En los algo más de 10 años que Jonah Hill lleva como actor ha trabajado con Martin Scorsese, con Quentin Tarantino, con los hermanos Coen, con los Duplass, con Gus Van Sant, con Judd Apatow, con Cary Joji Fukunaga (su último trabajo, la serie Maniac). Ha pasado de ser el amigo gracioso a actor serio, de las mil caras. Ha aprendido de maestros el oficio al que llevaba desde sus nueve años: contar historias en el cine, escribir y dirigir sus propias películas. Lo decidió cuando sus padres le explicaron que Springfield, la ciudad de Los Simpson, no era real, sino un lugar y personajes creados por alguien. Él quería ser ese alguien. Y ahora lo ha hecho.
Mid90s es la película con la que Jonah Hill quería presentarse, por fin, tal y como es al mundo. Con la que buscó su voz y la ha encontrado, como hicieron sus amigos Seth Rogen y Evan Goldberg en Supersalidos. Y resulta que la voz de Hill está muy lejos de esa comedia con la que le tenemos asociados: mid90s está más cerca de los retratos generacionales de Richard Linklater y Harmony Korine (Kids). Mid90s es casi la Lady Bird de este año en Toronto. Algo menos redonda que aquella, pero igualmente tierna, honesta y profunda en su retrato sobre la adolescencia.
En este caso, el protagonista, Stevie (Sunny Suljic) es más joven y vive en casa una situación más complicada: un hermano mayor que le maltrata (Lucas Hedges, en su tercer gran papel del año) y una madre que vive en otro universo (Katherine Waterston). Él es un niño dulce que solo busca amigos, modelos a seguir, aceptación y la acaba encontrando en un cuarteto de skaters que pasan las horas mejorando sus trucos sobre la tabla, bebiendo, fumando y riendo. Stevie se hace mayor entonces de la noche a la mañana, pero también es feliz.
Para los amigos, Hill ha encontrado a cuatro chavales no actores (Na-Kel Smith, Olan Prenatt, Gio Galicia y Ryder McLaughlin) que transmiten una realidad brutal y muy divertida a pesar de que nada de lo que ocurre en las vidas de sus personajes –familias muy pobres, muertes trágicas, abusos– lo sea. Pero Jonah Hill les graba con naturalidad, les sigue con la cámara muy de cerca y sin agobiar y saca toda la verdad de una generación encontrándose en ese momento de aparente libertad.
Y después está la música (de Atticus Ross y Trent Reznor) y esa recreación de los años 90, como los recuerda Jonah Hill, con solo las notas justas de nostalgia.
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