[Crónica Sitges 2013] El eterno Brian De Palma y el bendito espíritu de 007

Emoción con 'Passion', de Brian De Palma, hartazgo con 'Machete Kills', de Robert Rodríguez, y el 'remake' de la caníbal 'Somos lo que hay'. Por TONI VALL
[Crónica Sitges 2013] El eterno Brian De Palma y el bendito espíritu de 007
[Crónica Sitges 2013] El eterno Brian De Palma y el bendito espíritu de 007
[Crónica Sitges 2013] El eterno Brian De Palma y el bendito espíritu de 007

¿Qué me ha emocionado? Passion, de Brian De Palma, claro. Se proyectó ayer dentro de la sección Seven Chances pero su recuerdo es tan poderoso y pegajoso que me he levantado con sus esencias todavía retumbado en mi habitación. Si cineastas tan amados como Bergman y Godard titularon en su día Pasión alguna de sus obras, era de esperar que De Palma hiciera lo mismo. Sus críticos hallarán en ella los mismos motivos de siempre para atizarle: su proverbial desmesura formal, su libérrimo sentido de la narración fílmica, el gusto rococó inquebrantable etc. Lo mismo que sus fanáticos amamos, vaya. Parece que De Palma la haya parido habiéndose fumado toda la hierba de Craig Wasson en Doble cuerpo. Es tan emocional, sincera y personal que solo puede uno desear que no sea nada semejante a un testamento aunque las imágenes y sobre todo, las sensaciones, se empeñen en sugerir un aire de réquiem. Passion, por cierto, fue el principal tema de conversación en los corrillos de la concurrida fiesta de los veinte años Seven Chances de ayer por la noche. Buena música –gentileza de Beatriz Martínez- y buena compañía.

¿Qué se ha visto hoy? Pues un cóctel de naderías, me temo. Bueno, maticemos, Machete Kills no es ni mucho menos una nadería, pero se me antoja poca cosa más allá de un puro, loable y fútil divertimento –perdón, no se me ocurre otra palabra. No es solo una secuela, sino que Robert Rodríguez se cita a si mismo –Planet Terror- y a su colega Tarantino –Death Proof- en esta verbena con diáfano espíritu grindhouse, que acumula todos los excesos del exploit más festivo y barriobajero. Caligrafía los logros y memeces de su antecesora, homenajea un cine cuyo mérito más logrado es el delirio y la desmesura, las tetas de las dominatrix y los miembros cercenados de todo quisqui. Lo más emocionante es que Rodriguez confía a Mel Gibson un villano de alegre espíritu bondiano, un sosias del Hugo Drax de Moonraker, obsesionado con unos absurdos planes megalómanos. Uno, que se hizo cinéfilo gracias a 007, lo celebra, y no saben cómo. ¿El problema? Su incomprensible duración: 108 minutos para una peli que no debería superar los 80.

Pero no dejemos todavía al agente secreto con licencia para matar. Medio india, medio británica, Monsoon Shootout, de Amit Kumar empieza con un excelente teaser de elocuente influencia bondiana: los tres ratones ciegos de Dr No y unos castellers hindús que me hicieron relamerme los bigotes. Un espejismo. El director quiere que reflexionemos sobre las consecuencias de nuestras decisiones y plantea tres narraciones distintas dependiendo de la decisión –acertada, errónea u honesta- que toma el protagonista. Más allá de que su matiz fantástico esté pillado por los pelos, es tan plana y está tan mal interpretada que la desconexión es casi automática. Por lo menos confirma que en la India no solo se han inventado algo tan lamentable como el tinglado de Bollywood. Lo otro también lo hacen mal.

Pero el premio al latazo del día se lo lleva sin duda We Are What We Are, remake americano de la ya de por si prescindible Somos lo que hay –vista aquí en 2010- que juega las cartas del american gothic de forma tan plúmbea y pretenciosa que sólo con rascar uno poco bajo su en principio atractiva apariencia fantasmal, se descubre un vacío absoluto. Jim Mickle se monta un señor galimatías para contar una historia de canibalismo, miedos ancestrales y niños turbadores –Henry James hizo mucho daño.

Una jornada de vaivenes y altibajos, en fin, que jamás termina por el mero hecho de poner el punto y final a crónica como la que acabas de leer.

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