El Capitán Trueno y el Santo Grial

Un río no suele sonar si no lleva agua. En otras palabras, era de esperar que El Capitán Trueno y el Santo Grial sería un fiasco. Desde hace más de una década, por el proyecto han pasado variadas productoras, diferentes directores –primero Juanma Bajo Ulloa, luego Alejandro Toledo, luego Daniel Calparsoro, finalmente Antonio Hernández— y varios actores que primero dijeron que sí y que no –Elsa Pataky, por ejemplo–. Era, pues, lo que conocemos como un proyecto maldito. Sin embargo, nada hacía prever resultados tan catastróficos: tanto despiste narrativo, tanta torpeza técnica y tanta risotada no pretendida.

Y es que, en lugar de ofrecer épica y espectáculo, Hernández proporciona tan solo secuencias de acción toscamente coreografiadas, en las que la cámara merodea despistada intentando en balde de encontrar el foco y el sentido del espacio, y en las que es literalmente imposible saber qué pasa; una somnífera falta de ritmo; una deficiente construcción de personajes, en parte por culpa de una colección de interpretaciones semiprofesionales que oscilan entre la parálisis y el puro exceso; y una confusión argumental que llega a sumir el relato en la más absoluta abstracción. Respecto a los lamentables efectos especiales que funcionan a modo de traca final, mejor callar. ¿Quién se va a cabrear más al ver esta película, los fans o los profanos del célebre tebeo? Difícil imaginarlo.

NANDO SALVÁ