[Berlín 2014] Repesca resacosa

Los Osos (de Plata y de Oro) han vuelto a abandonar la ciudad; lo mismo ha hecho buena parte de la prensa especializada. Los cuatro gatos que todavía rondamos por Berlín hemos aprovechado para probar suerte con las últimas repescas, así como para reflexionar sobre las pequeñas/grandes joyas que nos ha legado la 64ª Berlinale. Por VíCTOR ESQUIROL
[Berlín 2014] Repesca resacosa
[Berlín 2014] Repesca resacosa
[Berlín 2014] Repesca resacosa

¿Cómo me he despertado hoy? Triste y de mala leche. ¿Será la soledad? Quizás. Y es que una vez desvelado el palmarés, se desató, casi inmediatamente, la desbandada general. Cuando ha empezado la última jornada de esta Berlinale, buena parte de los profesionales que han estado viviendo estos últimos días en el certamen, no es que hubieran abandonado la ciudad, es que ya hacía horas que estaban reinstalados en sus cálidas, cómodas y tranquilísimas casas. Hogar, dulce hogar... qué envidia. Más aún cuando la ley anti-tabaco es una normativa que todavía está por descubrir en esta ciudad. Está empíricamente demostrado: las resacas son mucho más cabronas con humo rondando el cerebro. Y así es precisamente como se ha levantado todo el mundo hoy en este festival: resacoso. Por suerte, la última tanda de películas empezaba tarde, circunstancia ideal para recuperar unas cuantas horas de sueño (y las que quedan todavía...) y para prepararse a conciencia el atracón final, que en este certamen acostumbra a venir trufado de pequeñas grandes joyas (en los últimos años, y siempre en las ultimísimas sesiones, nos cruzamos, casi sin quererlo, con joyas del calibre de Marina Abramovic: la artista está presente, Alabama Monroe o The Act of Killing). De modo que, a desperezarse se ha dicho, y a seguir la estela de esos dos últimos títulos, es decir, a averiguar qué dos películas de la Sección Panorama han sido este año las favoritas del público. De modo que...

¿Quién ha ganado en la categoría “Ficción”? Una película cuya actriz principal, Meron Getnet, ha tenido que poner pies en polvorosa poco antes de que empezara la proyección, pues su visado de turista expiraba en menos de una hora. Genial. Una película basadísima en hechos reales. Permiso para lamentarse en un sonoro: “¡Oh no!” Y en efecto. Técnicamente, Difret es una película etíope. Su ficha artística y técnica está compuesta, en su práctica totalidad, por gente de ese país africano... pero a uno no se le quita casi nunca la molesta sensación de que al salir de dicha sesión, seguirá sin poder decir, sin sentir un pequeño ataque de mala conciencia, que por fin ha visto una película de Etiopía. “Angelina Jolie presenta...” así empieza el filme y, de nuevo, “en efecto”. Zeresenay Mehari nos lleva a Addis Abeba (y a sus alrededores), para presentarnos al personaje realísimo de Meaza Ashenafi (ingenua abogada empeñada en creer que todo el mundo es igual ante la ley), y más en concreto, para contarnos uno de los casos más aterradores de su carrera. Poco después de cumplir catorce años, la angelical Hirut vuelve de la escuela y... su vida cambia para siempre. Es raptada por el hombre que poco más tarde la violará, y unos días después, se casará con ella. Lo mismo que al Norte del Muro. Lo peor es que hay sitios en el mundo en que todo esto no es motivo de escándalo... pero sí lo es el que la pobre muchacha, en un intento frustrado de fuga, y viendo en serio riesgo su vida, mate a su captor. A pesar de todos los reproches que puedan hacérsele a la cinta, se entiende perfectamente el por qué de su éxito entre el “gran público” (unas semanas antes, Mehari se hizo también con el favor de la audiencia de Sundance), pues a lo largo de su hora y media de metraje, aprovecha al máximo sus virtudes (que las tiene) para calar bien hondo en la fibra sensible de todo aquel dispuesto a pasar por alto sus tropiezas (que también se le contabilizan, y no son precisamente pocas). El cine africano luce orgulloso su envoltorio y, por si las moscas (y porque paga quien paga) se empapa de conciencia occidental. Así, no debe extrañarnos el que la valerosa letrada que lucha por los derechos de la mujer en su país, nos recuerde terriblemente a Erin Brokovich, o incluso a la pesada de Oprah Winfrey. El uso de los fundidos a negro no deja lugar a dudas: la tragedia humana siempre está ahí... pero podemos vendarnos los ojos siempre que no podamos soportar el espectáculo. La filosofía (de vida, de hacer cine...) es peligrosa, y puede desembocar (y efectivamente, lo hace) en planteamientos simplistas, maniqueos y hasta ridículos en su obviedad. Pero ahí queda el retrato de tan miserable realidad, tan indiscutiblemente bien presentado, y claro, a la ONU le encanta, seguro, y a la Jolie, claro está y, por supuesto, al Público (con “P” mayúscula).

