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Poesía 2.0, la nueva revolución literaria que nace en las redes

La poeta Sara Búho, autora de 'La ataraxia del corazón'.
Valparaíso Ediciones

A día de hoy podríamos asegurar que la poesía ha cambiado y que los poemas de ahora no son como los de antes, y acertaríamos. Y si fuéramos un poco más allá, deduciríamos que estos vaivenes han provocado la aparición de una renovada figura del poeta.

Pero la mano que mece la cuna no es en este caso la del autor, sino la de las redes sociales. Así es, su influencia también ha acariciado este género literario que muchos creían olvidado. Nada más lejos. El mundo editorial y digital ha traído nuevas caras y refrescantes versos de las profundidades de las social networks. Si antes el escritor recorría las calles con su obra bajo el brazo en busca de la aprobación de las editoriales, hoy el mismo descubre si sus versos gustan a golpe de clic.

Hoy la lírica se transforma y abandona sus tradicionales ítems: de la pluma o el boli Bic al teclado del Mac, del tacto del papel al intangible formato blogger, de lo improbable de ver publicado un poema en periódicos a colgar estrofas en los perfiles de la red. La nueva poesía nace en los caracteres de Twitter y publicaciones de Facebook, inunda los hashtag con imágenes en Instagram y se alza como top ventas en los estantes de librerías.

Nos enfrentamos a un rejuvenecimiento del género y sus creadores revolucionarios. La poesía 2.0 viene pisando fuerte.

Este renovado gusto por la poesía ha abierto una brecha con las generaciones anteriores de poetas que se ve reflejada no solo en los versos, sino también en la edad. La pasada Feria del Libro de Madrid ha apostado este año por la poesía joven y nos ha dejado algunas pistas de los nombres que, seguro, sonarán fuerte.

Entre ellos divisamos a Chris Pueyo, Pablo Benavente, Miguel Gane o Elvira Sastre. Apenas rozan la treintena y todos comparten un origen similar.

Los nuevos poetas

El joven Pablo Benavente, de 27 años, dio a conocer su voz en los pequeños escenarios de los locales de la capital madrileña. De recitar sus poemas en las jam sessions de Búho Real, Aleatorio, La Fídula o Galileo Galilei, pasó a condensar sus versos en 140 caracteres de un tuit y publicar la versión extendida en su blog. Su primera publicación fue Circo de Quimeras (Harpo Libros, 2015), cuyo éxito llamó la atención de Frida Ediciones, madre de muchas de las nuevas promesas del género, que se atrevió con el autor para lanzar Izar la negra (2016) y La respuesta es no ser como ellos (2017).

Su estilo contestatario con sombrero inseparable ha conquistado a las redes, ganándose 19.000 seguidores en Twitter y casi 60.000 'me gusta' en su página de Facebook.

José Ángel Gómez Iglesias, Defreds para las redes, ha regalado firmas en las casetas gracias a sus tres obras publicadas y fieles a Frida: Casi sin querer (2015), Cuando abras el paracaídas (2016) y 1775 calles (2017), que le han valido 163.000 followers en Twitter y 170.000 en Instagram. A pesar de que él mismo admite no ser poeta ni escribir sobre poesía, ya ha levantado a un nuevo público quinceañero que, de repente, se interesa por los versos.

Merece una mención especial el veinteañero Chris Pueyo, antes Peter Pan en la red, que debutó con El Chico de las Estrellas (2015), en el que se abrió a lo enrevesado de contar en prosa cómo un chico con novia termina aceptando su homosexualidad. Con esta literatura LGTBI que llaman algunos, ha seguido esta vez por la poesía con Aquí dentro siempre llueve (Destino, 2017), ganándose a los lectores y a 32.000 fans en Twitter y 41.000 en la red fotográfica.

Otro benjamín que acaba de pisar tierra editorial y ya está arrasando aquí y en Latinoamérica es el joven de 24 años, George Mihaita (Miguel) Gane, quien se hizo un hueco en 2014 entre los más populares de YouTube con un vídeo sobre su poema Madrid es ella.

Muchos le siguieron la pista tras sus originales versos y alzaron las alas cuando publicó en 2016 su primer libro, Con tal de verte volar (Aguilar, 2016), una "bomba nuclear" como reflejo indiscutible de esta poesía 2.0. Su página acumula más de 34.000 likes y 68.000 voladores en Instagram.

Joven poesía feminista

Pero, aunque esta pequeña revolución lírica despunte más a los bohemios escritores, son muchas las jóvenes autoras que han sabido alzar la voz y han culminado la poesía feminista.

Luna Miguel ha sido una de las pioneras destacadas y Sara Búho, una de las líderes de las redes sociales (69.000 seguidores en su página y 138.000 en Instagram) y autora de La ataraxia del corazón (Valparaíso Ediciones, 2016).

Otros nombres como el de la 'veterana' Elvira Sastre también se respiran entre los usuarios, con 110.000 followers en Instagram y 251.000 en Facebook, y los muchos lectores que se han prendado de Baluarte (2014), Bastion (2015) y el desgarrador La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida (2016).

Superando el umbral de misterio no podía faltar @SrtaBebi, una de las cuentas anónimas más influyentes (255.000 en Twitter) que se atrevió a transformar dos contrarios en un paralelismo con su poemario Amor y Asco (2016), en el que, en lugar de mostrar su apariencia física, mejor nos abre a realidades emocionales.

Naufragio en la 338 (2014) y Amor revólver (Espasa, 2016) salieron a flote de la creatividad de la youtuber Loreto Sesma (más de 144.000 suscriptores), un esencial en el nuevo 'boom' de la poesía con tan sólo 20 años.

Del papel a la red

De esta forma, la lista sigue y los lectores, también nuevos, se multiplican porque ahora leer poesía es tendencia y saber valorarla un objetivo al que cada vez más jóvenes lectores aspiran.

Así, el talento sobra, los poemarios se amontonan y el formato se reinventa; pero lo que se mantiene inmóvil en medio de toda esta agitación literaria es el mensaje. Pasando por Bécquer, Ángel González o Neruda, y el siempre presente Bukowski, los mismos temas siguen molestando a los autores: amor, desamor, denuncia política y románticas ideas de cambiar el mundo.

La diana sigue en el mismo punto, solo ha cambiado el arma y la distancia: los versos saltan a las redes y dejan sus viejos trajes de metáforas para vestir de calle, el deseo pasa de los eufemismos al sexo, que ya no es tabú (ni para ellos, ni para ellas) y el lenguaje más suave huye de estrofas incendiarias que huelen a rebelión artística.

La poesía revolucionaria nos trae versos como balas disparadas por el revólver digital.