Mi vida ahora

Recuerda de entrada esta Mi vida ahora a otras epopeyas femeninas. La más obvia –por compartir protagonista– es Hanna, ese extraño relato de Joe Wright con una Saoirse Ronan cuya buena presencia en pantalla no hace más que crecer. Recuerda también por lo áspero del look y de la narración, que Kevin Mcdonald instala ya de entrada en un vaivén de texturas, casi una sinfonía a la cual, por cierto, le sobra grandilocuencia y le falta afinación. La primera parte del filme es un constante desconcierto. Esteticista  y lindando a ratos con un videoclip new age de gusto dudoso con cancioncitas de lo más naif, se recrea enfermizamente en el plano sonoro y se olvida del contenido. El forzado trascendentalismo que supuran sus imágenes acabaría agotando al más paciente de no ser por un adecuado cambio de tercio cuando el metraje alcanza su ecuador.

Y es que la retórica alambicada y cursi troca de repente en un tono bastante oscuro y malsano cuando la amenaza latente que habíamos intuido se convierte en violencia: la llegada de la Tercera Guerra Mundial. El director sabe capturar entonces la tensión y retratar el miedo de la protagonista en una segunda parte rica en simbolismos (el bosque, el zorro), imágenes impactantes (las bolsas de cadáveres) y malos rollos varios. Una película, en fin, extrañísima, difícil de encasillar. Bueno, tampoco tanto al fin y al cabo, queda guardada en el bendito cajón de los perros verdes.