Este vino es un fresco: blancos, cavas, rosados y algún tinto, ahora que llega el buen tiempo

  • El blanco debe beberse entre 8 y 10ºC; más frío puede perder aroma y sabor.
  • El cava nunca debe enfriarse en la nevera, sino con abundante hielo y agua.
  • El rosado, en copa transparente para disfrutar de sus tonos del rosa al rojo.
Una copa de vino blanco y frío.
Una copa de vino blanco y frío.
FLICKR/basheertome
Una copa de vino blanco y frío.

Llegan los calores y el cuerpo pide vino, pero vino más fresco. Es el momento de descorchar vinos blancos, cavas y también rosados –sí, los infravalorados rosados que antes llamaban claretes–.

Claro que hay quienes con la llegada del buen tiempo sustituyen la copa de vino tinto por una cerveza, pero que no sea porque el vino no le da alternativas. Dijimos vinos blancos, rosados, cavas, pero también algún tinto joven. Solo necesitamos una buena botella, una cubitera con hielo y agua y las copas que hagan falta.

En verano nos apetecerá muchas veces una copa de vino blanco. Es el acompañante ideal de platos frescos y ligeros de pescado y de ensaladas. Pero no solo por eso. También porque debe beberse a una temperatura de entre 8 y 10ºC. Cuidado con la temperatura. La avaricia frente al calor nos puede llevar a enfriarlo más, pero no debemos hacerlo. Por debajo de los 8 grados el vino puede perder aroma y sabor.

Y si una medida básica es no pasarnos al enfriar la botella, otra es no llenar demasiado la copa para que el vino no se caliente. Siempre es mejor rellenar las veces que haga falta.

Un "blanco" con sitio todo el año es el cava. Más allá de celebraciones, el cava es ideal durante el aperitivo, con pescados frescos o en conserva. Nunca debe enfriarse en la nevera, sino con abundante hielo y agua. A la hora de servirlo, la temperatura debe estar entre 6 y 8ºC. Para degustarlo mejor, lo beberemos en copas largas y estilizadas para dejar subir el hilo de burbujas hasta la superficie.

Ya es hora de dejar de mirar al vino rosado por encima del hombro. Ha tenido mala fama porque al hacerlo se acostumbraba a mezclar vino blanco y tinto. Pero la elaboración de este tipo de vinos ha cambiado mucho. De modo que hay que ver el rosado como un tinto más claro (con menos intensidad y taninos) porque la piel de la uva tinta se ha dejado poco tiempo en contacto con el mosto.

La temperatura ideal para beber un rosado oscila entre los 14 y 16ºC. Lo serviremos en copas de cristal transparente para disfrutar de su variado color: muchos matices entre el rosa, el fresa y el rojo. Pueden estar presentes desde el aperitivo hasta el plato fuerte.

Los tintos jóvenes (aquellos que no han envejecido en barrica) son muy frescos y pueden beberse a unos grados menos que los tintos crianza, reserva y gran reserva para resaltar su frescura (entre 12 y 15º C).

Fuente: Guía Repsol. Rutas, mapas, restaurantes … ¡Planifica con nosotros tu viaje!

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