Enoturismo en el Bierzo, mil maneras de entender el vino

  • Bodegueros, restauradores y hosteleros del Bierzo proponen disfrutar del turismo en esta zona de León, con el vino como denominador común.
  • Visitar bodegas, pasear por las vides, realizar catas de vinos o dar buena cuenta de menús elaborados con productos de la comarca son algunas de las opciones.
Un grupo de enoturistas, disfrutando de una cata de vino blanco en una de las bodegas del Bierzo.
Un grupo de enoturistas, disfrutando de una cata de vino blanco en una de las bodegas del Bierzo.
R. ÁVILA / ANTAR
Un grupo de enoturistas, disfrutando de una cata de vino blanco en una de las bodegas del Bierzo.

Disfrutar del vino es mucho más que descorchar una buena botella en casa, mucho más que dejarse aconsejar por el sumiller de un restaurante o mucho más que acertar con el caldo que maride perfectamente con la comida escogida. Disfrutar de un buen vino es también conocer sus orígenes, su proceso de elaboración, el mimo con que se va gestando día a día.

Cuando hablamos de grandes vinos en España casi siempre se nos vienen a la cabeza determinadas Denominaciones de Origen, las que, fruto de la experiencia y del buen producto, han conseguido situarse en un lugar privilegiado en los mercados. Pero hay más vinos, quizá con no tanto renombre, que se abren paso con fuerza gracias al tesón de unos cuantos buenos viticultores que dejan lo mejor de sí para conseguir también unos caldos que nada tienen que envidiar a otros de reconocido relumbrón.

Buen ejemplo de ello son los vinos del Bierzo. Allá dónde León se hermana casi con Galicia, en plena ruta del camino de Santiago y a un paso del hermoso paraje de Las Médulas, se levantan sus lomas vitivinícolas, un lugar privilegiado por su localización y clima para la maduración de la uva Mencía (para tintos) y Godello (para blancos), con las que se elaboran los vinos con Denominación de Origen Bierzo. Son casi 3.700 hectáreas en las que más de 4.200 viticultores cuidan el proceso de elaboración del vino, desde el terruño donde crece la vid hasta el último detalle del envasado.

Todo influye para conseguir un buen vino: el lugar en el que está la vid, su orientación, el tipo de tierra, la antigüedad de la planta, la climatología, el cuidado diario de los frutos, el tiempo de maduración, el momento de recolección… Para elaborar un buen vino "lo importante es la materia prima", dicen todos los viticultores de la zona. Teniendo buena uva queda también otra parte importante, el proceso de elaboración que se aplica a cada añada.

Descubrir todos estos detalles, todo este viaje desde la vid hasta el vino en la copa, es lo que se han propuesto trasladar los viticultores de esta singular comarca. Vivir de cerca el vino, aprender de él y con él, abrir de par en par las bodegas y los campos para transmitir los secretos de cada vino. Para ello han puesto en marcha la iniciativa Bierzo Enoturismo, con la que pretenden dar cabida a un amplio espectro de actividades de ocio, descanso y gastronomía con el vino del Bierzo como denominador común.

Trece municipios de la zona —entre los que destacan Ponferrada, Villafranca, Bembibre o Camponayara— se han coaligado para mostrar al viajero lo mejor de cada una de las 70 bodegas que componen la Denominación de Origen Bierzo, desde la pequeña bodega familiar hasta la fábrica más vanguardista, sin dejar de lado las clásicas cooperativas. El objetivo: aprender y disfrutar del vino de la mano de sus propios creadores en el mismo lugar donde se elabora el producto.

Las posibilidades para el enoturista son múltiples: una visita guiada a una bodega (con su tradicional cata), un paseo por  las tierras donde están las vides, un picnic en bodega, una ‘Cita con tu enólogo’ (donde el experto explica paso a paso el proceso de elaboración), una propuesta ‘Desgusta Bierzo’ (para conocer la gastronomía de la zona de la mano de los chef y enólogos), rutas de senderismo o cicloturismo con almuerzo incluido como broche... Casi un centenar de experiencias para grupos, en familia, en plan romántico, para neófitos o para expertos en vino.

