[Cronica Sitges 2013] Del gore de Eli Roth al fin del mundo con Simon Pegg

Siete películas a exámen en los primeros dos días del festival, con junglas, parques temáticos y cameos inesperados Por MARILÓ GARCÍA (@Yonomeaburro)
[Cronica Sitges 2013] Del gore de Eli Roth al fin del mundo con Simon Pegg
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[Cronica Sitges 2013] Del gore de Eli Roth al fin del mundo con Simon Pegg

Llegar a Sitges el viernes 11 por la noche tiene sus inconvenientes. En mi caso, el más importante, perderme el ambiente de la premiere de la que promete ser una de las sensaciones del año, Gran Piano, de Eugenio Mira, que inaugura el festival, un thriller donde los latidos del corazón van parejos a los de las frenéticas teclas del piano que toca Elijah Wood y de la que ya ha hablado por aquí Toni Vall. Al actor y director (uno se abrocha la camisa hasta el cuello, el otro las luce originales) me los cruzaré en varias ocasiones durante el fin de semana en el hotel Meliá, el siempre bullicioso punto de encuentro, o comiendo en el restaurante más concurrido del puerto. A pesar de escribir sobre cine, esporádicamente desde los 90 y en Cinemanía desde 2007, y de chiflarme el género fantástico y de terror, nunca había estado en Sitges. Perdonadme si me implico emocionalmente más de la cuenta y parezco una friki, pero es que en Sitges me siento así.

Me sorprende la organización: si hay problemas, que los hubo con la conexión (casi todo se gestiona online), sus miembros (la mayoría voluntarios) hacen todo lo posible por ofrecer soluciones. El periodista Jaume Figueras, con el que comparto taxi a mi llegada, me aconseja echar un vistazo a los encuentros que organiza Fnac, también que me bañe en la piscina del hotel como hace él, pero esto supera mis expectativas: en Sitges hace calor, pero no tanto. Rodrigo Cortés, productor de Grand Piano, con el que también coincidiré en varias ocasiones, me destaca el ambiente de la sala Retiro, menos ‘oficial’ que el del Auditorio. Pero, me pregunto, ¿en un par de días habrá tiempo para todo? Como podré comprobar, me temo que no.

EL SITGES MÁS FREAK Y CANÍBAL

Sitges es un pequeño caos, sí, pero cuando te centras y organizas, agradeces que sea un maldito caos: ofrece un buen puñado de películas diarias en diferentes salas, que coinciden con ruedas de prensa, entrevistas y presentaciones. No hay tiempo material para verlo todo, y cuando toca descansar puedes zambullirte en maratones de madrugada como si no hubiese mañana. Los actores, directores y equipos de los filmes se mezclan con periodistas, blogueros y fans. Sin los frikis del género no hay Sitges. Sus aplausos o pitidos en las proyecciones forman parte del juego. Y te unes a él, te debes unir a él. Los fans son los que asaltan en el ascensor al veterano Charles Dance (que presenta Patrick, de Mark Hartley) para decirle que Juego de tronos es "wonderful"; son los que preguntan a Terry Gilliam por las nuevas tecnologías mientras el director de The Zero Theorem presume de llevar dos móviles porque uno de lo han regalado; son los que se hacen la foto con Eli Roth inseparable de Lorenza Izzo, la protagonista de su peli, The Green Inferno, que se defiende en español. Ésta es la primera película que veo el sábado, con doble satisfacción. Ni tengo que esperar demasiado en la fila (es la queja más recurrente que oigo comentar a los experimentados) ni la ración extra de gore de esta Hostel llevada a la selva del Amazonas al estilo hardcore de Holocausto caníbal me echa para atrás. The Green Inferno se lleva seis o siete aplausos de los espectadores más entusiastas (yo me uno), algo que, como me imaginaba por lo que veo luego, no es tan fácil de conseguir.

También en el Auditorio (aunque haya que salir y volver a entrar) me vuelvo a sumergir en la selva, esta vez de Indonesia en The Jungle, de Andrew Traucki, un habitual en Sitges (Black Water, El arrecife) y aguantamos estoicamente. En esta especie de El último superviviente rodada a lo Bruja de Blair no pasa nada casi hasta el final y cuando por fin pasa se acaba el invento. Tras los bostezos surgen los pitidos y comentarios más sinceros. Resbalón que no me quiero permitir. Entra entonces la extraña sensación de que podrías haber visto alguna otra película mejor. Lo lees en Twitter, especialmente, donde surgen las primeras impresiones y se debate entre lo bueno y lo menos bueno. Ese estado de ansiedad se traduce en algunas carreras por los pasillos, en gente que entra y sale de los baños con prisas, en los bocatas comprados en el puesto exterior para no perderse nada. Una vez que se entra en la vorágine es difícil salir de ella. Y el pueblo de Sitges también se une.

