El cambio al horario de invierno lo nota el ánimo, no el cuerpo

  • El día se acorta y la luminosidad está asociada a una sensación de bienestar.
  • No obstante, el cambio al horario invernal es más fácil que al veraniego.
  • Niños y ancianos son los más sensibles al cambio horario.

El cambio al horario invernal es menos duro que al veraniego. Ocurre igual que cuando viajamos. El jet lag es mucho más intenso si viajamos de oeste a este. Si lo hacemos al contrario, le ganamos tiempo al tiempo y las consecuencias para el organismo son menores. Es el caso en el que estaremos en la madrugada del sábado al domingo (a las tres de la mañana serán las dos).

Las repercusiones de este cambio serán más en el ánimo que en el cuerpo. El día se acorta y la luminosidad está asociada a una sensación de bienestar. En los países nórdicos, las tasas de trastornos mentales, especialmente los depresivos, son mucho más altos que en el sur de Europa donde hay más horas de luz.

"Podemos estar influenciados, no tanto por el cambio de horario de sueño, que influye de manera indirecta, sino por las horas de oscuridad. Manteniendo los horarios, la actividad que hacíamos antes, lograremos mantener el ritmo previo al cambio horario sin notarlo especialmente", aconseja David Pérez,  jefe de Neurología del Hospital Infanta Cristina de Parla (Madrid) y director de la Fundación del Cerebro.

A pesar de sentirnos extraños o un poco más bajos de ánimo, no debemos automedicarnos: "El cambio de horario y luminosidad del verano al invierno es una circunstancia normal de la vida que no hay que medicalizar. Nos puede costar un poco, pero no hay que recomendar ninguna medicación", afirma.

No sabemos el porqué pero nuestro cuerpo está más habituado a tener jornadas más prolongadas de veinticuatro horas que al contrario. "Cuando se han realizado experimentos se observa que el horario circadiano (ritmo biológico durante un día) no es de veinticuatro sino que se prolonga a veinticinco o más horas y está muy influido por estímulos externos como el sol, etc. Pero cuando un sujeto se encuentra en una cueva o en una estación espacial, y come o duerme cuando quiere, los tiempos tienden a prolongarse", explica David Pérez.

Niños y ancianos, más sensibles al cambio

No existe diferencia de adaptación entre hombres y mujeres. Todos, el domingo, tendremos una jornada de veinticinco horas. Estaremos más descansados gracias a la hora más de sueño y nos adaptaremos mucho mejor al nuevo horario.

Sí influye más en ancianos y en los más pequeños. Los niños tienen un horario de sueño mayor. Les afectan más estos cambios por el sueño y la alimentación pero tienen gran facilidad de adaptación. En los mayores la consecuencia es más importante.

"Sus horarios de sueño son más cortos, y por tanto el cambio, en el porcentaje de sueño total, es mayor", señala el especialista. En el caso de sufrir enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer o el párkinson, lo sufren mucho más: "Estos pacientes tienen un caos en el ritmo biológico, somnolencia durante el día, insomnio por la noche. Si añadimos cambios horarios producidos por el ser humano las consecuencias pueden ser peores".

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