Por qué las mujeres padecen más el síndrome del impostor

Shakira con el vestido de la venganza en Cannes
Shakira ha confesado que ella sufre el síndrome de la impostora
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Shakira con el vestido de la venganza en Cannes

Cuando una persona achaca sus logros a la suerte, o a la ayuda recibida y tiene la sensación de que no se merece el éxito que ha obtenido, es probable que padezca un término del que es complicado no hayas oído hablar: el síndrome del impostor. Aunque según los últimos estudios, más del 80% de las personas lo han padecido alguna vez en su vida, resulta innegable que es más común entre mujeres. 

Así lo señala un informe encargado por el Access Commercial Finance, que confirmó que los hombres son un 18% menos propensos a sufrirlo que las mujeres. "Yo me refiero al síndrome en femenino porque desde que se tipificó por primera vez en 1978 por las psicólogas P. Clance y R. Imes, se constata que es más prevalente entre mujeres, si bien los hombres también lo experimentan. Las autoras consideraban que el impacto del entorno social era fundamental a la hora de que una mujer pensara que podía -o no- progresar", explica Neus Arqués, autora de Impostoras y estupendas. Para que los demás vean tu talento, primero lo tienes que ver tú (Alienta). 

"El síndrome de la impostora es un mecanismo de defensa mediante el cual queremos protegernos del juicio. El éxito nos asusta porque consideramos que no lo merecemos y que tarde o temprano nos descubrirán. Sentimos que, si no somos visibles, no nos podrán jugar y en consecuencia, nos frenamos a la hora de hacer visible el propio mérito. Los frenos se expresan de formas muy distintas: dudar de la propia capacidad, no tener tiempo que dedicar a nuestro proyecto personal…", explica la escritora, conferenciante y analista especializada en 'personal branding'.

Los hombres sienten que sí pueden realizar una tarea y, si no lo logran, lo atribuyen a la mala suerte o a un factor temporal

"En general, por desconfianza respecto de nuestra propia capacidad, las mujeres tendemos a reducir expectativas ('esto no lo puedo hacer'). Solemos atribuir nuestro logro a un factor exógeno (la suerte) o a un factor endógeno (el esfuerzo). El razonamiento masculino es el opuesto. En general, los hombres sienten que sí pueden realizar una tarea y, si no lo logran, lo atribuyen a la mala suerte o a un factor temporal. Los hombres no dudan por defecto de su propia capacidad, las mujeres sí", escribe en el libro.

"Otros estudios señalan que la sobreprotección en la infancia, la necesidad de encajar en el entorno familiar y de recibir el refuerzo que se les niega en casa, están presentes en los primeros años de los profesionales que se sienten impostores. En el caso de las mujeres, interesaría que se ahondase en el impacto de la ausencia de referentes como causa posible del síndrome. Creo que esa es una de las principales razones por las que nos inhibimos de la visibilidad", escribe Neus. 

Michelle Obama ha confesado que tiene el síndrome del impostor
Michelle Obama ha confesado que tiene el síndrome del impostor
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"La impostora prioriza la necesidad de encajar: piensa que no le conviene socialmente destacar por su talento y que le resulta más rentable negarlo. Por otro lado, llevada por un ansia de excelencia, niega sus capacidades actuales a expensas de un talento imposible. No quiere hacerse visible porque, al no internalizar sus logros, desconfía de sus propias habilidades", asegura.

Un estudio llevado a cabo por KPMG señaló que el 75% de las ejecutivas habían experimentado este síndrome. "Es importante que las organizaciones obtengan una comprensión más profunda de los problemas específicos que las mujeres pueden enfrentar a medida que avanzan en sus carreras. Esperamos que los hallazgos y las soluciones que invitan a la reflexión en este estudio ayuden a los líderes de todo el mundo mientras trabajamos para promover aún más la inclusión y la diversidad", asegura el CEO de la división estadounidense de la empresa, Paul Knopp.