DE ZOMBIES Y PARQUES TEMÁTICOS

El sábado se organiza la Zombie Walk donde niños, jóvenes, padres y abuelos se dejan transformar por maquilladores profesionales dando lugar a alguna que otra escena surrealista en el paseo marítimo. Allí llegan zombies montados en motos y otros forofos de fenómenos como The Walking Dead, cuya cuarta temporada se estrena en Fox, se mezclan entre los asistentes a los pases nocturnos. Más series: me encuentro colgando de la puerta de la habitación un "no molesten" de Bates Motel, la serie que preestrena TNT en el festival (estreno el día 22).

Si por la mañana, me pierdo en la selva, por la noche llegan los parques temáticos en la sala Prado. En la contundente Blackfish, dirigida por Gabriela Cowperthwaite, se cuestiona la triste situación de las orcas en SeaWorld y se analiza el porqué una de ellas, Tilikum, llegó a atacar y matar a una de sus cuidadoras. Contada a través de entrevistas a sus protagonistas y con grabaciones casi nunca vistas, recuerda por el mensaje (cuál es nuestro límite al aprovecharnos impunemente de la naturaleza) a la de Proyecto Nim.

En la delirante Escape from Tomorrow, del debutante Randy Moore, un padre de familia es atacado por un extraño virus mientras pasa el día en Disneylandia. Rodada como si el director se hubiera infiltrado dentro del parque, vemos alucinaciones, escenas eróticas subliminales y situaciones en las que los cuentos de hadas se mezclan con la realidad. Mi realidad es sólo una: coger fuerzas para el domingo, con la promesa de ver al menos tres películas en el Auditorio antes de volver a Madrid. Y coinciden que son tres propuestas que, por diferentes razones, me interesan mucho.

SIMON PEGG, HALLE BERRY Y... BILL MURRAY

Bienvenidos al fin del mundo (The World’s End) es el broche perfecto para cerrar la trilogía (Zombies Party, Arma fatal) del tándem Simon Pegg/Edgar Wright, la comedia etílica de acción para nostálgicos. Entre pinta y pinta de cerveza (nada que ver con Resacón en Las Vegas que es de hecho mencionada) y una banda sonora de lo más retro, nos reímos y aplaudimos esta propuesta divertidísima sobre la amistad (los otros mosqueteros son Nick Frost, Martin Freeman, Paddy Considine y Eddie Marsan), con la aparición estelar de Pierce Brosnan, el guiño al Cornetto incluido y unos diálogos ocurrentes que no dan respiro.

Tampoco da respiro La última llamada (The Call), un thriller donde la operadora de la policía traumatizada Halle Berry (con el pelo afro y la cara desencajada la mayor parte de la película) contacta con una secuestrada a la que intentará ayudar a escapar por teléfono. La peli de Brad Anderson, que ganó con Session 9 el premio al Mejor Director en Sitges en 2001, nos devuelve a la niña de Pequeña Miss Sunshine, Abigail Breslin, irreconocible, todo hay que decirlo. Y fans de la serie Alcatraz, ojo al psicópata, un interesante actor que tiene unos cuantos proyectos en el horno.

Pero la propuesta más personal (o impersonal, depende cómo se mire) es la de Roman Coppola con A Glimpse inside the Mind of Charles Swan III, en la que seguimos a un Charlie Sheen con gafas de sol perennes (que cada vez se parece más a Michael Douglas) al que han roto el corazón (nada menos que la rubísima mujer del protagonista de Vikingos, Katheryn Winnick). Visualmente setentera y videoclipera, que es lo suyo, bebe del cine de su amigo Wes Anderson y de su hermanísima Sofia: guiños a la moda, musicales, cameos y un final teatral, entre colegas, como declaración de intenciones. Aplausos para Bill Murray (siempre es un SI) y reflexiones sobre el desamor que es con lo que me quedo. “El deseo es lo más cerca que voy a estar de la felicidad”, dice el personaje de Murray. Yo deseo volver a Sitges el año que viene. Como me dice el taxista que me lleva de regreso al AVE a Madrid: “Esta ciudad está muerta sin el cine”. No es sólo esta ciudad, amigo. A ver si toma nota Montoro.

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