¿Quién ha ganado en la categoría “No-Ficción”? Un documental que tira de herramientas más propias de la “ficción” más pura. Der Kreis (The Circle) es una película dedicada a “El círculo”, publicación clandestina y lugar de encuentro también en la sombra que, con sede en Zúrich, y con las décadas de los 50 y 60 como momento álgido de su actividad / popularidad, ofreció a la comunidad homosexual de la época una válvula de escape, de valor incalculable, a buena parte de sus deseos y necesidades. Fue también el lugar donde se conocieron Ernst y Röbi, acaramelados componentes de la que sería la primera pareja gay en poder casarse en Suiza. Tanto el uno como el otro son presentados como dos entrañables ancianitos que mantienen la llama del amor como si fuera la primera vez en que los ojos del primero se toparon con el segundo... pensando que estaban viendo a la mujer más preciosa que jamás se había paseado por este maldito planeta. Suena algo confuso, pero el director Stefan Haupt se encarga de que no lo sea. Y lo hace yendo en contra de lo que marcan la mayoría de “manuales del buen documentalista”. Las entrevistas con los protagonistas y el material de archivo se ven reducidos a mínimos históricos. Por el contrario, gana cuota de pantalla (y de qué manera) la reconstrucción clásica de la acción. La dramatización (donde importan la ambientación, las interpretaciones de los actores y otras imposturas) totalmente subyugada, como exigía la ocasión, al criterio de los narradores. Así, aunque en un principio el resultado final pueda desconcertar y hasta parecer (pero sólo parecer) algo acartonado, lo cierto es que no tarda en confirmarse como lo que realmente es, es decir, un encantador álbum de fotos híper-nítidas, cuyo repaso nos deja, una vez volteada la última página, con la sensación de que ya estamos totalmente familiarizados con un momento, una época... y una historia de amor memorable.

¿Qué -demonios- pasa en Grecia? Lo que ya sabemos. Lo que los telediarios, periódicos, documentales y programas de radio se encargan de repetirnos día sí, día también. Pasó que el sistema financiero se acatarró... y a raíz de esto, y desde entonces, algunos siguen enfermos terminales. Standing Aside, Watching es uno de los muchos testigo del horror heleno; otra muestra a tener en cuenta de este nuevo y terrible (y por ello necesario, nunca está de más recordarlo) cine surgido directamente de las cenizas. Y de momento, el ave fénix ni está ni se le espera. Yorgos Servetas pone voz -en off- a su protagonista, quien nos habla de la época en la que nació (a mediados de la década de los ochenta), de lo atrasada que parecía no hará ni diez años... y de lo idílica que parece ahora mismo. Su nombre, por cierto, es Antígona, y siglos después del desaguisado de Tebas, sigue peleada con(tra la locura de) toda la comunidad. "Servetas Vs The World". Con la frialdad, violencia y asco generalizado tan característicos de esta renacida (?) cinematografía, pero con mayor ritmo y continuidad en la intensidad (y desgraciadamente, con algún que otro exceso a la hora de subrayar la moraleja y, por lo tanto, a la hora dequerer reivindicar su contundencia), el director nos lleva a ese infierno que, desgraciadamente, cada vez conocemos mejor (bendito cine...). Ahí, el rol de la mujer (en general) será pisoteado una y otra vez para recordarnos que toda la mierda vivida en pleno s.XXI quizás sea el resultado de una catástrofe mucho más antigua; mucho más clásica. Hablamos, por supuesto, de la Guerra del Peleponeso. La que perdió Atenas; la que ganó Esparta... y en la que parece que el mayor perjudicado fue el mundo civilizado. Desde entonces, y hasta ahora, la barbarie. Llámese crisis económica, misoginia, perversión del poder... o todo a la vez.

¿Y en Georgia? Ni idea, sinceramente. Y perdón por el cretinismo. Por suerte, ahí está su pequeña industria fílmica para ponernos un poco al día, y para dejar claro que, por increíble que pueda llegar a sonar, se ha convertido en esta Berlinale en una de las más fiables fuentes de alegrías. Un ejemplo de ello lo encontramos en Blind Dates, exquisita película escrita y dirigida por Levan Koguashvili, quien decide seguir, hasta llegar al acoso, las desventuras amorosas de dos entrañables cuarentones de Tblisi que todavía viven con sus padres. Todo empieza con una desastrosa doble cita a ciegas, y al igual que aquella desternillante cinta de Blake Edwards (pero de manera radicalmente diferente), la aleatoriedad del viento y del carácter humano se convertirá en el único criterio a la hora de decidir la dirección y el tono que van a tomar los acontecimientos. Basculando continuamente entre la comedia tristona y el drama más alegre, Koguashvili parece encontrar sus propias variables a los preciosos postulados del gran Aki Kaurismäki. Y así se muestra siempre esta deliciosa perla: entrañable, cariñosa, marcianita... cálida (y mucho) en su gelidez. Casi perfecta, tanto en la técnica (impecable fotografía, excelsa puesta en escena, inmejorable aprovechamiento de cada encuadre...) como en todo aquello que queda en manos de lo estrictamente artístico (se podría hablar de cómo cada uno de los actores es capaz de enamorar perdidamente al espectador, y sólo estaríamos empezando....). Una delicia.

