La semana pasada, durante el desfile de Lola Casademunt By Maite, que cerraba la sección oficial de la MBFWMadrid, salió de repente una modelo a la pasarela y hubo una grandísima ovación. Pensé que sería Nieves Álvarez, pero no, ella abrió (y cerró) el desfile y no fue tan ovacionada, así que le hice una foto y lo puse en Google. Resultó ser Joana Sanz, la mujer del futbolista Dani Alves.
Al acabar el desfile, en ese trayecto que va desde el backstage de la pasarela hasta el ‘despacho’ de la firma para la que había desfilado, Joana llevaba alrededor y tras de sí una nube de periodistas y cámaras, dos focos la cegaban mientras caminaba apresurada. Las alcachofas y los móviles le rodeaban la cara y mis compañeros y compañeras periodistas le preguntaban todos a la vez: ¿Cómo estás?¿Has visto a Dani Alves? Incluso, el día anterior, el programa 'Y ahora Sonsoles' se ‘coló’ en las pruebas de vestuario y, aunque de forma muy respetuosa (que es la forma en que la reportera de ese programa, Arancha Pérez Ponce, lo hace todo), grabaron parte del ‘fitting’.
Imaginemos por un momento que ella somos una de nosotras, y que nuestra pareja se encuentra en la misma situación que la suya. Con el agravante de que ella no tiene un trabajo discreto, con poca exposición y que te permita llevar el drama con calma y pausa. Se me hace bola pensar en mantener la sonrisa y contestar con la educación que ella lo hizo a los periodistas: "Estoy bien, de vuelta al trabajo y enfocándome".
Deberíamos dejarla respirar, dejar que se enfoque sin enfocarla nosotros. Si vuelve al trabajo, retoma campañas y desfiles, contémoslo, pero no hay necesidad de preguntarle (mientras la grabas) a una mujer, cuyo marido está en la cárcel por un presunto delito de violación, que cómo está.
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