Vizcaya

Península de calles vacías

Hace 60 años Zorrozaurre era un barrio señorial. Las doncellas de uniforme, con su cofia y todo, o los coches de caballos eran habituales en la Ribera de Deusto. Dicen los vecinos mayores que la apertura del canal en los años sesenta acabó con la vida del barrio. Ahora, aseguran que llevan 40 años «olvidados de la mano de Dios». María Luisa, vecina de Zorrozaurre «de toda la vida», recuerda aquella época de esplendor y la rememora entonando las notas de un viejo cantar: «Yo quisiera ser de Deusto y vivir en la Ribera, para ver pasar los barcos y también las galleteras; ahora ya no hay barcos ni galleteras», señala nostálgica.

Esta vecina acude a diario a comprar el pan a la carnicería que, junto con el estanco, es una de las dos únicas tiendas de todo el barrio.  «Esto está muy muerto; yo a veces salgo a la calle, miro para los dos lados y me digo: ¿qué pasa en este pueblo, que  nunca hay nadie?», comenta Ascensión, regente de la carnicería. Seis bares y una cervecera completan el «parque comercial» de una península de calles vacías.

Con apenas 500 vecinos, Zorrozaurre está muy pendiente de lo que va a pasar allí cuando se inicie el proyecto de urbanización diseñado por la iraquí Zaha Hadid. «Vamos a pasar a ser 15.000 vecinos, con lo que se va a notar un gran cambio», explica Almudena Garrido, presidenta de la asociación de vecinos.

Éstos se muestran preocupados por la incidencia del proyecto en sus viviendas. Una de sus exigencias es que la rehabilitación de sus casas corra a cargo del proyecto. «Llevamos muchos años olvidados, ahora tienen que compensarnos», sentencia Almudena, que asegura que con las obras «nuestras casas pueden sufrir mucho, porque todas las estructuras son de madera y tienen muchos años».

Pero  no es este el único problema que afecta al barrio. Los actos vandálicos de los fines de semana, cuando cierra la discoteca Mao Mao, antiguo Columbus, traen de cabeza a los vecinos. «La gente ya no deja el coche los fines de semana porque los retrovisores vuelan», apunta Garrido. Exigen un mayor control policial, «sobre todo a la hora del cierre».

Los vecinos

Carlos J. Fernández. 36 años. Transportista.

«Éste es un barrio que ha mejorado mucho gracias, sobre todo, a la labor que están haciendo en la asociación de vecinos; se lo están currando. Me parece que con las nuevas viviendas se va a revalorizar mucho».

Natalia Gutiérrez. 48 años. Camarera.

«Yo estoy encantada con este barrio. Durante el día es un lugar muy  tranquilo donde se conoce todo el mundo. Lo que más me preocupa es el gamberrismo que hay por las noches los fines de semana».

Ángel 79 años. Jubilado.

«Yo llegué aquí con sólo tres años, hace ya 76, y la verdad es que en este tiempo ha cambiado mucho. Recuerdo cuando estaba el tranvía, los botes o las calles llenas de gente. Hoy en día este barrio está un poco muerto».

Tráfico, ruidos y ‘okupación’

La península de Zorrozaurre está tomada por antiguas fábricas que producen mucho ruido. Es una de las quejas habituales entre los vecinos que, además, soportan a diario una gran cantidad de tráfico por la única carretera que atraviesa el barrio. Allí está el depósito municipal de vehículos, donde las grúas entran y salen sin parar. «Por si fuera poco, tenemos también muchos okupas; aunque debe de haber menos que antes, porque ya no se ven tantos perros», señalan.

«Salgo a la calle, miro para los dos lados y me pregunto: ¿Qué está pasando en este pueblo, que nunca hay nadie?»

Ascensión Regente de la carnicería

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