Vizcaya

Los bares del Casco Viejo ganan el triple en verano

Turistas, en una terraza de la plaza Santiago de Bilbao ayer por la tarde.(U. E.)
En verano, los bares de Bilbao hacen la maleta. Unos, para marchar de vacaciones porque no hay clientes, y otros, para hacer negocio. La hostelería de la zona turística llega a triplicar su clientela en julio y agosto.

Eso es algo que empezaron a detectar los dueños de los bares del Casco Viejo desde el año pasado. Hasta entonces, el calor era la señal para echar la persiana, pero en 2005 la cosa cambió y «este año desde luego se mantiene», dice Txema Diz, portavoz satisfecho de los hosteleros del Casco Viejo. Los locales de la plaza Nueva o de calles como Jardines o Santa María hacen su mayor negocio estos días.

El motivo es evidente –los turistas venidos de fuera– y las consecuencias, sorprendentes para Txema: «Hay lunes en los que no hay sitio para cenar en un restaurante del Casco Viejo. Algo impensable hace unos años».

Y es que el marketing turístico ha logrado convertir el alterne, los pinchos y la cocina bilbaína en un atractivo que da unos beneficios hasta ahora inéditos.

Pero todo esto es sólo para la zona turística, porque estos días son vacas flacas para el resto de la hostelería, y en especial la nocturna. La fiesta se desploma en Bilbao al terminar los exámenes de los estudiantes y no se recupera hasta entrado el curso.

Y parecido percal para los bares del resto de Bilbao, cuenta Ángel Gago, presidente de la Federación

de Hosteleros de Euskadi. «Agosto era catastrófico para todos, ahora sólo para casi todos», ironiza. Él aconseja visitar bares de San Ignazio, Uribarri o Sarriko para ver que el negocio en verano es sólo para unos pocos.

No hay datos oficiales que registren la hostelería que cierra en verano. No sería fiable, explica Gago, porque «cada dueño tiene su propio sistema de supervivencia». Sin cliente no hay bar, y éste cierra hasta su vuelta.

Semana grande para unos pocos

Aste Nagusia engaña. Da beneficios millonarios a los bares, pero sólo a algunos, «los de El Arenal y poco más», explica Ángel Gago. Y no es sólo el verano lo que perjudica su negocio. Los horarios de cierre cada vez son más severos. «Las instituciones son incapaces de solucionar los problemas de suciedad y ruidos y canalizan su impotencia contra nosotros», protesta.