25 años de 'Médico de familia', la serie amable que enseñó a hacer product placement sin complejos

De los desayunos con Puleva al cameo de Britney Spears, pasando por la muerte de Marcial: hablamos con los responsables de la serie que revolucionó la TV española.
25 años de 'Médico de familia', la serie amable que enseñó a hacer product placement sin complejos
25 años de 'Médico de familia', la serie amable que enseñó a hacer product placement sin complejos
25 años de 'Médico de familia', la serie amable que enseñó a hacer product placement sin complejos

Médico de familia no inventó el product placement, pero sí que popularizó su uso en la ficción española. Durante cuatro años, los responsables de la mítica serie producida por Globomedia, que ahora celebra el 25º aniversario de su estreno en televisión, no escatimaron en la inserción (más o menos natural) de todo tipo de productos y marcas (tanto extranjeras como españolas) en las tramas desarrolladas en la casa de los Martín.

Cada martes por la noche, durante nueve temporadas, el público fue partícipe de los problemas familiares y profesionales del doctor Nacho Martín (Emilio Aragón) y sus tres hijos, María (Isabel Aboy), Chechu (Aarón Guerrero) y Anita (Marieta Bielsa). Y, de paso, se acostumbró a ver a los Martín reunidos en torno a la mesa desayunando leche Puleva y tomando pan de molde Panrico, día sí, día también.

“Además del product placement, los anuncios de un minuto que protagonizaban los actores de las series comenzaron con la nuestra”, recuerda a CINEMANÍA Jorge Roelas. “Antonio Molero y yo hicimos un piloto para ver si funcionaba y las marcas lo compraban. Y fue tal éxito que todo el mundo lo copió. Publiespaña era la empresa encargada de esto y creció como la espuma”.

El actor y dramaturgo madrileño recuerda con bastante cariño los cuatro años que pasó dando vida en la serie al entrañable celador Marcial. “Trabajábamos bastante, pero era gustoso. Además, le dedicamos bastantes días a cada capítulo y no eran jornadas larguísimas. Se cuidaba mucho a la gente”, dice.

Aunque él llevaba ya varios lustros trabajando en teatro y televisión, tiene claro que su vida dio un giro de 180 grados el día que empezó a participar en la serie. “No podías salir a la calle. Ahora te piden fotos, pero en esa época había que firmar autógrafos, que es más cansado. Pero había mucho cariño hacia los personajes y a día de hoy yo lo sigo recibiendo. En una ocasión, yo estaba en las fiestas de un pueblo con unos amigos, se acercó un chaval enorme, me cogió por los pies y me llevó hasta donde estaba su novia para que me conociera. Era tan grande que no se me ocurrió discutir con él”, recuerda entre risas.

Precisamente la escena de la muerte de Marcial (que se queda atrapado entre los hierros de su coche y agoniza allí mismo durante todo un capítulo, sin que los equipos de emergencia fueran capaces de liberarlo) supuso uno de los momentos más memorables (y traumáticos) de la serie. “Todo el elenco de la serie, desde los abuelos a los niños pasando por los compañeros del centro de salud, pasaban por aquella cuneta y se acercaban a despedirse de Marcial, mientras este exhalaba su último aliento durante más de 70 minutos. Era inverosímil, pero resultó eficaz. Creo que hoy no seríamos capaces de hacer algo así”, comenta el guionista y productor ejecutivo de la serie Juan Carlos Cueto.

La ficción, cuyos decorados se montaron en el mismo plató de Telecinco, en el barrio madrileño de Fuencarral donde hoy se graba a diario el programa Sálvame, fue pionera en varios aspectos. Para empezar, fue la primera serie que incorporó como personaje fijo a un chico (Alberto Domínguez-Sol) con síndrome de Down (el celador Ernesto en la serie).

Y, a pesar de cumplir bastante bien con su función de ‘serie amable’, se atrevió a tratar temas delicados como el embarazo adolescente, el aborto o la violencia machista; muy poco vistos hasta ese momento en la televisión española. “Eso era algo que estaba previsto desde el diseño de la serie y una de las razones por las que se decidió que Nacho Martín fuera médico de familia, un profesional muy cercano a los problemas de personas muy diferentes. Había una intención de tratar esos temas y darles un enfoque correcto y adecuado a los tiempos”, explica Cueto.

Tampoco son fáciles de olvidar los numerosos invitados especiales con los que contó la serie a lo largo de sus 119 capítulos. Uno de los más comentados fue el cameo ‘promocional’ de (una entonces adolescente) Malú, que acudía como invitada al programa de Alicia (Lydia Bosch) en la radio para promocionar su tema Aprendiz.