¿Quién fue John Wojtowicz? El más cachondo de todos. En todos los sentidos. ¿Que por qué se metió en tantos líos? Porque se pasó casi toda su vida al mismo nivel hormonal que un mandril en celo. ¿Que cómo descubrió que era gay? Porque durante una noche cualquiera, en una academia militar, se despertó con su pene en la boca de otro recluta... y le encantó. Son sólo dos de las muchas perlas soltadas por el tal Wojtowicz, quien además tuvo tiempo, en un momento dado de su vida, de protagonizar uno de los atracos más sonados de la historia de la historia de los Estados Unidos y que, poco después, acabaría inspirando el clásico de las heist movies Una tarde de perros, de Sidney Lumet. Sí, John Wojtowicz fue el germen de aquel imborrable Al Pacino. El documental de Allison Berg y François Keraudren está dotado de la inteligencia suficiente como para no centrarse exclusivamente en este jugosísimo episodio, sino que intenta abarcar toda la vida (completísima, sin lugar a dudas) de un personaje tan carismático como irrepetible. Es como si fuera una versión más trabajada y lograda del Tabloid del gran Errol Morris. En otras palabras, es un acercamiento modélico (y cariñoso, y divertido... y único) no sólo a una estrella en la sombra que merecía ser rescatada del olvido, sino también a los locos mecanismos de nuestra sociedad, siempre ansiosa por encontrar un nuevo escándalo; una nueva bomba...

¿Y Vivian Maier? Un fantasma. Un recuerdo en la memoria de cuatro afortunados... y también, posiblemente, una de las mejores fotógrafas que jamás hayan existido. Ganadora de la “medalla de plata” en la carrera por el Premio del Público al Mejor Documental de Panorama, Finding Vivian Maier empieza como aquel engaño tan estimulante que rodaran, hará ya casi veinte años, Peter Jackson y Costa Botes. Forgotten Silver (así se titulaba la genial broma) nos contaba “la verdadera historia del cine” a raíz del increíble hallazgo de unas bobinas de celuloide que demostraban que el cineasta neozelandés Colin McKenzie fue el verdadero inventor de lo que hoy conocemos por “séptimo arte”. El pistoletazo de salida de la cinta que ahora nos ocupa está también en el descubrimiento accidental de decenas de miles de negativos que resultan ser el -magistral- legado artístico de una tal Vivian Maier. Una vez reveladas algunas de sus fotografías, y después de haber pasado éstas por los ojos más expertos, se determina, por contundente unanimidad, que se acaba de rescatar una de las obras fotográficas más impresionantes jamás vistas. (adelante, no se corten; googleen todo lo que quieran) A estas alturas, la mandíbula del espectador está, por supuesto, al nivel del suelo. Afortunadamente, los directores John Maloof y Charlie Siskel no se quedan ahí y deciden indagar más y más, no sólo en la misteriosa vida de Mrs. Maier, sino en la propia construcción y preservación de los recuerdos, estableciendo así las bases para un encomiable estudio sobre la propia narración fílmica, tan ameno como interesante, y con una abrumadora capacidad para plantear infinidad de preguntas (que de esto debería tratarse) más allá del primerísimo primer plano.

CINEMANÍA en Berlín 2014

Crónica 12: El Oso negro sobre el fino hielo... Yinan Diao conquista la Berlinale

Palmarés del festival

Crónica 11: Yamada, el bello; McDonagh, la bestia

Crónica 10: Linklater, la infancia, el tiempo... y todo lo demás

Crónica 9: Amini, Llosa y Murga, unos tipos Speciales

Crónica 8: 'Güeros': Tomás, su sombra y la ciudad

Crónica 7: Aladag, Aïnouz, Economides (y Adrià), jinetes del Apocalipsis

Crónica 6: Ensayo sobre la ceguera, by Ye, Petter Moland, Resnais & Vogt

Crónica 5: Lars, un fustigador de verdad

Crónica 4: De cómo Bong Joon-ho se congeló

Crónica 3: Mr. Clooney se desploma; Monsieur Gondry nos ilumina

Crónica 2: Edward Berger y Yann Demange presentan candidatura

Crónica 1: Wes Anderson abre las puertas del Palast

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