Lasa y Zabala

Quitando la broma fácil de Ocho apellidos vascos, hacía tiempo que no se estrenaba una película que aludiese al conflicto vasco. Aparte de la singular Asier y yo, el cine sobre este periodo truculento de la historia reciente de España parecía silenciado y a la espera de una tregua definitiva que permitiese hacer ficción de lo que hasta ahora era herida abierta.

Lasa y Zabala rompe ese mutismo amoldándose a las convenciones del thriller judicial más que a la simple recreación de un periodo histórico, para contar el asesinato a manos del GAL de los dos etarras que titulan la película. Y, si bien el filme huye del revanchismo o el victimismo y pregona un mensaje en pro del perdón y el olvido, quizás escame ciertas sensibilidades el que, después de tanto tiempo, la primera película que se vea sobre ETA sea una en la que los asesinos no son los de la banda terrorista. Por otro lado, las brutales torturas de los GAL y el crimen postergado de Lasa y Zabala, no sólo son Historia –gozando, por tanto, del mismo derecho a ser contada– sino que componen un material fílmico interesante y sorprendente para el que sea demasiado joven para haberlo vivido.

En manos de Pablo Malo, con una ambientación cuidada, una buena dirección de actores y un montaje inteligentemente desordenado, quizás Lasa y Zabala no sea la manera de olvidar el pasado, pero al menos conseguirá que borremos de la memoria aquel otro intento de recrearlo que fue GAL (2006).