La otra ruta del bacalao: de alimento de pobres a estrella de la cocina 'gourmet'

  • El bacalao ha ganado protagonismo en Cuaresma gracias al potaje de vigilia.
  • La variedad más exquisita es el skrei o bacalao de Noruega, una de los pocos alimentos no vegetales sujetos a una estacionalidad, de febrero a finales de abril.
  • La clave del bacalao es su proceso de conservación mediante deshidratación con sal, que permite mantenerlo en perfecto estado durante meses.
Una pieza de bacalao noruego.
Una pieza de bacalao noruego.
Productos del Mar de Noruega
Una pieza de bacalao noruego.

Hubo un tiempo en el que el bacalao estaba considerado un plato de pobres. Era abundante y, gracias a la salazón (un proceso de desecación mediante sal), este pescado podía conservarse durante meses sin echarse a perder, por lo que podía transportarse largas distancias sin problemas. De este modo, el bacalao llegó a convertirse en un alimento común en ciudades del interior de España como Madrid e incluso en lugares remotos como los campos de trabajo del Caribe, África o Filipinas, donde el padre de familia en el primer caso o el capataz en el segundo se encargaban de partirlo y repartirlo, origen de la famosa expresión.

Ahora, con la Semana Santa a la vuelta de la esquina, España vuelve a partir el bacalao para preparar el famoso potaje de vigilia, un plato elaborado con garbanzos y espinacas que se sirve tradicionalmente el viernes de cuaresma. Pero, en pleno siglo XXI, el desarrollo de la gastronomía ha elevado a este modesto pescado a un nivel culinario superior, sobre todo gracias al skrei, su variedad más exquisita. Este bacalao procedente de Noruega —donde acaba de celebrarse el Campeonato del Mundo de Pesca de Bacalao—  se ha convertido en una joya de la cocina gourmet.

La peculiaridad del skrei es que se trata de uno de los pocos alimentos no vegetales que están sujetos a una estacionalidad. "Su originalidad se debe a que depende forzosamente de una temporada concreta que va desde principios de febrero más o menos hasta finales de abril aproximadamente", explica Juan revenga, autor del blog El nutricionista de la general.

Curiosamente, a pesar de ser mejor pescado que el bacalo convencional, es mucho más barato debido a que es muy abundante durante su temporada. El skrei cuesta entre 7 y 9 euros el kilo mientras que el precio del bacalao procesado suele oscilar entre los 15 y los 25 euros el kilo dependiendo de la parte que se compre (las migas son más baratas mientras que, por ejemplo, los lomos son más caros).

Este bacalao destaca por la firmeza y el aspecto de su carne, más blanca (lo que indica un bajo contenido graso), con un brillo característico y que se lamina con facilidad. Tiene un aroma suave y dulce y "posee un poco más de grasa infiltrada que otras variedades, lo que la hace más jugosa", explica el biólogo y nutricionista. "Su fama dio un salto importante fuera de su área de influencia cuando, en la década de los 80, el reconocido cocinero Paul Bocuse lo dio a conocer a todo el mundo al incluirlo en diversas recetas", señala.

Las claves del bacalao, ya sea la variedad que sea, son su sistema de conservación —la deshidratación con sal y sin usar productos químicos— y la posterior rehidratación. En el caso del bacalao noruego (Gadus morhua) —el único bacalao importado por España durante siglos—, se realiza además un proceso de curación durante la salazón. Si todo se hace correctamente, tras la rehidratación, el pescado engorda y queda perfecto para cocinar. "Este bacalao es más caro que sus primos, pero también es mejor y está más mimado. Es algo parecido a lo que sucede con el jamón ibérico en comparación con el resto de jamones", asegura Ramón Arias, del Consejo de Productos del Mar de Noruega a 20minutos.

"El proceso de desalación es muy importante y suele hacerse mal. Es habitual dejarlo en un cuenco con agua en la cocina. Además, a la hora de cocinarlo, a menudo cuece durante horas, lo que hace que pierda gran parte de su sabor", añade el mismo representante, quien explica que la forma correcta de hacerlo consiste en limpiar la pieza a chorro con agua fría para quitarle la sal gorda y después meterlo en el frigorífico dentro de un recipiente con agua también fría, de la nevera a ser posible o incluso añadiendo hielo para impedir que el bacalao se abra.

"Debería estar en agua 24 horas por cada centímetro de grosor. Lo habitual es uno o dos días, cambiando el agua una vez cada ocho horas aproximadamente. Si es una pieza gruesa, tres días", detalla el experto. El frío ralentiza la hidratación, pero al mantener la temperatura constante se logra preservar la calidad óptima del pescado. Después, tan sólo queda escurrirlo, descamarlo y secarlo bien antes de cocinarlo. Si el plato en cuestión es potaje, un buen truco es cocer los garbanzos con la piel del bacalao y añadir este en los últimos cinco minutos. De este modo, se consigue un plato mucho más jugoso.

Mil y una recetas

Cuando se habla de bacalao una de las primera recetas que vienen a la cabeza es el pil-pil, un plato típico de la cocina vasca que se elabora con cuatro ingredientes básicos: bacalao, aceite de oliva, ajo y guindillas. Sin embargo, la versatilidad de este pescado le ha permitido protagonizar multitud de preparados tanto tradicionales como dentro de la cocina moderna. La tienda del bacalao, franquicia madrileña que lleva más de tres décadas vendiendo este pescado recomienda recetas como el bacalao a la Vizacaína, el ajoarriero con huevo escalfado o el bacalao gratinado con bechamel, entre otros.

Las posibilidades son casi infinitas y el resultado, gracias a la calidad del skrei, apetitoso: en salsa marinera, con almendras, a la sidra, con aguacate y pistachos, en sashimi, al estilo alcántara, en empanadillas, como crema, en sopa, en ensalada, en croquetas (como las de la famosa Casa Labra)...

Una de las preparaciones más curiosas, por la historia que oculta detrás, es la del bacalao al club ranero. Su creación es de principios del siglo XX, cuando un chef francés que trabajaba en un club bilbaíno donde los hombres se reunían para jugar a la rana decidió invitar a los miembros del mismo a comer bacalao al pil-pil. Sin embargo, aparecieron más comensales de lo esperado y, para estirar el plato, decidió añadirle pisto como guarnición. De este modo, lo que comenzó como una triquiñuela para salir del paso acabó dando lugar a una exquisita receta a día de hoy mucho menos popular que otras similares.

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