CINEMANÍA nº295

The Mandalorian
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EL CINE EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA1 1918. En otoño de 1918, mientras la ciudad de Los Ángeles seguía las noticias sobre los últimos bandazos de la I Guerra Mundial, llegaron a los puertos californianos marineros infectados con el virus de la Gripe Española. Se llamó así porque España fue neutral en la Gran Guerra y aquí los diarios informaban sobre la pandemia sin censura. Hollywood se encontraba en plena efervescencia del cinematógrafo. Ir a los Movie Theaters ya era el pasatiempo favorito de los estadounidenses, aquella industria florecía y se exportaba al resto del mundo, donde el conflicto dificultaba rodar pero el cine triunfaba como espectáculo de masas. Por supuesto, aquello funcionaba porque, en plena contienda, los seres humanos necesitaban su dosis de evasión para sostener el tinglado que llamamos civilización, lo más parecido a la coca que mastican en zonas de Latinoamérica para resistir el día a día, en comparación leída al maestro Román Gubern.

Ya nos habría gustado que esta crisis del coronavirus se hubiese quedado, como en alguna de las películas sobre virus contagiosos y pandemias mortíferas que hoy nos parecen agotadas por la realidad, en un macguffin. No hubo un Hitchcock sobre el género, aunque aquellos pájaros que acosaban a Tippi Hedren parecían una plaga infecciosa, pero algunas de estas cintas siempre alardearon de ser maniobras de distracción cinéfila para deslizar temas supuestamente más morales que médicos. No hay tal macguffin, lamentablemente aquí quedan el sufrimiento y las víctimas, y, en el plano cinematográfico, la amenaza de que todo esto transforme radicalmente el universo hoy todavía conocido como cultura del cine. Ya pasó en 1918, donde además de cerrar los cines y prohibir el público en los rodajes (al principio no pararon), algún lumbrera aprovechó para prohibir de paso el rodaje de escenas sobre gangsters. De nuevo, más moralidad que medicina.

2 1919. De aquella Gripe Española se pueden extraer mejores enseñanzas. La reacción al virus se parece bastante a la de entonces. Cerrados los cines, como las escuelas y otros lugares públicos, hubo quien se burló: en ambientes de Hollywood a la Spanish Influenza se le conocía como “Spanish Fandango”. Y si al principio no se frenó la producción, conforme el cierre de los cines frenó la circulación de estrenos, el cine acabó parando, los trabajadores terminaron en el paro, las estrellas se fueron de vacaciones (Fatty Arbuckle aseguraba a la prensa que pescaba ocho horas al día; su leyenda no dice lo mismo) y las productoras (y distribuidoras), al rincón de pensar. Meses más tarde (primera lección: también esto pasará) tras el fin de la epidemia y el Armisticio, hubo cambios importantes en la industria. Para empezar, las películas bélicas, tan de moda en 1918, ya no interesaban a nadie en 1919. Además, los grandes productores, que pudieron aguantar sin endeudarse, se hicieron más poderosos, y todo derivó hacia el sistema de estudios, contra el que Chaplin, Griffith, Mary Pickford y Douglas Fairbanks crearon United Artists.

3 2020. La gran diferencia con aquel periodo de la historia es que hoy la dosis vital, aun con los cines cerrados, está al alcance de la mano. Buena noticia, por supuesto. Pero el riesgo de que vuelvan a ganar los que ganan siempre sigue ahí. El peligro de que todo esto afecte dramáticamente a las salas, ya en crisis, a la distribución independiente, a la creación minoritaria, experimental y artística, es una realidad que no debemos desatender. Sin estrenos en cines, ofrecemos, desde una redacción que ha teletrabajado con un empuje sensacional, el chute audiovisual que nos ayude a aguantar este abril de Sabina. Centrados en las series, con despliegue del mainstream, pero sin olvidar clásicos, documentales y la oferta alternativa (ese Novo Cinema Galego). La dosis para el tiempo que dure este confinamiento nos ayuda a cumplir la obligación legal y ética de no salir. Mientras esperamos el retorno a las salas, que regresen los estrenos, que exhibidores, distribuidores y productores puedan volver a trabajar y toda la información cinematográfica recupere su vigencia, con reportajes, críticas, entrevistas y calendarios; tomaremos el ejemplo del iraní Jafar Panahi en Esto no es una película (Filmin) esa joya que rodó en arresto domiciliario: seguiremos soñando.

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