La serie empezó a gestarse en 2019, inspirada por las letras de muchas de las canciones de música urbana que escuchaban en bucle sus tres jóvenes creadores. Concretamente, por “la forma explícita, directa y autoconsciente de hablar del propio proceso artístico, creativo, industrial y el papel del artista dentro de él. Escuchar cómo se ha llegado a la fama y de qué tienes que estar advertido durante el proceso, cómo trampear… ¿hace que sea factible llegar a esa fama para el que lo escucha?”, expone Dani del Águila.
De esa pregunta nació una respuesta: Fanático, que dirige Roger Gual y llega a Netflix este 29 de julio. “Tomamos este contexto como punto de partida para concebir un personaje que realmente pensara que podía llegar a ese Olimpo que ya no parece tan alto, y aprovechara una oportunidad para ocupar el espacio de la persona que le ha enseñado cómo hacer esas mismas trampas”, matiza Del Águila.
Ese personaje es Lázaro, en la piel del actor, cantante y compositor Lorenzo Ferro (El Ángel, Narcos: México), un joven repartidor de comida y fan incondicional de Quimera (otra vez Ferro) que encuentra en la muerte de su ídolo musical una especie de salvación. “Suplantar la identidad del recién fallecido Quimera es sencillamente la vía más rápida hacia la tan ansiada fama que permite a Lázaro ascender en el escalafón social. Es en este periplo tan frenético, individualista, lleno de atajos, donde se plantea si el camino a la fama es realmente un ascenso o una caída hacia arriba”, explica Federico Maniá Sibona.
De fan a Fanático, el protagonista asume el síndrome del impostor en una industria en la que cada vez tiene más importancia todo lo que rodea a un artista al margen de su música. “Lázaro y su equipo son conscientes de que ahí hay una posibilidad de negocio y saben aprovecharla. A partir de ahí, nos interesaba plantear una serie de preguntas: ¿Los fans te admiran por ser un artista o eres un artista porque la gente te admira? ¿Podemos llegar a preferir la copia al original? ¿Merece la pena sacrificar tu vida personal para alcanzar el éxito?”, enumera Yago de Torres.
La serie consta de cinco capítulos de 20 minutos. “La forma de narrar tenía que reflejar el frenético ascenso de Lázaro. También tuvimos muy en cuenta el dinamismo inherente a las redes sociales que tanta importancia cobran”, señala Maniá Sibona. “A Lázaro no le basta con conseguir sus objetivos y mejorar sus condiciones de vida: necesita exponerlo y ser mirado”, concluye De Torres.
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