Descubriendo el País Vasco y la Navarra... francesas

  • Biarritz es una bella ciudad costera con casino muy visitada por surfistas.
  • San Juan de Luz aún conserva su ambiente marinero.
  • Sola, al pie de las altas cimas pirenaicas, es un lugar para perderse.
Casas en primera línea de playa en San Juan de Luz.
Casas en primera línea de playa en San Juan de Luz.
FLICKR/Rufino Lasaosa
Casas en primera línea de playa en San Juan de Luz.

Las fronteras que el País Vasco y Navarra tienen con Francia son un interesante lugar por descubrir. Labort, Baja Navarra y Sola constituyen una región con esencia propia que no pasa desapercibida. De pueblos marineros a perdidos por los valles, la variedad de la zona no te dejará indiferente.

Las fronteras del País Vasco y Navarra con el país vecino es una zona del sur de Francia integrada en la región pirenaica atlántica. Se compone de tres territorios, que son Labort (Lapurdi), Baja Navarra (Behe Nafarroa) y Sola (Zuberoa) que si bien no constituyen una unidad administrativa dentro de Francia, son una importante región histórico-cultural al contar con una cierta esencia propia.

Labort y el encanto de las villas marineras

El más occidental de los tres territorios, Labort, cuenta con los núcleos urbanos más importantes. Su capital, Bayona está surcada por los ríos Nive y Azur y fue construida en el 950 sobre las ruinas de un antiguo castro romano. Ha vivido grandes etapas de la historia y entre sus anécdotas dio nombre a las bayonetas (escopetas con cuchillos de caza). Brilla con luz propia en la ciudad la catedral ojival de Santa María, coronada por dos campanarios de 85 metros de altura. El sepulcro de San León y su claustro de 1240 le valieron el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad.

Pero el encanto especial de Lapurdi responde principalmente a su hermoso litoral. Biarritz es una bella ciudad costera en el Golfo de Vizcaya con pasado ballenero. Su casino y su Grande Plage, muy visitada por los surfistas, conforman un importante centro turístico a tan sólo 18 kilómetros de la frontera. La mezcla de peregrinos de la tabla y adinerados disfrutando de su retiro aporta al pueblo un carácter cosmopolita. Entre sus edificios se encuentra el lujoso Hotel du Palais construido por Napoleón III para servir de residencia de Eugenia de Montijo.

Otro antiguo puerto ballenero es San Juan de Luz. Aún conserva su ambiente marinero y una esencia provinciana bien conjugada con la modernidad que aportan sus faros cubistas. El arte está fuertemente arraigado y los pintores se reúnen en torno a la plaza de Luis XIV, para ser testigos de atardeceres soleados en sus animadas terrazas. La artesanía también imbuye sus calles con tiendas de alpargatas, paños vascos o delicatessen de la tierra.

Las viviendas de Luis XIV y su esposa María Teresa, que aquí se casaron, son dignas de visitar. La huella de tal evento queda en una inscripción en la iglesia de San Juan Bautista, que celebra multitudinarios y musicales oficios cada domingo. Las poblaciones vecinas de Ciboure y Sokoa perpetúan esa misma imagen marinera. Mientras en la primera destaca la Casa Holandesa, lugar de nacimiento de Mauricio Ravel, en la segunda lo hace el fuerte a pie de puerto y sus calmadas playas.

Desde aquí hacia el sur se descubre toda una línea de costa salvaje marcada por los acantilados abruptos y las praderas pobladas de caseríos hasta llegar a Hendaya, muy cerca de la frontera. Esta población es referente al hablar de playas de la costa del sur de Francia. El buen tiempo y la limpieza y calidad de sus arenales disponen cuatro kilómetros de paraíso para bañistas, paseantes y surfistas. Además, la riqueza ecológica que supone un sistema dunar de estas características hace de ella un impagable paisaje, cambiante según el estado de la mar.

Sola, en la profundidad de los valles

Más al sur y sumidos en el interior, los parajes de Sola se extienden al pie de las más altas cimas pirenaicas. Su capital es Mauleón, formada por dos pueblos ahora unidos, aunque separados por el río. En la Villa Alta domina el paraje una antigua fortaleza-prisión que pasó por muchas manos. En la otra orilla encuentra su contrapartida en el magnífico palacio de Arnaud Maytie, el obispo que expulsó a los protestantes de la ciudad. Aún conserva vestigios de la artesanía del zapato de un tiempo en que aragoneses y navarros se desplazaban aquí a trabajar en el sector.

Por lo demás Sola es un lugar para perderse, con un puñado de aldeas inmersas en valles y profundos bosques. En su parte sur está la selva de Irati un inmenso hayedo y lugar de trashumancia que no fue atravesado por caminos hasta el siglo XX. En su entorno destacan las granjas suletinas, muy diferentes de los típicos caseríos vascos y el Saison, el gran río que recorre la provincia, envalentonado por las aguas del deshielo. En la cima de la Magdalena se halla un mirador natural que ofrece vistas vertiginosas de un paisaje de exuberante verdor.

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