Artes

Douglas Coupland, 'padre' de la Generación X se pasa al arte para explorar "el miedo al siglo XXI"

Una obra acrílica de Douglas Coupland
Collection of Lucia Haugen Lundin © Douglas Coupland

Un eslogan: "Echo de menos mi cerebro preinternet". Otro: "Nunca fuimos tan inteligentes. Nunca nos sentimos tan estúpidos". Un tercero: "Acumula todo lo que no puedas bajar" [download].  Otro más: "Nuestra única esperanza es inventar algo más inteligente que nosotros". El último: "Saberlo todo es levemente aburrido".

Una escultura: un busto autorretrato de chicle de dos metros de alto, una obra interactiva que el artista quiere ver modificada por los chicles mascados previamente por las dentaduras de los visitantes hasta que los rasgos del autor "sean obscurecidos". Parece importar poco que la pieza sea un más que evidente plagio de You Complete Me, expuesta en el mismo museo hace dos años por un par de creadores de la misma ciudad.

Una escultura de Lego

Otra obra (nada original): una escultura de Lego, ese juguete que parece haber sido el primer y único catón de todos los nacidos en los años setenta y ochenta.

Un título quedón y sin signos ortográficos para la exposición: Everywhere is anywhere is anything is everything (Todos los sitios están en cualquier sitio son cualquier cosa son todas las cosas).

Combinas los elementos enumerados, añades el nombre de Douglas Coupland (1961), padre de la Generación X —bautizada por cierta mercadotecnia española como Nocilla—, y tienes la muestra del verano.

La exhibe, hasta el 1 de septiembre, la siempre muy moderna Vancouver Art Gallery de Canadá, que ha diseñado una muy pintona página web para los que se contenten con la e-visita. Venden, por supuesto, camisetas, sudaderas y hasta mesitas de café del evento.

"La singularidad de la cultura canadiense"

La primera antología artística —la palabra debería estar en cursiva, pero se sobretiende a partir de ahora— de Coupland, más conocido como escritor por las novelas Generación X (1991), Planeta Champú (1992) y Microsiervos (1995), que literariamente abruman por la condición tribal —escritas por un geek para que las lean los geeks— pero fueron saludadas como buenas descripciones del zeitgeist del momento, se anuncia como una reflexión sobre "la singularidad de la cultura canadiense [el autor nació en Alemania pero se crió y vive en Vancouver], el poder del lenguaje y la presencia cada vez más generalizada de la tecnología en la vida cotidiana".

Según el muy avispado Coupland, que dice haber practicado disciplinas de expresión plástica de toda la vida, se trata de explicar "la condición de principios del siglo XXI" mediante instalaciones, pintura, fotografía, grabados, chicles y "colchas".

Los organizadores no reparan en elogios y apuntan que el autor "sintetiza de manera incisiva la cultura pop y la tecnología con referencias históricas artísticas", entre las que enumeran a Roy Lichtenstein y Andy Warhol. No son las únicas: las pinturas de códigos de respuesta rápida (QR) del canadiense no tienen empacho en asegurar que "hacen referencia a la pintura abstracta de Piet Mondrian".

"Actualizar el arte pop"

Las seis áreas de la exposición reflexionan sobre el pánico y la angustia contemporáneas, el terrorismo, la degradación ambiental y el sometimiento de la vida cotidiana a la imposición de las tecnologías. Hay desde paneles con "mensajes educativos" como los señalados en el primer párrafo de esta información hasta pueriles intentos de "actualizar el arte pop" —deberían decir copiar el pop, como demuestra el cuadro Luggage Tag Sunset No. 3— o ampliaciones de fotos periodísticas que terminan mostrando el vacío del punto tipográfico.

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