La primera gran producción de Stanley Kubrick, comienzo de su efímera alianza con Kirk Douglas, estuvo prohibida en Francia hasta 1975. Su estreno en España se demoró un poquito más: aquí la vimos por primera vez en 1986.
Jean Renoir desempolvó su viejo uniforme de piloto para que lo vistiese Jean Gabin, protagonista junto a Erich Von Stroheim y Pierre Fresnay de esta maravilla. Lucha de clases, fugas audaces y tragicomedia se dan cita en la que podría ser la ‘película de prisioneros’ definitiva (con permiso únicamente de La gran evasión), además de una advertencia, aborrecida por la ultraderecha, del cataclismo que se avecinaba.
La novela de Erich Maria Remarque, un bestseller de entreguerras, fue adaptada por Lewis Milestone aprovechando la laxitud anterior al código Hays para llenar sus imágenes de violencia. A los nazis les faltó tiempo para prohibirla en Alemania.
Un soldado británico (Tom Courtenay, quién si no) es acusado de deserción tras la batalla de Paschendaele. Defendiéndole, Dirk Bogarde descubre esa podredumbre moral que yace en todas las películas de Joseph Losey.
Poco antes del fin de la guerra, Charles Chaplin debuta como director entrando en una trinchera y explicando las diferencias (escasas) entre el queso de Limburgo y el gas mostaza.
Por primera y única vez, el legendario guionista Dalton Trumbo se pone tras la cámara para adaptar su novela sobre un soldado (Timothy Bottoms) brutalmente mutilado. Luis Buñuel echó una mano con el guion.
Del entusiasmo bélico a una de las mayores masacres del conflicto (por cortesía de, entre otros, Winston Churchill): ese es el itinerario de dos soldados australianos (Mark Lee y Mel Gibson) en esta película de Peter Weir.
Bertrand Tavernier dirige a Philippe Torreton como un oficial de infantería tan salvaje en el campo de batalla (nunca se acuerda de tomar prisioneros) como incapaz de adaptarse a la vida civil, o a la vida en general.