
Ya nos lo decían cuando estábamos en el colegio: "Llegará un día en el que, en las guerras, lucharán máquinas y no personas". Y sin darnos cuenta, ese día ya ha llegado. No es como aquel futuro apocalíptico en el que hordas de Terminators asolaban la vida humana, pero el presente cada día se parece más a una película de ciencia ficción.
Los drones, vehículos aéreos no tripulados, se han convertido en el arma predilecta de Estados Unidos contra el terrorismo. Estas máquinas no entienden de fronteras y hacen prescindibles los ejércitos regulares, pero también tienen un gran punto en contra, la enorme cantidad de víctimas civiles que provocan, un hecho que ya ha generado una significativa corriente de opinión pública negativa.
Sin embargo, aunque los drones se utilizan sobre todo con fines militares —tanto en ataques como en tácticas de espionaje—, cada día surgen nuevos usos menos polémicos para ellos, como la mensajería. De hecho, Amazon acaba de anunciar su intención de crear un sistema de reparto de paquetes mediante octocópteros (drones de ocho hélices). El proyecto aún está en pruebas y todavía no ha sido aprobado por la FAA (el regulador del espacio aéreo de EE UU), pero la compañía quiere tener sus vehículos en funcionamiento en cosa de 4 o 5 años.

Tras el militar, el uso más obvio de los drones es el de orden y control. Ya en la última reunión del G8 en Irlanda del Norte, en junio, los drones formaban parte del dispositivo de seguridad. Además, han comenzado a sobrevolar las manifestaciones, tal y como sucedió en la pasada Diada.
Pequeños, manejables y mucho más baratos que los helicópteros, estos ingenios voladores pueden convertirse, con cámara incorporada, en grandes aliados de los medios de comunicación a la hora de cubrir eventos deportivos y acontecimientos que reúnen a multitud de gente. El algunas universidades estadounidenses ya hay asignaturas y cursos de lo que han denominado drone journalism, donde exploran las posibilidades de estas nuevas tecnologías aplicadas al mundo de la información.
Tan económicos y seguros resultan los drones que las industrias del cine y la publicidad ya los utilizan para rodar algunas escenas que de otro modo resultarían extremadamente caras y complicadas.
Los ojos que todo lo ven
Su potencial para la vigilancia hará que, en muy poco tiempo, los drones estén presentes en infinidad de ámbitos: la compañía nacional de ferrocarriles alemana los usará para disuadir a los grafiteros y evitar que pinten los trenes, en Estados Unidos ya se habla de la posibilidad de usarlos como vigilantes en las cárceles y, en España, el PSOE ha llegado a proponer el uso de drones, radares y sensores en la valla melillense como alternativa a las cuchillas.
Como guardianes aéreos, estos ingenios tienen un gran futuro en las tareas de prevención de accidentes y lucha contra catástrofes naturales así como en la protección del medio ambiente. La Estación Biológica de Doñana ya los emplea para el estudio no intrusivo de las especies de plantas y animales del parque además de para la vigilancia de los cazadores furtivos. Con esa misma finalidad, la ONG ecologista WWF consiguió desplegar drones en algunas zonas de Asia y África para intentar proteger a especies amenazadas como el elefante o el rinoceronte.

¿Y recuerdan la expresión "matar mosquitos a cañonazos"? En Florida han decidido que, a falta de cañones, los drones pueden hacer un buen servicio para combatir a esos molestos insectos. La agencia encargada de controlar los mosquitos en los Cayos de la bahía de Florida planea usar aviones no tripulados para erradicar las plagas. Los aviones se utilizarían con cámaras térmicas para localizar posibles zonas de reproducción de los insectos y después rociarían una bacteria que los mata.
La agricultura es uno de los sectores en los que más y mejor se están explotando las posibilidades de estos artilugios. Su adaptación para el trabajo de campo les permite realizar tareas como el abono, la fumigación, el riego o la detección del crecimiento de malas hierbas.
Sirven para elaborar mapas tridimensionales, localizar a montañeros perdidos, llevar medicinas y alimentos a zonas de conflicto, auxiliar bañistas en las playas, detectar tramos de vías de alta velocidad que necesitan alguna reparación (en Francia ya se hace), obtener fotografías de lugares remotos o de difícil acceso (de yacimientos arqueológicos, de residencias ubicadas en lugares muy alejados...).
Las posibilidades de los drones son innumerables y es probable que, poco a poco, se conviertan en una imagen cotidiana de la vida moderna. Quizá en diez años no nos resulte extraño caminar por la ciudad entre pequeños robots voladores, verlos pasar sobre los tejados, moviendo cajas en los grandes almacenes o regando las plantas en los parques públicos. Entonces se habrán convertido en parte de nuestra vida, en nuestros maravillosos aliados.
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