O el de la cantante Britney Spears, que aprovechó en diciembre de 1999 una gira europea para aparecer fugazmente en la serie representándose a sí misma y sacando una lata de refresco de una máquina expendedora. “Eso fue muy divertido y se rodó muy rápido, porque Emilio [Aragón] tenía que coger un avión. Britney fue muy colaboradora y no se puso nada estrella, al contrario”, explica Cueto, que dirigió ese cameo.

Como cabía esperar, Médico de familia tardó entre poco y nada en enganchar a la audiencia, que se veía fácilmente reflejada en los variopintos personajes que la protagonizaban. No en vano, la ficción representaba estratégicamente tanto a la clase media acomodada como a la trabajadora y contó desde el principio con personajes niños, adolescentes, adultos y ancianos.

“No hubo ningún hechicero de la sociología con una fórmula magistral que garantizara un éxito tan descomunal”, responde el productor ejecutivo, guionista y director Manuel Valdivia, cuando se le pregunta si todo aquello obedecía a una estrategia planificada. “Pese a las leyendas que circularon, fue algo mucho más simple, más intuitivo, más desde las tripas y el corazón”, apunta.

Emilio Aragón le encargó a Valdivia la creación de la serie con una sola premisa: que fuera familiar, al estilo de las sitcoms norteamericanas como The Cosby Show. “Aunque adoro las comedias de situación, barrunté que era preciso moverse en un tono más realista, donde los personajes no fueran estereotipos que nunca evolucionan, sino gente de verdad, corriente, cercana. Y apliqué un criterio muy elemental: yo no pensaba en qué le gustaría ver a la audiencia, sino en lo que me gustaría ver a mí. Me acordé entonces de la película La gran familia, de Pedro Masó. ¿Por qué me había encandilado cuando la vi siendo un chaval? Porque trataba precisamente de eso, de gente común, de sus aspiraciones, de sus pequeños y grandes dramas, de sus fracasos y sus logros, de sus ratos de felicidad compartida, de esperanza, de la vida de cada día”, relata quien fuera uno de los creadores de la serie.

Pero no todo el monte es orégano, y también les llovieron algunas críticas a sus responsables. Muchos españoles no veían con buenos ojos la representación tópica de la mujer andaluza encarnada por la actriz Luisa Martín (la empleada de hogar Juani en la serie). “Probablemente, hoy en día, ni siquiera habría existido el personaje de la chacha, andaluza o no”, señala Valdivia. “No obstante, Juani Ureña –se apellidaba como mi abuela– era mucho más que un rol estereotipado y unidimensional. Era divertida y, a la vez, con mucho carácter, de armas tomar, pero, sobre todo, con una gran empatía, capaz de llegar al corazón. Se convirtió en uno de los personajes más queridos y eso fue muy gratificante para mí porque, precisamente, me inspiré en la personalidad de mi abuela andaluza”.

Polémicas a un lado, el buen rollo entre actores y equipo técnico fue la tónica general durante los cuatro años que se grabó la serie. “Lo más anecdótico era lo relajado, rozando lo anárquico, del ambiente de plató”, explica Cueto. “Se perdía mucho tiempo, hablábamos mucho con los actores, los llevábamos al combo a ver las tomas, opinaban, hacíamos debates, se volvían a repetir las tomas, etc. Emilio contaba chistes, Luisa Martín guisaba ‘de verdad’ en la cocina del decorado… Era divertido, pero casi nunca se cumplía el plan de rodaje. Los técnicos se desesperaban y con razón”.

“Era una serie sencilla de producción, con muy pocos exteriores, y una duración de 50 minutos, un formato que ahora, afortunadamente, parece que se recupera”, añade Valdivia. “Cuando empezamos, Emilio [Aragón] siempre nos decía que deseaba que durase muchísimos años, que quería envejecer con la serie. Lo decía de verdad, él se lo creía y yo me lo creí… porque aún no lo conocía bien. Emilio es el tipo más creativo y talentoso con el que yo he trabajado nunca y eso, claro, conlleva que es un culo inquieto, necesita hacer cosas nuevas, probar otros campos, en el cine, en el circo, como músico y director de orquesta... Por pura responsabilidad con la cadena, con la productora y con todos los que trabajaban en la serie, mantuvo Médico de familia más tiempo del que le pedía el cuerpo. Y estuvo bien así”.

Nada que objetar, sobre todo teniendo en cuenta que la serie se despidió en pleno éxito y que ha trascendido al paso del tiempo como una de las ficciones más importantes de la historia de la televisión española.

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