max Ernst: Beyond Painting (Max Ernst: más allá de la pintura) es básicamente un recorrido – y muy amplio, ya que incluye casi un centenar de obras- que hace especial hincapié en los estilos, los materiales y las técnicas radicales que utilizó el autor para ir "más allá de la pintura" y trasladar a imágenes lo irracional e inexplicable de las vivencias y secuelas de la guerra.

El inventor del frottage

De esta manera la muestra desafía cualquier convencionalismo sobre la composición e incluye, por ejemplo, collages y pinturas en las que reutilizaba material impreso. Ernst también desarrolló una pintura derivada de técnicas semiautomáticas llamada frottage, que consistía en poner un trozo de papel sobre una superficie de textura especial y frotarlo con un lápiz; y llevó un paso más allá la decalcomanía, técnica inventada por Óscar Domínguez en 1935, que le ayudó a crear juegos de texturas que convertían sus paisajes en parajes de apariencia devastadas.

También hay espacio para libros ilustrados, novelas de collage, esculturas de piedra pintada y bronce o impresiones hechas usando toda una gama de técnicas. El mismo solía decir: "la libertad no puede ser concedida sino conquistada". Y en lo que se refiere a la libertad creativa, la conquistó con creces.

La exposición, abierta hasta el próximo 1 de enero, reúne obras de todos los periodos fundamentales de la larga trayectoria artística del alemán. Desde sus primeras obras dadaístas y surrealistas realizadas en los años 20 hasta la que se considera su última obra maestra: una reciente adquisición del MOMA titulada 65 Maximiliana, ou l'exercice illégal de lástronomie (1964). Se trata de un libro ilustrado que comprende 34 aguafuertes complementados con diseños tipográficos imaginativos y un guión-jeroglífico inventado por el propio artista. "No puede haber una revolución total sino una revolución permanente" afirmaba. Y la suya fue, claramente, una vida en eterna revolución creativa.