Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

El síndrome del reflejo

mujer mirándose a un espejo
Mujer mirándose a un espejo
Pexels
mujer mirándose a un espejo

Que te observen no es inocuo. Creemos que los demás nos ven bien, mal o con indiferencia, pero seguimos controlando nuestra propia imagen. No es cierto. La huella que dejamos, eso que el marketing llama marca personal, es una suma de improntas que van calando en quien nos ve y cuyo retorno también nos condiciona.

Cuando accedí a la dirección de la revista Interviú dispuse de un ordenador con pantalla panorámica en mi despacho: entonces, 32 pulgadas llamaban la atención. Era impresionante seguir en aquella pantalla el relato diario de la actualidad, con imágenes que iban desde la destrucción de la guerra al último paisaje virgen de la selva amazónica. Cómo miramos influye en lo observado.

La crudeza de una lupa

Al ordenador llegaban las fotos de los reportajes de portada, a fin de realizar una primera selección antes de que mi equipo viera los desnudos. Mejor dicho, la segunda revisión porque, antes, el fotógrafo cribaba el material eliminando aquello que no debiera verse. El tópico de que la piel es siempre hermosa se disuelve en una gran pantalla: la piel, sin haber pasado por Photoshop o por los filtros de Instagram, necesita de una mirada indulgente. Cualquier primer plano en 32 pulgadas tiene los ojos enrojecidos y los poros inflamados, ni los dieciocho años aguantan un zoom tan potente.

Cualquier primer plano en 32 pulgadas tiene los ojos enrojecidos y los poros inflamados, ni los dieciocho años aguantan un zoom tan potente.

Recuerdo que los fotógrafos siempre me pedían la selección definitiva de las imágenes para tratarlas antes de mostrárselas a las modelos. ¿Por qué tanta insistencia?, pensaba yo. ¿Acaso no sería mejor que ellas eligieran desde el principio las imágenes que más les gustaban? Su respuesta era que las mujeres no nos reconocemos en las fotos -quizá los hombres tampoco, pero nuestros reportajes eran femeninos-, pero no porque las modelos fuesen muy críticas sino porque la imagen mental que tenían de sí mismas era más bella de la real. ¿Perdón? ¡Pero si nuestra fama pasa por ser autocríticas en exceso! Sin embargo, en el diálogo íntimo con el espejo quizá suceda lo contrario y, si decidimos exhibirnos desnudas es porque hemos alcanzado cierto grado de autosatisfacción y confianza. Ahora bien, sin ese "filtro" que lo asegure… podríamos venirnos abajo.

Un día un fotógrafo me comentó el disgusto que se había llevado con una de los modelos quien, muy enfadada, aseguraba carecer de la tripa que aparecía en su foto y que, según ella, era fruto de la incapacidad del profesional que no sabía retratarla como realmente era.

Dentro de unos días Luis Malibrán, de los mejores retratistas de España, inaugurará su exposición 'Crisálidas'. El proyecto surgió con la intención de observarnos desde fuera de nosotros. Lleva años retratando a personalidades top -a mí me hizo una, pero no por top sino por amiga-, buscando el alma y no la impostura de ese gesto que creemos que mejor nos sienta. Él dice que las personas nos copiamos a nosotras mismas y, por ello, sufrimos el síndrome de Instagram. Confío en Luis porque es terapeuta Gestalt (una forma de psicoterapia centrada en la conciencia de sí mismo), además de un mago con el objetivo, así que cuando dispara te hace un psicoanálisis. En sus 'Crisálidas' Luis sitúa la persona retratada frente a un espejo y captura la foto en él, de manera que la fotografía resulta de la imagen invertida a la que nuestro cerebro tiene de nosotros mismos. De este modo la fotografía muestra la cara que los demás ven en realidad de nosotros y este descubrimiento no siempre agrada.

Cuando aprendemos a mirarnos con curiosidad, a observarnos desde el interior, tarde o temprano nos liberamos de los clichés

Observarnos no resulta fácil ni neutro, siempre planea un juicio en torno a nuestra imagen que analiza lo que hay o no, lo que vemos o lo que ven los demás, sin embargo, cuando aprendemos a mirarnos con curiosidad, a observarnos desde el interior, tarde o temprano nos liberamos de los clichés y soltamos la pose de costumbre para mostrarnos como somos en verdad.

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