Desempolvando 'Summer of Soul: (…Or, When the Revolution Could Not Be Televised)' porque el mundo necesita verlo

Tras más de 50 años en la sombra, el documental sobre el Harlem Cultural Festival de 1969, apodado ‘Black Woodstock’, sale a la luz en cines y en Disney+.
Summer of Soul
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Cinemanía
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Comenzaba el verano de 1969 y el mundo todavía no sabía que en poco más de mes y medio la juventud (y la no tan juventud) occidental presenciaría uno de los mayores acontecimientos culturales y por qué no, revolucionarios, ocurridos hasta la fecha. Woodstock estaba a punto de suceder (entre los días 15 y 18 de agosto) y habría de conquistar los corazones y completar los discursos de paz de cientos de miles de personas alrededor del mundo. 

Un festival de tres días de amor, música y paz correteando libres colina abajo por los alrededores de las granjas del estado de Nueva York. Se grabó y fotografió casi al completo. El documental, titulado Woodstock (Michael Wadleigh, 1970), fue nominado a un par de premios Oscar, de los cuales ganó el de mejor documental.

Se difundió y prevaleció, no solo en el recuerdo de aquellos que tuvieron la fortuna de asistir, sino que trascendió generación tras generación hasta el día de hoy, en el que lo seguimos visualizando con una nostalgia casi cómica, ya que no formamos parte de él, aunque él sí que formará parte de todos nosotros por siempre.

El Woodstock de Harlem 

Pero ese mismo año y curiosamente casi un mes antes del Festival de Woodstock, tuvo lugar otra congregación musical de aforo similar y gran éxito popular en el centro neurálgico de la isla de Manhattan. ¿Te suena acaso? Lo más probable es que no. 

Hablamos de Harlem Cultural Festival. Un evento que reunió a varios de los mejores músicos de soul, jazz, gospel y salsa, celebrado a lo largo de los mediodías y las tardes de domingo -como si de acudir a misa se tratase- de finales de junio, julio y principios de agosto en Mount Morris Park, lindando con la 5ª avenida y en pleno corazón de Harlem. ¿Sigue sin sonarte? Continúa leyendo.

Este evento fue grabado por el camarógrafo Hal Tulchin quien, contratado por el Ayuntamiento de la ciudad, se encargó de documentar cada minuto de lo ocurrido durante aquellas tardes estivales, donde el sofocante calor y los decibelios transformaron el barrio neoyorquino en un espacio de paz y música, de unidad, orgullo racial y esperanza para el pueblo afroamericano, quien todavía por aquel entonces luchaba por derechos civiles que hoy consideraríamos básicos. 

Aquel evento llevaba celebrándose durante los dos veranos anteriores, aunque con un carácter de dimensiones considerablemente menores al del año 69. Echemos la vista atrás y recordemos que JFK y Bobby Kennedy habían sido asesinados (en 1963 y 1968), Martin Luther King había sido asesinado apenas un año antes (1968), Malcom X había sido asesinado (1965) y podría seguir con una larga lista de defensores y portavoces de aquellos derechos, que fueron borrados del mapa en un clima político y social irascible y tenso, que iba acompañado de una masacre en Vietnam, los disturbios de Watts en Los Angeles (1965), la carrera espacial y la controversia que arrastraba tal gasto de capital y un sentimiento de hartazgo y revolución que apenas se sostenía por sí solo.

En este contexto, el Harlem Cultural Festival, celebrado entre el 29 de junio y el 24 de agosto, fue algo más que una distracción de verano para las casi 300.000 personas que llegaron a asistir a los conciertos asiduamente. Por entonces, todo aquello era algo bastante inusual en un país que se encontraba a las puertas de una nueva era de eventos de gran magnitud e impacto social. Fue uno de esos acontecimientos culturalmente históricos que marcaron un antes y un después en las vidas de los asistentes, los cuales comprendían todo tipo de edades, rangos sociales y gustos musicales.

Dentro del festival

El festival había sido ideado y llevado a cabo por el músico y funcionario del departamento de parques de Nueva York, Tony Lawrence, quien comenzó con el bosquejo de este sueño musical en 1967. Pero ni este primero, ni el segundo un año más tarde, tuvieron el impacto, el aforo o la presencia de los artistas que acudieron a actuar, como ocurrió en 1969. 

