Pioneras en la galaxia Michelín
Es curioso, hacer de comer ha sido siempre cosa de mujeres, pero los laureles gastronómicos coronan más cabezas masculinas. ¿Por qué? «Dedicarse a este tipo de cocina es incompatible con cualquier otra cosa. Las diez horas diarias no te las quita nadie, y trabajamos seis días a la semana. Mi familia es de Córdoba. Yo no la veo nunca. Vienen ellos a Marbella más que voy yo por allí».
Para Celia, la llamada de la cocina ha sido parecida a quienes dejan todo por las misiones. «Siempre me había gustado cocinar, pero no me animaba. A los dos años de estudiar historia me planté y dije: me voy a hacer cocinera. En mi casa se asustaron. ¡Nadie se dedicaba a esto!».
La historia de Susana López es diferente. Viene de casta hostelera. Echó los dientes en la cocina de La Espuela (Antequera), el restaurante de sus padres. Ahora manda allí. Ni recuerda a qué edad empezó a pelar patatas. Con 12 años fue alumna de Arzak.
Las trayectorias de Celia y Susana convergieron hace unos años en la escuela de hostelería La Cónsula, a donde han vuelto durante unas jornadas de antiguos alumnos. Son dos pioneras en una galaxia Michelín que desmitifican sin acritud. «La cocina siempre ha sido creativa, y hay que experimentar, pero sin caer en la estafa o en el disparate», apunta Susana. La sensatez sigue siendo femenina.