Destellos y mordiscos: El legado de 'Crepúsculo'

Algunos esperarán este viernes con miedo, y otros con ansias. Los habrá que se tirarán de los pelos pensando en que la saga de su alma llega a su fin, y quienes celebren con champán (o con RH gran reserva) que los vampiros castos de Stephenie Meyer abandonan las pantallas de una vez. Lo único cierto es que, este 18 de diciembre, La saga Crepúsculo: Amanecer - Parte II pondrá término a cuatro años de mordiscos, destellos a la luz del sol, licántropos celosos y virginidades en entredicho.

Y, tras este final, ¿qué queda? Aparte de manifestaciones de fanatismo por parte de los twihards y productos caseros más terroríficos que los Volturi, queremos decir. Pues eso es lo que CINEMANÍA quiere dilucidar en este infome. Porque las peripecias de Bella Swan y Edward Cullen han tenido sus consecuencias para el mundo del cine en general y, lo sentimos por los antifans, no todas ellas han sido malas. Te las contamos a continuación.

Vale, aquí a lo mejor estamos exagerando un poco: los chupasangres de cine contaban con un numeroso contingente en pantalla grande antes de que el clan de los Cullen apareciese en nuestras vidas, y seguirán estando después de que el clan de Forks (estado de Washington) se haya largado de nuestras vidas. Ahora bien, podemos afirmar que el éxito de Crepúsculo, tanto como el de True Blood en el frente catódico, ha ayudado a la propagación de esta variante del terror, en su variante más juvenil además. ¿Ejemplos? Pues, sin ir más lejos, puede que la versión original de Déjame entrar se hubiese quedado en una anécdota de filmoteca de no ser por este fenómeno, gracias al cual adquirió la notoriedad suficiente como para contar con un remake en Hollywood. Y para qué hablar de series como Crónicas vampíricas (la cual está basadas en su propia serie de libros), o de la película Warm Bodies, que veremos en 2013 y que promete darle un giro zombie a los romances terroríficos...

Las aventuras de Harry Potter pusieron la primera piedra a golpe de superproducciones, y Crepúsculo acabó de convencer a los ejecutivos a golpe de presupuestos medianos (tirando a bajos): adaptar una colección de éxitos de librería para el público púber puede resultar de lo más rentable. Hasta que el primer filme de la saga arrasó en taquilla en 2008, intentos como Una serie de catastróficas desdichas, Las crónicas de Spiderwick y la catastrófica La brújula dorada habían puesto en jaque a este mercado. Y, aunque después de su arranque tuvimos que aguantar otros títulos de dudosa calidad (Percy Jackson y el ladrón del rayo), el año pasado nuestro padecimiento como espectadores quedó compensado con la muy potable Los Juegos del Hambre. Un filme este que, por mucho que le pese a sus admiradores crepusculófobos, no hubiese pasado de las estanterías de no ser por el precedente de Stephenie Meyer y sus novelones.

Que sí, que lo sabemos: la inexpresividad británica del actor puede dar tirria, y su lanzamiento fuera de la saga (en Agua para elefantes) no resultó nada del otro mundo. Ahora bien: los últimos movimientos en su carrera delatan un nivel de redaños poco usual. Porque, una vez libre de la sombra de Edward Cullen, Pattinson no ha dudado en ponerse a las órdenes de David Cronenberg en la muy árdua Cosmópolis, y de una máquina humana de picar carne como Werner Herzog (que casi acaba con todo un Christian Bale en el rodaje de Rescate al amanecer). Decisiones estas que pueden compararse a las de Brad Pitt cuando decidió echar por tierra sus activos como ídolo teen para hacer el primate con Bruce Willis y Terry Gilliam en 12 monos. Ahora bien: recomendamos al inglés que revise mejor sus guiones, porque si entre pieza y pieza 'de autor' sigue entregando truños como Bel Ami: Historia de un seductor, le espera un futuro más bien calamitoso.

Por lo general, el presupuesto de las sagas fílmicas de éxito va creciendo entrega tras entrega. Y, en el caso de Crepúsculo, esto no ha respondido tanto a un incremento de la espectacularidad como a motivos de mera supervivencia. Según hemos indicado, nadie esperaba demasiado de la primera entrega de la saga, dirigida por una Catherine Hardwicke cuya forma de rodar gritaba "esto es un encargo" secuencia tras secuencia, y con un presupuesto de 30 millones de euros, más propio de un telefilme de lujo que de un blockbuster. Y, aunque en Amanecer la cantidad halla llegado a los 85 millones (repartidos entre los dos filmes), todos los capítulos del serial han estado en manos de cineastas mercenarios sin apego alguno a la historia. Aunque, dirán algunos, cómo culparles... Salvemos de esta última quema a David Slade, quien hizo lo que le dejaron con Eclipse, y a ese Gus Van Sant que se ofreció voluntario para filmar las dos últimas entregas. Lástima que no le dejasen.

Ya hemos hablado de los valores de producción, como dirían los protagonistas de Super 8. Pero, ¿y qué hay de los otros? Pues, si los abordamos, toca hacerse eco de la crítica más repetida, amén de menos cinematográfica, que Crepúsculo recibe desde su salto a la fama mundial. Y con la que nosotros estamos bastante de acuerdo. Una cosa es saber distinguir a las auténticas heroínas de las fantasías frikis en plan Lara Croft, y otra muy diferente no darse cuenta de que, en nuestro mundo, Bella Swan estaría destinada a aparecer en las estadísticas sobre violencia de género, dados su carácter sumiso y su compulsión por adoptar el papel de esposa y madre, sin considerar otras alternativas siquiera de pasada. Más allá de las apologías del embarazo adolescente, de la dependencia emocional y de otros puntos controvertidos, así como de las collejas propinadas por autores como Neil Gaiman o Anne Rice (que de esto saben mucho) señalemos algo: ni Stephenie Meyer, en sus novelas, ni los sucesivos guionistas de la saga en cine han sabido jugar con el potencial dramático de un romance apasionado, pero también destructivo.

Abramos fuego con un dato que sorprenderá a más de uno: ¿por qué aceptó Robert Pattinson su papel en Crepúsculo? Pues para trabajar con Catherine Hardwicke y Kristen Stewart, directora y actriz que habían armado revuelo en el mundo indie con Thirteen y Hacia rutas salvajes, respectivamente. A estas alturas, y tras un linchamiento moral bastante vergonzoso, la carrera de Stewart no promete demasiado: Blancanieves y la leyenda del cazador fue un pequeño fiasco de crítica, mientras que Welcome to the Rileys (su excursión en el cine 'serio' de 2010) recibió una acogida muy tibia y ahora sigue inédita en España. Pero lo de la Stewart parece Jauja en comparación con el porvenir que espera a Ashley Greene, Kellan Lutz o, sobre todo, a Taylor Lautner. A no ser que el licántropo cachas nos sorprenda con proyectos de más calado que Sin salida, sólo podemos desearle mucha suerte, porque la va a necesitar...