Esta serie australiana descubrió a Milly Alcock antes que 'La casa del dragón' en medio de una divertida lucha de sexos generacional

Filmin dispone en su catálogo de esta dramedia de ocho episodios con un piano, una chica y la carretera.
Upright
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Cinemanía
Upright

Para rodar una película necesitas una pistola y una chica; para una serie, un piano y una adolescente. Al menos así lo entiende el músico, actor y escritor Tim Minchin. Upright se traduce por vertical, como el modelo de piano que debe transportar la pareja protagonista a través del desierto de Australia. 

Él es Lucky, una vieja gloria peluda del rock australiano que no desentonaría en una banda hippy lisérgica como los Tame Impala que suenan en su exquisita banda sonora. Ella es Meg, una polvorilla menor de edad con recursos para sobrevivir en el peor de los mundos. 

Si sus caras todavía no les suenan, les sonarán. Lucky está interpretado por el propio Minchin, al que algunos recordarán como Atticus Fetch, un rockero romántico y cocainómano, en la sexta temporada de la serie Californication. Meg es Milly Alcock, tan deslumbrante que acabó como Rhaenyra Targaryen en La casa del dragón. Juntos, por edad, química y nacionalidad, tienen un punto de ese inolvidable dúo que formaron Hugh Jackman y Dafne Keen como Logan y Laura en la última de Lobezno.

Lo curioso de la gestación de Upright es que nace de un fracaso. Minchin, showman muy popular en Australia y Reino Unido, se hizo de oro con su adaptación musical, junto al también televisivo Dennis Kelly (Utopia), de Matilda. Hollywood le puso 100 millones para rodar Larrikins, un filme de animación musical junto a su compatriota Hugh Jackman. Nunca se llegó hacer. Minchin volvió a Perth y, según ha reconocido, “cogí una depresión por primera vez en mi vida”. 

Su terapia, para nuestra fortuna y la suya, fue crear Upright, que entra del género de eso que llamamos dramedia. Lo que empieza como una historia de pícaros a la carrera se transforma en una terapia sobre dolorosas heridas familiares que deben sanar. 

Hay una divertida lucha de sexos generacional entre Lucky y Meg, entre boomers y zoomers, con el telón de fondo de personas, situaciones y –ya que estamos en Australia– animales extravagantes. Pero también hay mucha tristeza, filmada con exquisita sensibilidad por Matthew Saville, director de otra agridulce ficción australiana como es Please Like Me. Un viaje de lo más recomendable.

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