Algunas opciones, de bodega en bodega

Una de las bodegas con más encanto es la de Alberto Ledo, fruto del tesón y la pasión de su joven propietario. Catar un vino, degustar unas castañas en almíbar y escuchar las explicaciones del propio bodeguero es la manera de entender el porqué de tanto esfuerzo para logar un buen producto. No menos apasionante es visitar en la misma bodega el museo de lo que en su día fue una de las más destacadas fábricas de conservas de la región. Balanzas, calderos, perolas, infinidad de tarros de todos los tamaños y formas, cajas de hojalata, herramientas y decenas de aperos de época trasladan al visitante a otro tiempo.

Con dedicación y también con una visión experimental de las nuevas formas de entender el vino trabajan en Godelia, donde cuidan los blancos y tintos con mucho ojo puesto en el mercado exterior, no en vano el 80% de su producción es para la exportación. Con su enólogo se puede descubrir que la esencia para trabajar un buen vino es la propia uva y que su procedencia puede determinante: una distancia de 200 metros entre una y otra vid es suficiente para que el producto final tenga diferentes matices.

La tradición y el cariño familiar se huelen en las bodegas de Castro Ventosa, donde Raúl, César o Nerea cuidan los caldos casi como si de un hijo se tratara. Así llegaron a la conclusión en 1998 que más vale la calidad que la cantidad. Fue ese el punto de inflexión de la bodega, cuando comenzaron otros sistemas de producción para elaborar vinos muy seleccionados en función de cada terruño.

La modernidad hace gala en Dominio de Tares, donde desde el año 2000 han sabido cultivar una nueva manera de hacer vino. El respeto por lo clásico y la originalidad de lo vanguardista se dan cita en una bodega que, aunque no está situada en pleno campo, consigue sumergir al visitante en las esencias del vino de la zona, con el arte y la tecnología como punto de referencia.

Sin duda, el que pueda ser más conocido y reconocido allende las fronteras del Bierzo es Prada a Tope, un empresario hecho a sí mismo que comenzó vendiendo botas camperas y cuyo proyecto es una mezcla de sostenibilidad del mundo rural y de exportación su propia marca respaldada en multitud de productos de la zona complementarios al vino. En su Palacio de Canedo, un hermoso caserío de 1.730,  se pueden catar sus propios caldos (incluso algunos vinos jóvenes con curioso olor a 'chuche'), pero también disfrutar de la gastronomía propia de la zona, en la que no pueden faltar las cerezas en almíbar, las castañas en aguardiente, las peras al vino o los higos zoupeiros.

Entre la bodega más intimista y la más vanguardista también queda lugar para la tradicional cooperativa. Por ejemplo Viñas del Bierzo, una bodega en la que 600 viticultores comparten el fruto de sus viñedos para fabricar grandes cantidades de vino destinado al mercado nacional o para terceras marcas. En plena ruta del camino de Santiago, han sabido dar cabida también al receso de los aproximadamente 6.000 caminantes que cada año pasan por sus puertas. Por un módico precio ofrecen la cata de un vino con un trozo de empanada.

Para disfrutar también en plena época otoñal de las riquezas culinarias de la comarca, más de una treintena de restaurantes han organizado las Jornadas Gastronómicas del Bierzo (hasta el 9 de diciembre), en las que los protagonistas son los productos de la zona, que se combinan en menús degustación o en propuestas abiertas con gran variedad de platos, todos entre los 20 y 30 euros. Carnes y pescados de toda condición se trufan con los productos más propios de la comarca: pimientos asados, cecinas, castañas, cerezas, higos, manzanas, peras, miel o nueces se dejan ver en muchos platos. Siempre queda la opción de dar cuenta del tradicional botillo del Bierzo, acompañado de patatas y verduras... y regado con un buen caldo de la zona.

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