Andrés Pajares: "La ovación del público y la risa en directo son como un orgasmo"

  • El actor protagoniza la serie documental 'Pajares & CIA', que repasa su carrera y toda una época de la historia de España. 
Andrés Pajares, en el documental 'Pajares & Cía'.
Andrés Pajares, en el documental 'Pajares & Cía'.
ATRESMEDIA
Andrés Pajares, en el documental 'Pajares & Cía'.

Al actor Andrés Pajares le bautizaron en la ermita de San Antonio de la Florida en 1940. Le contaron cuando tuvo uso de razón que se volvió justo en el momento en que le echaban el agua bendita "como para ver los frescos de Goya". Quizá aquella querencia temprana por el arte acabaría por plasmarse en una carrera artísitica que dura ya más de sesenta años y que ahora se ha plasmado en la serie documental Pajares & CIA, de ATRESplayer PREMIUM, que emite cada domingo un nuevo episodio. 

¿Qué podemos ver en esta serie documental? Es un repaso de mi vida además de la España de aquella época y pensé que yo tenía algo que contar. Es un tráiler de mi vida, porque si contara mi vida necesitaríamos un metraje como el del Padrino, con capítulos de dos horas mínimo. Yo tenía mis miedos, porque es algo que no había hecho nunca y no pregunté nada, lo hice sin más.

¿Se considera un icono? No, hombre, no. Yo soy un actor, un trabajador nato desde niño y eso sí, muy querido por el público porque han sido muchas décadas en las que he estado en el candelero. Y ahí sigo, vigente y trabajando a mis 81 años. Me considero un actor muy querido en mi país y en las zonas de habla hispana, donde también se han visto mis películas.

¿Cómo ha sido el reencuentro con Esteso? Es que Fernando es como un hermano. He estado hablando por teléfono con él hace un ratito. Hablamos muchísimo. El capítulo con Fernando fue el más entrañable, además de divertido y emocionante.

¿Se han emocionado mucho grabando? Es lo que creo que es más importante. Se llama Pajares y compañía y creo que de ahí lo mejor es la compañía. Yo no me esperaba que tantos actores importantes, incluso algunos con los que no he trabajado, quisieran hablar de mí y además bastante bien. Es lo que más me ha emocionado.

¿Eran ustedes conscientes de estar rompiendo con una época e iniciando una nueva? Es posible, sí. Sin darnos cuenta cuando rodábamos hacíamos humor sobre el españolito de aquel tiempo y además de forma divertida. Muchos nos acusan de hacer destape, pero eso no lo inventamos nosotros. Landa, López Vázquez o José Sacristán, a los que admiro muchísimo, ya habían hecho películas en los que había destape. Nuestras películas no estaban basadas en el destape, estaban basadas en el humor, en la risa, en la carcajada.

Ahora se reivindica el desnudo como algo libertario… Nosotros hacíamos humor, el destape lo ponía el productor, que lo añadía. Nosotros no hacíamos películas con sexo, aunque podía haber alguna pixelada.

¿Hay mucha hipocresía con eso del desnudo y el sexo en las películas? Si el destape se hace en una película cómica resulta que es grosero y te puede poner a parir la crítica. Pero si sale en una película dramática resulta que es algo importante y de premio Goya. Hay una falsa moral.

¿Ha envejecido bien su cine? Lo que más me entusiasma es que haya gente que aún las ve. Ahora mismo una empresa de Barcelona está remasterizando nuestras películas para venderlas, cuatro décadas después. Me pasa a menudo que me para una chiquilla joven por la calle y me pide un autógrafo y cuando le pregunto el nombre me dice que no, que es para su abuela.

¿Qué le hace pensar eso? Que tengo años (risas). Me da mucho miedo que esto se acabe, pero yo pienso que no soy un viejo. Soy un señor mayor, pero no un viejo. Yo no pienso como viejo. Y además lo mismo me dice una señora pija de un barrio bien "¡usted me encanta!", que en un barrio normal estando de cañas un tipo fumando un peta se emociona y te dice que si quieres una calada. Hay mucha diferencia de clases y un amplio espectro y eso me entusiasma y me divierte mucho.

Pregunta de manual, ¿cuál es el secreto del éxito? Nunca hay que dejar de trabajar. Tuve la suerte de pasar de ser un cómico de calle, de rifar una botella para poder comer, con 18 o 19 años, cuando hacíamos tournée por los pueblos, a ser un actor reconocido. No vino de un película o de un boom, ha sido un trabajo constante.

La gente me pregunta cuántas películas hemos hecho Fernando y yo y hemos hecho sólo 9, aunque a la gente le da la sensación de que son 30 o 40. Yo solo habré hecho cuarenta y pico.

Ha tocado muchos palos… Más tarde empecé con un cine distinto, aunque no tanto, e hice cosas como ¡Ay, Carmela!, una película que recorrió el mundo y por la que me dieron los premios más importantes de mi vida, empezando por el Goya y en muchos festivales del mundo. O Bwana, que se llevó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián o el premio de la crítica de Nueva York. O Grandes Ocasiones

¿Qué siente cuando ve hoy en día sus películas? Yo me sigo riendo conmigo mismo, con algunos gags. Con el pesaje de Yo hice a Roque III, que nos lo inventamos sobre la marcha, no estaba escrito. O con Makinavaja, el último choriso fue dar vida y voz a un muñequito, me costó mucho trabajo, pero sé que lo conseguí, eso fue un orgullo.

