El tipo más majo de EEUU, un modelo de simpatía y bonhomía en la pantalla… Y un pazguato cuando de pasar a mayores se trata. Claro que eso no se debe tanto a su falta de apostura física (en Despedida de soltero -1984- Tom ‘triunfaba’ como el que más), sino a sus papeles: si la idea de Forrest Gump cohabitando con Robin Wrightte da escalofríos, espérate a ver este clip orgiástico de La guerra de Charlie Wilson.
Sí: estamos hablando del jefe de ‘Arnie’ en Mentiras arriesgadas. Y, por si fuera poco, del marido en la ficción de Rosseanne. ¿Hace falta decir más? Sí: que la escena de sexo entre Tom y Maggie Gyllenhaal en Un final feliz no se beneficiaba precisamente de esos dos recuerdos. Para colmo, uno de los últimos filmes de Tom (directo a vídeo en EE UU) se titula… Group Sex.
En dos palabras: Teniente corrupto. Si has visto al pétreo actor de Reservoir Dogs entregarse a todos los excesos posibles en el filme de Abel Ferrara, entenderás por qué no nos sobran las ganas de verle luciendo palmito en una pantalla. Para aumentar el cociente grimoso de la situación, recordemos que Keitel fue también el chulo de la prostituta infantil Jodie Foster en Taxi Driver. Uff…
¿Te has imaginado alguna vez a Gandhi en plena faena? Dado que el veterano Sir Ben encarnó al líder hindú en el filme homónimo de 1982, no podemos verle en lides sexuales sin recordarle en esa tesitura, con los esperables efectos secundarios. Por otra parte, directores como Isabel Coixet (Elegy) han mostrado una preocupante manía por emparejar a Kingsley con actrices considerablemente más jóvenes, tal que Penélope Cruz. Hay actores más feos, pero pocos tan inquietantes en la cama.
Estamos de acuerdo en que Mariano Ozores no es precisamente John Hughes. Por eso, y porque el ex compañero inseparable de Jorge Sanz no es Anthony Michael Hall, el intento de comedia teen El rollo de septiembre es en lo primero que pensamos cuando imaginamos a Gabino en tesituras amatorias. Más allá de sus ejercicios onanistas en ese filme, el recuerdo de otros trabajos como Los peores años de nuestra vida nos reafirma en dos opiniones: el actor es un gran galán cómico, y también un gran experto en cortarnos el rollo.
En 1999, el entonces rey del glam siniestro estaba liado con Rose McGowan. De ahí que, tras intervenir brevemente en Carretera perdida encarnando a un actor porno (culpable: David Lynch), Marilyn tuviese la ocasión de protagonizar una de las escenas sexuales más malrrollistas que podemos recordar en Caramelo asesino. El cantante volvió por sus fueros con otra de sus parejas, Evan Rachel Wood, en el videoclip de su tema Heart Shaped Glasses.
En Sonrisa peligrosa (2001), este actor de pelo blanco y fláccidas carnes tuvo la ocasión de compartir lecho con Helena Bonham-Carter. En Shopgirl (2005), el espabilado de Steve aprovechó su condición de guionista (y de autor de la novela original) para llevarse al huerto a Claire Danes. Nosotros, que recordamos sus papeles en La Pantera Rosa y El padre de la novia, sólo podemos preguntarnos: “¿Por qué?”.
Nos enfrentamos a un serio dilema. Porque Daniel, a diferencia de otros compañeros de lista, es un guapo mozo. Y buen actor, además. Para colmo, en su vida teatral ha demostrado que no le asustan los papeles difíciles, incluso aunque estos (como sucedió en su montaje de la obra Equus) le exijan salir a escena tal y como vino al mundo. Pero, seamos honestos: ¿nos interesa ver a Harry Potter perdiendo la virginidad?
Está claro que la inteligencia es sexy, y que siempre hay que preferir a un chico del montón, pero con cerebro, antes que a un superficial y atractivo imbécil. Pero, qué le vamos a hacer: tras presenciar sus acrobacias ‘a lo perro’ con Katherine Heigl en Lío embarazoso, el amigo Seth nos causa tal bajón que agradecemos que fuese Adam Sandler, y no él, el que ‘triunfase’ al por mayor en Hazme reír.
Ahora, su arrugada (por más que ciclada) silueta no nos evoca precisamente pensamientos carnales. Mejor: así no tendremos que acordarnos de los penosos momentos íntimos que ‘Sly’ compartió con Sharon Stone en El especialista, pésima película de acción explosiva en la que aprendimos que el autor de Los mercenarios es tan bueno en la acción violenta como soso y desnortado en la otra.
Acudimos de nuevo al producto nacional, ofreciendo una pieza de pata negra. Porque si las fotos de este veterano actor junto a Sophie Evans, promocionando No lo llames amor… llámalo X, causaban sensaciones contradictorias (no todas ellas agradables), nos vemos obligados a recordar la intensa vida marital que su personaje en la serie La que se avecina comparte con una muñeca hinchable. Llamada, para más INRI, Ana Rosa. Sobran las palabras…
Al igual que en el caso de Daniel Radcliffe, Wood carga sobre sus espaldas el peso de un personaje demasiado entrañable: a nadie le apetece ver a Frodo Bolsón dale que te pego, y menos aún después de los rumores que le emparejan con su inseparable Sam (Sean Astin). Pero la gota que colmó el vaso llegó de manos de Álex de la Iglesia, siempre cachondo: quién diría que la conjunción entre Leonor Watling y un plato de espaguetis sería tan poco erótica…