[Crónica In-Edit 2012] Entre Adrià y Josep, la genialidad y la demencia

Adrià Puntí intenta retratar la poliédrica y atormentada personalidad de uno de los mayores talentos que ha ofrecido el pop en Catalunya. Por ORIOL RODRÍGUEZ
[Crónica In-Edit 2012] Entre Adrià y Josep, la genialidad y la demencia
[Crónica In-Edit 2012] Entre Adrià y Josep, la genialidad y la demencia
[Crónica In-Edit 2012] Entre Adrià y Josep, la genialidad y la demencia

“La primera lágrima es de verdad, en las siguientes me regocijo”, confiesa empapado en sollozos de cocodrilo mientras canturrea su tema Senyor doctor. Tal vez eclipsado por la magnitud del protagonista, me planté en el cine Aribau convencido de que Adrià Puntí iba a ser el film que acabaría por adjudicarse el premio de la sección oficial nacional de este In-Edit 2012. Salí de la sala con la impresión de que era poco documental para mucho personaje.

Desde mediados de los años 80 hasta mediados de la siguiente década, Catalunya vivió una explosión musical que acabó encajonada en aquello que se dio a conocer como “Rock Català”. Una marabunta de bandas, muchas de ellas con un discurso sonoro pobre e intrascendente, entre las que, más allá de los rostros más populares: Sopa de Cabra, Els Pets, Sau…, por su valor artístico destacarían Umpah-pah. Singulares y alíenos a las corrientes predominantes, hallaron uno de sus principales atractivos en su cantante, Adrià Puntí, un tipo largirucho, de dicción estridente y un poder escénico brutal. Tras seis álbumes en apenas cinco años, los gerundenses decidieron separase en 1996. Menos de doce meses después, Puntí publicaría su primer disco en solitario, Pepalallarga (título que acabaría resultando revelador en el posterior devenir de su trayectoria). Una carrera por libre que se reivindicaría igual si no más gratificante que lo que nos había ofrecido con la formación con la que se había dado a conocer, pero que se desvanecería tras la aparición en 2002 de su tercer, y hasta ahora, último larga durada, Maria. Desde entonces la existencia del músico de Salt, figura admirada por prohombres de la talla de Quimi Portet, productor de su obra discográfica, o Enrique Bunbury, con el que colaboraría en más de una ocasión, ha sido un descenso a los límites de la cordura. Un infinito viaje homérico a los confines de la sensatez en el que ha ido realizando esporádicas paradas para reaparecer, ahora como Josep Puntí, -ese Pep (diminutivo de Josep) a la larga, que ya anunciaba en su debut–. Un alias (aunque, jugando con esos mitos y leyendas tan propios del rock, asegura que es su auténtico nombre) con el que se ha subido ocasionalmente a los escenarios para ofrecer unos conciertos, que si llegan a empezar, nunca se sabe cómo acabarán: si la musa le acompaña, puede ser estremecedor, si le achaca la melancolía, puede resultar una experiencia catastrófica.

Xavier Puig y Raimon Fransoy, directores de este Adrià Puntí, se han convertido durante los últimos siete años en la sombra de un tipo genial, que se hace el loco y está loco. Una cinta con un trabajo de realización impecable, con momentos sublimes, pero que se revela demasiado lineal en el intento por profundizar en una personalidad poliédrica. En escasos setenta minutos, los cineastas centran todos sus esfuerzos en evidenciar la dualidad de Puntí: talento e insania, Adrià y Josep, pero pasan de puntillas sobre los motivos que le han llevado a descarrilar, y finalizan el metraje sin obtener ninguna pista sobre su futuro. El documental simplemente acaba, como si se hubieran hartado de seguir los pasos de un Puntí, centrifugadora de emociones, con el que, ciertamente, debe ser muy complicado convivir.

ADRIÀ PUNTÍ (Trailer) from elsabeth on Vimeo.

CINEMANÍA en el Festival In-Edit 2012

Día 8: Indie pop geriátrico

Día 7: Allegro ma non troppo

Día 6: Tú eres el anormal

Día 5: Rimas y leyenda

Día 4: Hikikomori Metal

Día 3: ¿Qué fue de Sixto Rodríguez?

Día 2: Músico blanco, corazón negro

Día 1: Simpatía por los documentales

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