Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

"Lo siento cariño, tú de esto no entiendes"

Meryl Streep interpretando a Margaret Thatcher
Meryl Streep interpretando a Margaret Thatcher en la película 'La dama de hierro'.
D.R.
Meryl Streep interpretando a Margaret Thatcher

Un día, quienes integraban el consejo de administración de una emisora de radio, mantuvieron una reunión para valorar la eventualidad de que una voz femenina condujera sus mañanas. Nunca hasta entonces las había capitaneado una mujer, por tanto la propuesta sonaba, más que novedosa, revolucionaria. De repente uno de ellos preguntó airado: "¿Creéis que una mujer posee autoridad? Si por lo menos ella tuviera una voz más grave, más masculina".

Sí, aludía a mi voz, y la anécdota, aún ocurriendo hace tiempo, demuestra que las voces de las mujeres siguen rodeadas de tópicos.

La cantante Nina me contó que la voz es nuestro DNI sonoro, por tanto los demás nos identifican gracias a ella; ahora bien, lo que nosotras oímos dista de lo que escucha el resto. Piensa en tus notas de voz en WhatsApp… ¿a que no te reconoces? Tranquila, nadie lo hace, ni siquiera yo que estoy acostumbrada a escucharme pues dirijo un programa en RNE, La Observadora, y me toca escuchar varias veces las entrevistas antes de emitirlas. En él participan hombres y mujeres, pero solo en ellas he advertido el pudor a reivindicar su trabajo o los logros de su vida mediante su propia voz. No me extraña pues a lo largo de la historia el hombre se adueñó del derecho a hablar en público y hacerlo refrendaba su valía, mientras que la mujer callaba.

A lo largo de la historia el hombre se adueñó del derecho a hablar en público y hacerlo refrendaba su valía, mientras que la mujer callaba.

En un libro de Mary Bearn, Mujeres y poder, leí que un orador del siglo II d.C planteó a su audiencia qué sucedería si se vieran afectados de una extraña dolencia por la que todos los hombres tuvieran voces femeninas. “Eso sería peor que cualquier plaga”, sentenció él. Por cosas como estas se entiende el peso de las voces graves en la construcción del relato sobre el poder humano.

¿Tú también piensas que para liderar se necesita una voz rotunda? Tanto ha calado esto en el imaginario colectivo que los líderes de tonos agudos o timbres aflautados se han visto forzados a trabajar su entonación. ¿Recuerdas la película sobre Margaret Thatcher? En La Mujer de Hierro se reflejaba cómo reeducó la voz a fin de agravarla y ganar peso frente a sus colaboradores. O simplemente hacerse oír.

En 'La Mujer de Hierro' se reflejaba cómo reeducó la voz a fin de agravarla y ganar peso frente a sus colaboradores.

"Quiero hablar más lento para que mis jefes me hagan caso", "Deseo modificar mi voz y que suene con confianza y seguridad", son algunos de los objetivos que repiten mis clientas o las alumnas de mis talleres, hartas de ser interrumpidas en las reuniones de trabajo o de que sus propuestas no se escuchen porque sus compañeros mantienen conversaciones en paralelo o se apropian de lo que ellas han explicado un minuto antes, como si nadie las hubiera oído. ¿Acaso un timbre agudo se capta menos? Salvo déficit auditivo ellos pueden escucharnos sin problemas; otra cosa es que nuestro titubeo, las interjecciones para cultivar la empatía o el empleo de más palabras, les abrume y en lugar de mostrar interés por lo distinto, terminen trivializándolo.

Cuando Ariana Huffinton, en junio de 2017, entonces miembro de la junta directiva de Uber, comentó lo importante que sería incrementar el número de mujeres en la misma, su compañero en la junta David Bonderman replicó que “eso solo significaría que habría más habladera”. Semanas más tarde Bonderman se vio obligado a dimitir.

He aplicado curiosidad a estas prácticas repetidas hasta la saciedad en cualquier ámbito profesional y te aseguro que solo se sostienen en tópicos y clichés con demasiados anclajes en las mentes, no solo masculinas; me apena descubrir a mujeres que reproducen en su expresión pública los mismos recursos de oratoria que los hombres, sorteando la riqueza de matices de los que disponemos nosotras.

La frase "Lo siento cariño, tú de esto no entiendes" ha ahogado demasiadas voces femeninas. Por fortuna, entre los miembros de aquel consejo de administración hubo más de un hombre que pensó que mi voz, la de una mujer como tantas, con un tono amable cargado de matices, sí que entendía de radio.

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