Gonzoo

Con la boca cerrada

Estaba cansada de los desplantes de mi pareja. Ocho años habían sido demasiados para aguantar a una persona que sólo sabía mirarse el cuello de su camisa. No es que yo fuera la chica más vivaracha del mundo pero sinceramente, al lado de Lucas, me podían dar el primer premio en el festival de la risa. Siempre tirando de él, intentando quemar el hielo, aparentando ser la pareja más perfecta del mundo pero las cosas no eran así.

A pesar de que nunca supo demostrar que me amaba, de veras que lo hacía, a su modo, el mismo que a mí me convertía en una auténtica infeliz. Fue por ello por lo que decidí intentar evadir mi cabeza del fracaso y destinar mi tiempo perdido a dar clases de piano. Fue entonces cuando apareció Raúl en mi vida.

Siempre había pensado que las personas que se dedicaban a esto de la música tendrían planta de intelectual pero nada más lejos de la realidad. Raúl era un tipo desgarbado, con pocas palabras que contar pero mucha vida a sus espaldas. Había viajado por medio mundo dando recitales y compartiendo su amor por la música con todos los locos que como él se dedicaban a ello.

Raúl era de esas personas que encandilaban más por su sonrisa que por su belleza. Su sentido del humor comenzó a llenar mi vida de buenos momentos, comencé a interesarme por cosas que pasaban desapercibidas por mi vida y dejar de lado banalidades que no hacían más que enturbiarme.

Con el paso del tiempo comencé a fijarme en sus ojos grises. Podía perderme durante una tarde entera haciendo como que el solfeo me interesaba más que respirar pero simplemente admiraba el buen rollo que transmitían cada una de sus palabras. Quizá por lo embobada que me tenía, jamás me percaté de su anillo de casado. Yo no lo estaba pero me sentía la persona más atada del mundo.

Mi mejor amiga y confidente una vez me dijo que era ideal tener una aventura con un hombre casado pues mantendría la boca cerrada pero yo no quería un rollo. Yo me había enamorado. Aquella tarde decidí comentárselo todo a Raúl y posteriormente me sinceraría con Lucas. Era insostenible una situación en la que los cruces de miradas de odio con uno se aplacaban con el penetrante iris del otro. No hizo falta comenzar mi recital con mi profesor, pues torciendo levemente la boca hacia un lado, puso su dedo índice en mis labios y comenzó a besarme el cuello.

Él lo sentía igual que yo, era evidente. Por fin después de tanto tiempo volvía a sentirme deseada, querida. Cuando por fin nos besamos introdujo su lengua en el interior de mi boca y un escalofrío recorrió mi cuerpo desde los pies hasta mi vientre. Quería más. Quería que sus dedos tocasen mi cuerpo tal y como lo hacía con las teclas de su piano. Quería que hiciera música de cada uno de mis gemidos, de mi deseo.

Desabrochó sutilmente cada botón de mi camisa, dejando al descubierto mis pechos aún tapados por un sutil sostén de encaje. Puso su nariz en medio y olió mi piel. Noté como algo entre sus piernas comenzaba a hacer presión sobre mi vientre y apoyada en el piano me cogió por el trasero y me tumbó sobre la tapa.

De esa manera tan elegante le fui infiel por primera vez a mi pareja. Con su boca entre mis piernas y aún con la falda puesta. No le podía mirar y eso me inquietaba. Ahora era presa de sus ganas. Cuando ya podía aguantar más volvía a la tranquilidad de sus ojos grises y con su siempre sonrisa comenzó a penetrarme sutilmente, primero tranquilo y luego más rápido. Pensé enloquecer con cada uno de sus movimientos. Necesitaba sentir esto de nuevo. Sentirme mujer.

Agotado por el esfuerzo descansó sus mejillas en mi clavícula. Por primera vez durante toda la tarde me sentí dueña de la situación. Parecía querer redimirse de su pecado que no era más que el mismo que el mío, buscar el amor cuando ya parecía que la vida nos lo había arrebatado.

Me incorporé y fui yo quien ahora le tumbé sobre el suelo de la moqueta para comenzar a llevar las riendas de la situación. Era impactante sentirse tan deseada por alguien a quién apenas conocía pero que con tan sólo una mirada sabía traducir lo que otro ser humano no podría entender en la vida.

Raúl no paraba de mirar el rebotar de mi pecho mientras le cabalgaba con las mismas ganas con las que llevaba meses deseándole. Cuando la situación se veía más acelerada levantó su espalda del suelo para con su mano derecha coger mi nuca y acabar roto por un orgasmo infinito besándome en la boca. Nunca más nos volvimos a ver.

A la semana siguiente al entrar en la escuela de música un hombre entrado en edad ocupaba su puesto. Yo había pasado el fin de semana más estrambótico de mi vida. Pensaba haber cerrado un periodo cuando se lo confesé todo a Lucas y haber abierto otro tras mi declaración a Raúl. No fue así. Su ya ex secretaria me dijo que se había trasladado con su familia a Barcelona. Mis pies se hundieron bajo el suelo y en ese momento volvieron a venirme a la cabeza las palabras de mi mejor amiga: Mejor con un hombre casado, siempre mantendrá la boca cerrada.

loading...