Astro Boy

Algo desorientante pero sin duda profunda y palpitante, como el núcleo azul de la bondad que habita en el interior de su protagonista.
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PARA LOGRAR QUE LE ENTRE EL SUEÑO, un padre le lee a su hijo La crítica de la razón pura, de Kant y el Discurso del método, de Descartes. Al chico le entra el gusanillo y, con los años, se convierte en un experto en robótica. ¿Y uno se pregunta qué tendrá que ver una cosa con la otra? Bueno, pues esto sucede en Astro Boy, película de animación coproducida por EE UU, Japón y Hong Kong. Un detallito que, de entrada, puede sugerir cierta empanada mental, cierta tendencia a querer colarnoslas dobladas, pero resulta que la cinta de David Bowers trasciende una animación de personajes tirando a mejorable y cuatro o cinco milongas biempensantes que te ensartan cuando pueden, para erigirse en una propuesta con alma de refrito pero bastante más adulta de lo que uno podría prever.

Recurramos de entrada a la evidencia: las hondas huellas de la literatura fantástica que habitan en todo su ADN. Inevitable pensar en Philip K. Dick, la convivencia del hombre con la máquina (Blade Runner), la creación-destrucción de almas de metal (Desafío total), pero también en el Asimov de Yo, robot o, sobre todo, en el Brian Aldiss que inspiró a Spielberg para su A.I. Inteligencia artificial –algunas escenas parecen calcadas–. No se quedan aquí los aromas conocidos: las fronteras con Robots y la reciente Número 9 se dirían finas, finísimas. Los retazos de poética Miyazaki unidos con los ramalazos a lo Bola de dragón –el combate de artes marciales y la fuerte personalidad del niño protagonista, un Son Goku con las entrañas de Arale– matizan y potencian la raíz oriental del cómic de Osamu Tezuka que adapta. Hablando de Tezuka, recuerdo, por cierto, aquel Metrópolis (2001), de Rintaro, a medio camino entre lo sublime y lo plomizo. Aquí por suerte el enfoque es más lúdico, bastante menos engolado. Claro que lo más sabroso, lo que acaba de endulzar la golosina, es hallar el humor, el hueso de la comicidad, esa manzana caramelizada que no puede faltar en todo parque de atracciones. Aquí nos la sirven los típicos secundarios torpes made in Disney que tan ricamente triscaban en las páginas de Don Miki, publicación que, tozuda, sigue ejerciendo esa poderosa e incesante influencia. Se hubiera agradecido también que el malo de la función tuviera algo más de tela que cortar y no avanzara a trazos caricaturescos, no fuera un Jafar sin melena, un villano de James Bond con la absurda megalomanía de Mini Yo.

Y todo para contarnos una historia bastante fuerte, que tal vez se le atragante a más de un chaval despistado: un padre que crea un robot a imagen y semejanza de su hijo desaparecido y

después reniega de él. Es aquí cuando el recuerdo del bello cuento de Spielberg se hace más y más presente. Como en la obra del Rey Midas de Hollywood, no pocos destellos de emoción se despegan de la corteza de esta película algo desorientante pero sin duda profunda y palpitante, como el núcleo azul de la bondad que habita en el interior de su protagonista.

TONI VALL

Valoración:

FICHA TÉCNICA

Astro Boy
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  • Sinopsis:

    Para reemplazar a su hijo muerto, un científico diseña un pequeño robot superpoderoso. El pequeño armatoste abandonará el hogar para correr aventuras.

  • RESUMEN: Algo desorientante pero sin duda profunda y palpitante, como el núcleo azul de la bondad que habita en el interior de su protagonista.

  • ESTRENO: 24/09/2010

  • Animación, ciencia-ficción / EE UU / 2009 / 83 min. / DeAPlaneta / Director: David Bowers Guión: Timothy Harris Música: John Ottman

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