Los nombres que se anunciaban en el cartel aquél primer domingo de inauguración eran artistas como The Fifth Dimension (Aquarius es su canción popularmente más conocida), Abbey Lincoln (Blue Monk) o The Edwin Hawkins Singers (y su famoso Oh Happy Day) y continuaba el domingo siguiente, y el siguiente, y así sucesivamente con la coronada “reina del Gospel”, Mahalia Jackson (Take My Hand, Precious Lord, How I Got Over, etc.), The Staple Singers, el aclamado reverendo Jesse Jackson (marchó con el Dr. King en 1965) & the Operation o la muy querida y respetada cómica Moms Mabley. 

Así como un jovencísimo Stevie Wonder de 19 años, una Gladys Knight & the Pips, quienes anunciaron el alunizaje del hombre en directo seguido de una multitud de abucheos por parte del público (porque, ¿por qué la luna sí y ellos no?), Mongo Santamaría, la gran Nina Simone o el carismático B. B. King, entre otros tantos músicos, artistas, cómicos, poetas y oradores.

Una serie de actuaciones singulares, cargadas de una energía de liberación y protesta tan latente que impresiona verlas. Un clima de desbordante presencia de “black pride” y “black power”, de lucha por la igualdad y los derechos humanos, que en ningún momento se volvió violento y al cual Nina Simone, con una presencia escénica y estilo de una grandísima reina afroamericana, terminó de rematar con una performance de To Be Young, Gifted and Black, tan electrizante que a una se le saltan las lagrimas. 

Estaban gritándole al mundo: somos jóvenes, talentosos y negros. ¡¡¡Saquemos pecho!!! Lo mismo ocurrió cuando recitó los versos del poeta David Nelson, que comenzaban con un desafiante y valiente: “Are you ready black people?” seguido de un ensordecedor “YES!” procedente del público.

Un compendio de actuaciones y discursos que pondrían la carne de gallina a cualquiera con un mínimo de sensibilidad. Si algo destaca en estas grabaciones de un momento tan concreto de la historia afroamericana, es esa energía de paz y esperanza que casi se palpa en un público que todos aquellos domingos eran un poco más libres, más luchadores, más concienciados, más orgullosos de ser quienes eran. Una reafirmación colectiva de lo bello y lo humano.

Recuperando un documental perdido

En definitiva, más de 40 horas de largometraje sin editar que un buen día fueron depositadas en la estantería del sótano de Tulchin en Westchester y allí permanecieron, empolvándose trágicamente, durante cinco décadas. 

A finales de 1969, la televisión local transmitió algunas de las imágenes del festival, pero Tulchin, que había creado derechos de autor en torno a esas imágenes para la producción posterior de una película sobre el festival, no logró venderlo en su totalidad. ¿Acaso no interesaba un evento como este al resto del mundo? ¿Por qué Woodstock sí y Harlem no? ¿Sería por causas raciales? ¿Lo blanco sí y lo negro no? Sea cual sea la respuesta, resulta decepcionante de igual manera.

Años antes de la muerte de Tulchin (en 2017), se volvieron a considerar una serie de ofertas que incluían a personalidades como el documentalista Alex Gibney o el músico Robert Gordon, pero no fue hasta 2020, cuando Amir Thompson, más conocido como Questlove, conocido batería de The Roots y periodista musical, pegó un puñetazo a la mesa y terminó con estas idas y venidas.

¿Y qué hizo? Cogió esas 40 horas, las editó y les dio forma. El primer corte dio un resultado de 3h y 30’, del que hubo que seguir suprimiendo imágenes. Pero el sonido era tan bueno, declaró Questlove, que apenas tuvieron que ajustarlo. Sucesivamente, este corte final se integró con entrevistas a músicos y artistas en general que participaron en el festival aquel año y asistentes del público como el neoyorkino Musa Jackson, que por aquel entonces tenía 3 años y no pudo evitar echarse a llorar al ver por primera vez imágenes de algo que para él casi había sido un sueño, demasiado lucido para ser irreal, pero demasiado hermoso para ser cierto. 

Un acontecimiento histórico guardado en una capsula del tiempo, quedando tan intacto como el primer día y preservado durante 50 años que finalmente, este 16 de julio, ha visto la luz. Bienvenidos al Harlem de 1969.

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