¿Se ha dejado algo por hacer? Es que he hecho ya casi de todo… he hecho circo, teatro, televisión, de presentador, cine, alta comedia, café teatro… me ha faltado poco por hacer. Quizá me quedé con las ganas trabajar con algún actriz o actor con el que me hubiera emocionado coincidir, como con Alberto Sordi.

También ha sido fan… Coincidí con Marcello Mastroianni en el festival de Montreal y me daba hasta apuro y vergüenza, pero le paré y le di la mano y se me saltaban las lágrimas. Esas emociones no se borran nunca, se quedan como un tatuaje.

¿Qué otra estrella internacional conoció que le impactara? Hace doce años hice un monólogo sobre mis 50 años en escena y se editó un folleto que hablaba de eso… Conocí a Mel Brooks, a Mario Moreno y a Benny Hill, que vino a verme...

¿Y cómo se apañaba con el inglés? El poco inglés que sé era de la Escuela Oficial de Idiomas y me apañaba. En el año 60 había días que trabajaba en la Urbanización El encinar de los reyes, donde estaba la base americana. Contrataban espectáculos para los americanos y siempre había una chica de striptease, alguna atracción visual como un mago y a un cómico. Y con dos cojones me plantaba allí y me apañaba en inglés explicando parodias, de cómo se bailaba el mambo, de cómo se cosía un botón o hacía mímica cómica o el striptease de un pie… y me entendían oye.

¿Lo perfeccionó así? También he ido a veces a Londres a ver teatro para luego hacerlo yo y debuté haciendo El Extranjero en el Reina Victoria… y en los ballets de las revistas siempre había bailarinas que eran todas inglesas. Ahí aprendí más que en ningún sitio, porque eran todas preciosas y querías hablar con ellas (risas).

¿Alguna vez se retira un actor? Yo no pienso hacerlo. Hago muchas cosas y he hecho muchas cosas, para bien o para mal, no todas bien, claro. Escribí Mis memorias antes de que se me olviden y ahora estoy escribiendo Mis otras memorias, ahora que me acuerdo. También he terminado una obra de teatro que quiero dirigir y que se llama Cinco horas con Miriam. Es muy divertida.

¿Qué le dice la palabra ‘Españolada’? Yo la llevo con orgullo, la usan de forma despectiva cuatro gilip…

¿Nos da vergüenza lo nuestro? Pasa con la bandera de España, que no se puede sacar por si te llaman facha. Es un error. Los americanos, los franceses… llevan su bandera con orgullo. Aquí sólo la usamos cuando hay un evento deportivo y cuando eso pasa y suena el himno a mí me llena de orgullo y no tengo nada de político. Yo nací en el 40, me costó trabajo saber cosas de política porque no se hablaba en mi casa.

¿Por qué? Mi padre era camarero y mi madre se dedicaba a sus labores y era analfabeta la pobre mujer porque no le dieron estudios. Mi padre tenía un barecito en Collado Villalba, que aún tiene el mismo nombre, Tres Hermanas. Y un bando le quemó el bar. En un pueblecito que era Collado Villalba. Cómo somos. Por eso da miedo cuando veo algunas cosas que están ocurriendo o cuando veo un telediario… con lo que se ha pasado aquí entre hermanos.

Hoy en día muchas cosas del cine de antes serían políticamente incorrectas… Ahora abres cualquier periódico y se dicen cosas peores… y cualquier monologuista usa palabrotas y todo el mundo se descojona de la risa. Las expresiones son mucho más duras ahora. Hay cosas que son de mal gusto. Es mejor tirar de inteligencia, de humor, de ingenio para decir las cosas sin llegar al mal gusto.

¿Sigue habiendo censura? La censura de antes era terrible, pero ahora es otra jodienda. Antes sabías de dónde te iba a venir la hostia: tenías que hacer un libreto y sellártelo el censor y no te podías salir de ahí, porque te multaban. Pero ahora no sabes quién se va a ofender. La autocensura es jodida.

¿Cómo le ha tratado a usted la crítica? ¿Recuerda alguna en particular? Lo de la crítica es divertidísimo. A mí me cambió mucho de ¡Ay, Carmela! en adelante. Pero antes de esa película los críticos se cabreaban mucho. Hubo uno de no me acuerdo dónde que decía "yo nunca he hecho crítica de estos señores, pero al ver que ha hecho más público que La Colmena, ahora sí que lo voy a decir: ¡son una mierda, es vergonzoso!". Se desahogó y a mí me hacía tanta gracia como un chiste.

¿Cuál es el mayor premio de ser actor? La respuesta del público. El actor cómico tiene siempre una ventaja sobre el cantante o el actor dramático y es que sabes al instante si al público le está gustando porque su respuesta es la carcajada. La ovación del público y la risa en directo son como un orgasmo.

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