Gonzoo

Un plan perfecto

En la televisión un programa en el que todo el mundo gritaba y un documental sobre la Segunda Guerra Mundial. No era un buen plan esto de los conflictos por lo que fui cambiando de canal hasta que encontré a dos personas haciendo el amor. La imagen era preciosa. Ella moviendo su cuerpo de arriba a abajo. No se veían genitales por ninguna parte pero era mucho más bonito poder imaginarlo. Los pechos de la mujer, grandes y turgentes, rebotaban en el torso desnudo del actor, el que por su cara, no estaba fingiendo disfrutar de la escena.

En ese momento sentí que no estaba sola. Me acompañaban el deseo y unas ganas horribles de tener un orgasmo. Fui hacia el cajón de la ropa interior. El verano pasado mi mejor amiga se casó y en la despedida de soltera le regalamos entre todas las chicas un vibrador. Como era de esperar y dado que no lo necesitaba, me lo regaló y desde entonces cría telarañas en el armario.

Ya era hora de limpiar los juguetitos y comenzar a disfrutar de mi vida sexual aunque fuera en la intimidad. Desenvolví la cajita y la abrí con ansia. Mientras tanto en la pantalla el sexo iba subiendo de tono y por fin pude ver la envergadura que calzaba el chico de la película.

Casi se me cae la baba cuando me quedé embobada con la mirada fija frente al televisor. La chica le estaba haciendo una felación mientras le cogía el pene con las dos manos. Cuando se cansaba le escupía sobre el glande haciendo que la saliva empapase su falo, la misma que a mí me resbalaba por la barbilla.

Me llevé los dedos a la cara y los unté con el líquido que había emanado de mi boca. Mi mano se hizo paso entre la tela de mi pantalón y abrió los labios de mi vagina para poder comenzar a explorar mi placer. Tras un rato admirando la escena cogí el vibrador y lo introduje en el interior de mi vagina. Apenas costó trabajo, pues la lubricación de mi cuerpo me había facilitado la entrada.

Cerré los ojos y pasé de la película. Ya no me interesaba lo que salía en la televisión sólo lo que comenzaba a imaginar mi cerebro. Por mi mente pasaron todo tipo de situaciones exóticas, románticas y escabrosas en las que tener sexo, pero me centré en aquella en la que me lo montaba con el marido de mi mejor amiga. Fue reproduciendo mentalmente lo que le haría sobre las sábanas, la forma en la que llegué al orgasmo.

Al final y de la manera más tonta conseguí tener una placentera noche de sábado. En fin. Me encanta que los planes, aunque improvisados, salgan bien.