Sonia Fornieles Directora de mujer.es
OPINIÓN

El insulto inesperado

Street Style
Una de tantas formas de pasar frío durante el invierno
Imaxtree
Street Style

Está haciendo mucho frío en Madrid, eso es así. "Como debe ser en invierno", dirán muchos… Bien, pero nos ha pillado de sopetón porque teníamos la directa metida hacia marzo, y marzo, por muy invierno que sea hasta el día 20, suena a primavera.

Bueno, la cosa es que el martes pasado Cantabria Labs me invitó a una cena en el Casino de Madrid. El 'dresscode' era cóctel. Lo que viene a ser, para mujer, vestido que no tape tobillos (cómo es de corto eso ya lo decides tú) o dos piezas de pantalón (o falda) y top, blusa, americana...

Con 0ºC a las 8.30 (cuando volvía, a las 11.30 había -3ºC) de la noche salí de casa con pantalón tobillero negro rematado en plumas, zapatos de tacón, camisa de seda (en realidad no era seda) azul marino y abrigo negro de paño. Por supuesto sin calcetines, ni medias.

Siempre pienso que el frío resta elegancia. O al menos las prendas de abrigo. Un stiletto con vestido en invierno, por mucha media que te pongas, siempre destila 'frío'; y con pantalón igual, aunque no veas el tobillo de quien lo lleva sabes que ahí debajo no hay unos calcetines de lana. No caben.

Pero a ver, no me quiero desviar del tema y de lo que he venido a contar.

Todo parecía ir bien

Camino de la cena, en el taxi, iba comentando con el taxista el frío que hacía. Más bien hablaba él. Yo a duras penas podía articular palabra porque los minutos en la calle esperándolo me habían dejado literalmente congelada.

Llegando a la plaza de Cibeles, nos paramos en el paso de cebra que hay justo antes de llegar según bajas desde la Puerta de Alcalá. Cruzó una chica aterida, abrazada a sí misma y agarrando con fuerza su abrigo de paño. Llevaba unos vaqueros tobilleros y unos zapatos rojos de tacón. Sonreí.

"Hay que ser gilipollas. Pues no va la chica muerta de frío y parece que no lleva calcetines. Más tonta y no nace. ¿No le parece?". "Absolutamente", contesté.

Cuando, unos minutos más tarde, llegamos al Casino de Madrid, pagué la carrera, me bajé del coche y enseñándole al taxista, sin más remedio, mis tobillos, me encaminé a la puerta, sabiendo que detrás de mí alguien me estaba llamando gilipollas, esta vez, de forma merecida. 

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