Artes

Comparan las obras de Chaim Soutine y Francis Bacon, grandes maestros de la carne

Óleo de Soutine realizado en 1925
Chaim Soutine - Musée de Grenoble

"Si voy a la National Gallery y veo alguno de los cuadros que me emocionan, no es tanto la pintura lo que me agita como las válvulas de las sensaciones que se abren en mi interior cuando las contemplo", decía el pintor irlandés Francis Bacon (1909-1992).

No es casualidad que utilice la palabra válvula para referirse a lo que sucede en su interior. El artista exploró toda la vida al cuerpo humano desde un punto de vista cruel y macabro, retratándolo como el más feo e imperfecto de los mecanismos. Para Bacon el cuerpo humano, la carne, eran humillantes como materia prima. Un error irremediable de la creación.

La galería Helly Nahmad de Nueva York inaugura Soutine/Bacon, la primera comparativa de las obras de Chaim Soutine (1893-1943) y Francis Bacon.

La exposición demuestra que la obra del bielorruso Soutine  fue la causante de que se abriera una válvula importante en el interior del dublinés, interesado desde la niñez en las carnicerías. Los torsos de reses que el ya fallecido pintor mostraba en sus lienzos sin la menor de las compasiones tal vez fuera determinante para que el joven y todavía indeciso Bacon comenzara a pintar.

El pintor y la úlcera sangrante

Soutine no tuvo la categoría de figura mundial de Bacon. La época y el contexto eran otros.

De familia judía, Soutine se hizo con la técnica de sus cuadros casi de manera innata. Emigró a París y estudió en la École des Beaux-Arts. Muy amigo del pintor Amedeo Modigliani, tuvo la suerte de vender cuadros pronto, entrar en el negocio del arte y que su obra fuera reconocida. Los años veinte fueron los mejores de su carrera.

Con la llegada de la II Guerra Mundial y la invasión de Francia por las tropas alemanas, el pintor escapó, aterrado de la Gestapo. Durmió en bosques y escondrijos. La úlcera que sufría desde hacía años acusaba los nervios y terminó por sangrar hasta causarle la muerte en el quirófano cuando se le sometieron  a una operación de urgencia. La carne, como decía Francis Bacon, es imperfecta.

Los lazos de unión, a pesar de no coincidir en el tiempo ni en el lugar, son notables: ambos pintan con numerosos estudios previos y muestran una técnica maestra a la hora de ilustrar la carne con óleo. Los dos reinventaron de manera agresiva las pinturas de los viejos maestros, renovando hasta lo cruel, con trazos violentos y rápidos, el modo de ver la anatomía.

Las escenas de Bacon descubren a un hombre desordenado e inquieto que estudiaba tanto la actividad de los cuerpos como la muerte. En su estudio-vertedero, entre montañas de pinceles, trapos y papeles, convivía una enorme cantidad de fotos de animales saltando, atletas, posturas de boxeadores, tiras de fotomatón movidas, recortes de Velazquez y de Goya...

En el caso de Soutine la presencia tenía que ser física: no podía pintar nada si no lo tenía delante. Para el retrato que hizo de una res de vaca, se hizo con una en la carnicería y la tuvo en su casa durante días. Con este modelo ella pintó una serie de 10 cuadros, hasta que el hedor fue tan insoportable que los vecinos llamaron a la policía. Ya se sabe cómo es la carne de traicionera.

La exposición en la galería Helly Nahmad se puede ver hasta el 18 de junio. Reune trabajos de colecciones privadas y museos como el Metropolitan de Nueva York, el Pompidou de París, el Albertina de Viena, la Tate Modern y la Bacon Foundation de Londres.