La carrera de Orlando Bloom (Canterbury, 1977) nunca se ha despegado del todo de la fantasía y los elaborados diseños de producción. Tenía 23 años cuando voló a Nueva Zelanda y se puso las orejas élficas de Legolas por primera vez. El arquero de la Comunidad del Anillo, al que volvería a dar vida hasta en cuatro ocasiones más (también en la saga de 'El hobbit') lo lanzó a la fama y sigue siendo uno de sus papeles más queridos. Prueba de ello es el tatuaje en honor a la saga que se hizo junto al resto del elenco, entre quienes están ahora algunos de sus mejores amigos.
Legolas le dio la fama, pero Will Turner fue el que lo convirtió en ídolo teen forracarpetas. Todo gracias a un herrero pobretón reconvertido en pirata por amor a Elizabeth Swann (Keira Knightley). Johnny Depp y su Capitán Sparrow se llevaron el reconocimiento en esta saga a bordo de la Perla Negra, pero el valeroso e incorruptible hijo de 'Bill el botas' hizo del británico uno de los actores más seguidos y prometedores de principios del siglo XXI.
Entre el musculado Brad Pitt en la piel del aguerrido Aquiles y Eric Bana en la del honorable Héctor, Bloom quedó relegado al rol menos agradecido, el del inmaduro e irresponsable Paris, causante de todos los males: entre ellos, la Guerra de Troya y la muerte de su hermano, aunque también le debemos aquella última flecha directa al talón de Aquiles que acabó con el héroe. Paris sobrevivió a la masacre, se llevó a la más bella (Diane Kruger) y hasta puede fardar de haber tenido como padre a Peter O'Toole. Al final, no le fue nada mal.
Estamos casi seguros de que los vecinos de Huesca aún no se han recuperado del 'huracán Bloom', que llegó en el momento álgido de su carrera a la provincia española para rodar esta superproducción de Ridley Scott. En la piel de otro herrero, aunque esta vez también caballero de Jerusalén, Bloom por fin era el protagonista (y galán) absoluto de una película de gran envergadura, aunque con un elenco conformado por Eva Green, Jeremy Irons, Liam Neeson o Edward Norton, es difícil que no te hagan algo de sombra.
Por fin, Orlando Bloom se quitó el traje de época y apostó por un género que, en apariencia, le iba como anillo al dedo: el de la comedia romántica. Encima tenía a Cameron Crowe al mando del filme y a Kristen Dunst, niña mimada de la industria, como compañera. Pese a todo, la película no tuvo el recibimiento esperado, aunque nos trajo una nueva faceta actoral de Bloom en la piel de un diseñador industrial fracasado que debe enfrentarse a uno de los peores momentos de su vida con la ayuda de una azafata a la que acaba de conocer.