Un etarra se deja dos bombas lapa al huir de un taxi en Castellón
Múgica había cogido el taxi en la estación de Renfe de Castellón, donde supuestamente se despidió de Zubillaga, y pidió al conductor que lo llevara a Tarragona. Según el taxista, el presunto terrorista tenía unos 30 años, medía 1,80 y llevaba gafas de sol y gorra negra. Vestía bermudas y una sudadera marrón o roja.
El coche salió de Castellón y cogió la N-340, pasó los municipios de Benicàssim y Oropesa y, antes de llegar a Torreblanca, se encontró con un «control rutinario» de la DGT. El etarra mandó parar al taxista rápidamente en un hotel de la carretera, el Miramar. Salió corriendo y entró en el hotel. Eran las doce y media de la mañana. El taxista, extrañado, dio la alarma a los agentes. Ya era tarde. Había huido por la puerta trasera del establecimiento.
Ni pistola ni papeles
En su huida, el etarra se dejó una mochila de deportes en el maletero. En ella había dos fiambreras con cables, dos temporizadores, detonadores con el anagrama de ETA, explosivos e instrucciones para la fabricación de bombas. «Con los efectos intervenidos se podrían montar dos bombas lapa», explican a 20 minutos fuentes de la Guardia Civil. Al no encontrar ni documentos ni pistola, estas mismas fuentes sospechan que el huido se debió llevar otra mochila consigo.
Continúa el acoso policial
La presión policial ha conseguido, desde que ETA rompiera la tregua el 5 de junio, detener a 18 etarras y abortar hasta cuatro intentos de atentado por parte de la banda terrorista. El 21 de junio, ETA abandonó en Ayamonte (Huelva) un coche cargado con 115 kilos de explosivo al detectar otro control policial. No es la primera vez este año que ETA pone sus amenazantes ojos en el Levante. El 25 de enero fue detenido en Girona otro etarra que tenía como misión viajar a Valencia para recabar datos sobre la Copa del América.