La Selva de Irati, un paisaje a visitar antes del fin del otoño

  • Es el segundo hayedo-abetal más extenso y mejor conservado de Europa.
  • Son 17.000 hectáreas que se mantiene en estado casi virgen.
  • Dos zonas de Irati son reservas naturales, las de Mendilatz y Tristuibartea, y otra es reserva integral, la de Lizardoia.
Un paisaje de colores vivos que se transforma en cada estación.
Un paisaje de colores vivos que se transforma en cada estación.
FLICKR/moscayan
Un paisaje de colores vivos que se transforma en cada estación.

La Selva de Irati, en Navarra, es uno de esos bosques mágicos y únicos de los que disfruta la Península Ibérica. El otoño está por acabar, así que conviene aprovechar porque la variedad cromática de este paisaje alcanza su máximo esplendor en otoño cuando marrones cálidos, amarillos intensos o embriagadores rojos tiñen las copas de los árboles.

Se trata del segundo hayedo-abetal más extenso y mejor conservado de Europa, después de la Selva Negra de Alemania. Una inmensa mancha verde de unas 17.000 hectáreas que se mantiene en estado casi virgen.

La Selva de Irati se encuentra situada en el Pirineo oriental navarro, en una cuenca rodeada por montañas (Ori, Abodi...), en la cabecera de los pirenaicos valles de Aezkoa y Salazar. Tupidos hayedos, pastizales, abetos y frescas aguas componen este bosque único, un paisaje de colores vivos que se transforma con cada nueva estación.

Este bosque es un tesoro natural con gran valor ecológico en el que conviven distintas figuras de protección como las reservas naturales de Mendilatz y Tristuibartea y la reserva integral de Lizardoia.

Un bosque casi virgen

La Selva de Irati brinda multitud de sensaciones: el encuentro a solas con la naturaleza, el rumor salvaje del agua entre hayas y abetos, el frescor del río Irati o del embalse de Irabia, el sonido huidizo de los animales y de las hojas caídas en otoño, el olor a los frutos del bosque y la suavidad del manto de hierba que cubre esta joya de los Pirineos.

Rica y variada es su flora. En la actualidad, hayas y abetos conviven con tilos, avellanos, olmos, sauces, arces, boj, enebro, helechos, líquenes, musgos, patxarán y solitarios robles que recuerdan que fue el árbol mayoritario en sus orígenes.

La espesura de los bosques o los luminosos pastizales de las zonas altas sirven de refugio y hábitat a valiosas poblaciones de animales salvajes. Aves, como reyezuelos, pinzones, petirrojos, pito negros o dorsiblancos, especies acuáticas como las truchas y otras como zorros, jabalís, martas y corzos.

Para disfrutar de todo ello hay 14 nuevos miradores interpretativos que se han situado en lugares estratégicos y que ofrecen las mejores panorámicas.

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