El universo de la tecnología es especialmente delicado para las mujeres, tal y como señaló Sabrina Farmer, ingeniera de fiabilidad en Gmail, en una conferencia sobre igualdad de género en el sector TIC. Explica que en su primera clase había 60 alumnos. Tan solo 20 de ellos llegaron hasta el final, y ella fue la única mujer. "Ese fue el comienzo del síndrome del impostor para mí… Yo no pertenezco a aquí, yo no encajo y otra clase de pensamientos por el estilo. Por eso empecé a ser muy conservadora: Nunca hablé en clase y nunca charlé con mis compañeros", añade la ingeniera.

Para los psicólogos de ifeel, el síndrome del impostor está claramente conectado con nuestra autoestima. Se basa en una interpretación de la realidad que deja a la persona en un lugar muy precario, ya que no solo siente que su capacidad es insuficiente, sino que además tiene el estrés de tener que esconderlo para que no se descubra que ella, en realidad, no vale tanto como parece.

En este sentido, es importante que la persona se plantee cuatro cuestiones como primer paso para atajarlo. En primer lugar, debe darse cuenta de cómo se está definiendo a nivel profesional. Segundo, cómo está interpretando los requerimientos de su puesto de trabajo. Tercero, qué valor está otorgando a sus capacidades. Cuarto, por qué considera que hay un espacio tan grande entre esas capacidades y esos requerimientos. Las conclusiones que saque deberían servir para contestar a estas preguntas: ¿Está haciendo un juicio demasiado severo, sobredimensionando los requerimientos e infravalorando sus capacidades? ¿Hablaríamos entonces de alguien hipercrítico que tiene que modular un poco su nivel de autoexigencia o, en cambio, está haciendo una interpretación más o menos ajustada y es de verdad una impostora?

Natalie Portman ha dicho que tiene el síndrome del impostor
Natalie Portman ha dicho que tiene el síndrome del impostor
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Le preguntamos a Neus Arqués cómo podemos evitar sufrir este síndrome: "Es importante actuar para que la sociedad no reproduzca patrones que nos hacen sentirnos en inferioridad. Mientras ese cambio se produce, dos opciones a corto plazo que funcionan muy bien son, en primer lugar, redimensionar el miedo a ser juzgada/o. ¿Qué peso real tiene la persona o personas que pueden sabotear tu propuesta? ¿Tienen nombre y apellidos? Si quienes te van a juzgar es 'todo el mundo', ¿quién es 'todo el mundo'?", explica. "El siguiente paso es pasar a la acción. A menudo caemos en la parálisis por análisis. Lo que cuenta es ponerse en marcha. No te preocupes: ocúpate".

El síndrome del impostor como concepto pone la responsabilidad sobre las mujeres de lidiar con los efectos

Sin embargo, no queríamos cerrar este tema sin dar voz a Ruchika Tulshyan y Jodi-Ann Burey, que en Harvard Business Review hacen unas apreciaciones muy interesantes que rara vez son contempladas. "La etiqueta del síndrome del impostor es una carga pesada de llevar. 'Imposter' aporta un matiz de fraude criminal a la sensación de simplemente estar inseguro o ansioso por unirse a un nuevo equipo o aprender una nueva habilidad. Agregue a eso el trasfondo médico del 'síndrome', que recuerda los diagnósticos de 'histeria femenina' del siglo XIX. Aunque los sentimientos de incertidumbre son una parte esperada y normal de la vida profesional, se considera que las mujeres que los experimentan sufren el síndrome del impostor. Incluso si las mujeres demuestran fuerza, ambición y resiliencia, nuestras batallas diarias con las microagresiones, especialmente las expectativas y suposiciones formadas por estereotipos y racismo, a menudo nos empujan hacia abajo. El síndrome del impostor como concepto no logra capturar esta dinámica y pone la responsabilidad sobre las mujeres de lidiar con los efectos. Los lugares de trabajo siguen estando mal orientados hacia la búsqueda de soluciones individuales para problemas causados de manera desproporcionada por sistemas de discriminación y abusos de poder", señalan.

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