Caso 1: Camisa de lino de manga larga, remangada, en tonos claros. Varios botones abiertos. Pantalón chino beige, ligeramente estrecho y cortado al tobillo. Alpargatas o menorquinas. Reloj de esfera grande y correa metálica. Varias pulseras de cuero. Pelo con flequillo y gafas Ray-ban.
Caso 2: Vestido de color brillante, pegado al cuerpo. Sin sujetador. Sandalias de taconazo y tiras apretadas a la pierna. Bronceado extremo, maquillaje intenso y pelo con efecto mojado. Mucha joyería y bolso brillante.
Probablemente no necesitéis fotos para identificar a estos dos personajes absolutamente ficticios. Por seguro os los imagináis en un entorno determinado y rodeados de gente que visten y se comportan exactamente igual que ellos. Es lo que se llama un estereotipo, cierto, pero que se convierte en tal porque son características compartidas por un grupo de personas. ¿A dónde quiero llegar con esto? Pues que parece que aunque la posibilidad de comprar ropa ahora es ilimitada resulta que al final todos vestimos igual. O por lo menos igual a nuestros pares.
Lo más curioso de todo es que si luego preguntamos a cada uno de los miembros de este grupo imaginario seguro que todos ellos nos dirían que tienen su propio estilo o que al estilo común le han añadido un toque diferente. Todos creemos ser especiales dentro de la multitud. Aunque lo cierto sea que ese 'toque personal' sólo puede ser ligeramente especial dentro de los márgenes pre acordados tácitamente por el grupo.
Verse reflejado, estéticamente hablando, es una de las maneras más sencillas de sentir que formas parte de algo. Puede salir de natural o forzarse, precisamente, para encajar. Piensa en cuando te 'medio disfrazas' para acudir a una entrevista de trabajo y lo segura que te sientes cuando al llegar te das cuenta de que perfectamente podrías trabajar allí porque 'pareces uno más'. Lo he dicho muchas veces y nunca me cansaré de repetirlo, al final la ropa puede convertirse en un traje de invisibilidad (nos permite pasar desapercibidos) o por el contrario puede ser un cartel de neón que nos haga destacar en cualquier sitio y lugar. Lo que quieras hacer tú con tu vestuario es lo que marcará tu estilo y personalidad dentro de tu grupo social y dentro de la sociedad en general. Aunque eso es cada vez más difícil.
Sí, persisten los grupos y clases sociales pero las tribus urbanas han perdido peso estético porque sus singularidades, en la mayor parte, se han popularizado y normalizado. La rápida difusión de las tendencias y lo pronto que empieza y acaba todo hace que casi todos los grupos adapten su forma de vestir a lo que entra a borbotones por nuestros ojos en cientos de formatos diferentes. Todo es poco y todo se agota rápido. Incluso aquellos que se declaran clásicos o hasta 'anti moda' necesitan de la moda para generar su propio estilo revolucionario, contestatario o sedentario. Y en el fondo es porque si te fijas ahora, que justo están empezando a poner la ropa de nueva temporada en las tiendas, verás que prácticamente es lo mismo en todas partes. Mejores o peores materiales, colores más clásicos o más extremos… pero poca variación a lo que podríamos encontrar en cualquier tienda del mundo. Los grupos de iguales, ahora traspasan fronteras y visten de manera casi idéntica aunque nunca vayan a coincidir en el tiempo y el espacio. Quizá con ligeras diferencias.
Nuestro caso 1 puede pensar que viste igual que su padre, pero por seguro el pantalón es mucho más estrecho y el reloj más grande. Y quizá el pijo de Estocolmo raramente use lino, pero si ambos se ven (aunque sea por Instagram) se reconocerán como pares y su relación será, de inicio, mucho más fácil. Es la magia de la ropa.
¿Quieres recibir gratis todos los jueves en tu correo los mejores contenidos de belleza, moda y estilo de vida? Apúntate a nuestra Newsletter.
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios