Uthina, los tesoros romanos de Túnez luchan por sobrevivir a los efectos del terrorismo

  • Uthina fue fundada por Augusto a principios del siglo I antes de Cristo.
  • Túnez alberga ruinas de esplendor similar como el propio coliseo del Djem, o las ciudades romanas de Duga, Bula Regia y Útica.
  • La industria turística ha perdido este año más de la mitad de sus visitantes, espantados por los atentados yihadistas de marzo y junio.
El anfiteatro de Uthina tuvo capacidad para más de 10.000 personas.
El anfiteatro de Uthina tuvo capacidad para más de 10.000 personas.
WIKIPEDIA/Hublitz
El anfiteatro de Uthina tuvo capacidad para más de 10.000 personas.

Situada a apenas 30 kilómetros al sur de la costa mediterránea, las ruinas de la antigua urbe romana de Uthina retrotraen sin esfuerzo al viajero de hoy a un tiempo de la historia en el que este mar compartía una sola cultura bajo el nombre de Mare Nostrum. Levantada, según el historiador Plinio, sobre los cimientos de una ciudad bereber llamada Adys, es hoy, dos milenios después, una de las muchas cicatrices, amarga y olvidadas, de sinsentido radical islámico que amenaza por igual a las tierras que colonizó y dominó el imperio romano.

"El terrorismo ha hecho mucho daño al turismo en Túnez, sobre todo a monumentos como este, que siempre han quedado fuera de los circuitos turísticos", cuenta Saleh, uno de los guardas del yacimiento. "Antes, al menos venían los extranjeros que viven en el país, algún turista suelto y tunecinos. Pero ahora ya sólo vienen los colegios", explica a las puertas del anfiteatro, uno de los más grandes de África.

Erigida en el corazón de un fértil valle, rodeada de olivares y extensos campos de cultivo, Uthina fue fundada por el emperador Augusto a principios del siglo I antes de Cristo en el lugar donde años antes se desarrolló una de las batallas más cruentas de las guerras Púnicas. Poblada por veteranos de los cohortes africanas, prosperó en los dos primeros siglos después de Cristo como centro comercial y de vacaciones gracias a su posición estratégica y su clima privilegiado. Fue en aquella época cuando se construyó el anfiteatro, ahora bellamente reconstruido, que con capacidad para más de 10.000 espectadores competía con otros estadios como el vecino del Jem o el ahora asediado por la guerra de Leptis Magna, en Libia.

Olvidada durante centurias, en el siglo XIX una familia francesa levantó sobre los restos del antiguo foro una granja que solo comenzó a desmontarse en 1996, año en el que se inició un ambicioso programa de protección y recuperación. Desde entonces, Túnez invierte decenas de millones de euros en la conservación de este y otros restos romanos, varios de ellos considerados patrimonio de la humanidad. "Cuando se empezó a excavar no había prácticamente nada a la vista. Era un erial afectado por los trabajos de la explotación colonial", explica el guarda junto a un grupo de obreros que hacen réplicas en poliuretano.

El efecto de este tipo de reconstrucción, más rápida y barata, es sorprendente: desde lejos, la espuma blanca tintada de color tierra parece una de las piedras milenarias que aún quedan en pie. "El objetivo es renovar el conjunto y convertirlo en una alternativa al turismo de sol y playa" sobre el que se sustenta este sector en Túnez, agrega Saleh. Una industria que ha perdido este año más de la mitad de sus visitantes, espantados por los dos atentados yihadistas que en marzo y junio segaron la vida de 60 turistas extranjeros en el museo el Bardo, de la capital, y en una playa de un gran hotel en la ciudad balneario de Susa.

El terrorismo arruina el sector del turismo

Según datos del Ministerio de Turismo tunecino, 70 grandes hoteles, similares al atacado, han cerrado sus puertas en los últimos tres meses, y cerca de una treintena más lo harán una vez concluyan las vacaciones de Navidad. Una deriva que ha destruido miles de puestos de trabajo directo en un país que tiene en el paro uno de sus principales problemas, y dejado a miles de familias más, que dependían indirectamente de este turismo, sin opciones de ingresos.

Y que presenta una perspectiva de futuro pesimista para un nación que lucha por mantener vivo el espíritu de la revolución de 2011, la única que sobrevive y avanza de las ahora frustradas "primaveras árabes". "El gran problema de Túnez es que puso todas los huevos en la misma cesta. Apostó por un turismo de sol, playa, del todo incluido en grandes resorts que da mucho beneficio, pero que igualmente es el más vulnerable", explica a Efe el director de una pequeña empresa turística del sur de Túnez.

"Va a ser muy difícil recuperarlo a corto plazo por diferentes razones. La única fórmula es optar por diversificar y ayudar a que crezca otro tipo de turismo alternativo, como hemos reclamado desde hace tiempo", añade el empresario, que prefiere no ser identificado. Uthina, con su calma y su belleza, es prueba de que recursos sobran en un país que alberga ruinas de esplendor similar como el propio coliseo del Djem, o las ciudades romanas de Duga, Bula Regia y Útica.

Restos del ayer, como la Cartago que se asoma al Mediterráneo, y del futuro cinematográfico, como el desierto sur de Tataouine, escenario donde se rodó La Guerra de las Galaxias, sin olvidar monumentos islámicos de relevancia como la gran mezquita de Kairouán, cuarta ciudad del Islam. "Solo necesitamos que la gente confíe, que sepa que tenemos otras muchas cosas que mostrar", se despide Saleh mientras el sol tinta de dorado las piedras, las originales y copiadas, de una ciudad que murió cuando llegaron las invasiones vándalas.

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