[Americana Film Fest] ‘Strawberry Mansion’: sueño de amor lisérgico

Albert Birney y Kentucker Audley vuelven al Americana con una pieza de ciencia-ficción escapista que remite a los viajes por el subconsciente de Michel Gondry o Charlie Kaufman
Fotograma de 'Strawberry Mansion'
Fotograma de 'Strawberry Mansion'
Cinemanía
Fotograma de 'Strawberry Mansion'

En 2018, la dupla formada por los norteamericanos Kentucker Audley y Albert Birney ya se ganó algunas simpatías en el Americana Film Fest de la mano de Sylvio, su primera realización en común, protagonizada por un atribulado orangután en busca de respuestas existenciales. Similar espíritu fantasioso recorre Strawberry Mansion, su nueva película, un cuento tierno de ciencia-ficción sobre un auditor de sueños cuya rutinaria existencia da un vuelco el día que llama a la puerta de una extravagante anciana. Estamos en el año 2035.

Philip K. Dick ya anticipaba, en su novela Ubik (1969), que podía llegar un día en el que tuviéramos que pagar hasta para abrir la puerta de nuestra vivienda. En dicho orden de cosas, no resultaría en absoluto descabellado, como muestra el filme de Audley y Birney, que también se nos cobre por soñar con ciertos objetos que estén sujetos a impuestos. Y mucho menos todavía que la publicidad, cada vez más insidiosamente presente en nuestras vidas, empiece a campar a sus anchas por nuestros sueños.

No obstante, estas premisas ya ampliamente exploradas por la ficción especulativa de ayer y de hoy son tan solo la llave que permite a los cineastas liberar una creatividad visual que, sustentada por la lógica del sueño, delinea el nacimiento de un amor que quiebra las leyes del tiempo y del espacio. El que Albert Birney provenga del campo de la animación y que Kentucker Audley ande bastante curtido en proyectos colaborativos puede ayudar a explicar la naturaleza ligera e imprevisible de un filme que tiene algo de jardín de infancia onírico o de lienzo en blanco sobre el que los cineastas lanzan cuitas y delirios.

Fotograma de 'Strawberry Mansion'
Fotograma de 'Strawberry Mansion'
Cinemanía

Sus referentes, por otra parte, son bien identificables: inevitable pensar en el Michel Gondry de La ciencia del sueño e incluso de Rebobine, por favor —viva el VHS, siempre—; en los laberintos del subconsciente que gusta de enhebrar Charlie Kaufman o en las ácidas visiones del futuro, aquí más bien suavizadas, de Terry Gilliam. Incluso así, a la película la redime su tamiz lo-fi y un cierto encanto anacrónico: su hermoso póster, que descubrimos cuando el filme se vio en el último Festival de Sitges, ya denota la voluntad de sus autores de firmar un artefacto algo fuera de tiempo.

Puede que el talón de Aquiles de esta película tan sustentada en lo visual sea precisamente el no perder nunca de vista un arco argumental que, aun pesando poco, termina empujando al filme hacia la necesidad de una conclusión que selle el periplo onírico de sus protagonistas. Entre la tentación de la anarquía y la vocación de fábula ci-fi, una fábula amable por más que trate de morder, el filme termina más cerca de la segunda opción.

Dicho esto, lo cierto es que en estos tiempos monopolizados por el ruido, en los que el cáncer de la literalidad y la primacía del contenido sobre la forma ahogan el diálogo alrededor de las imágenes, las pequeñas obras artesanales siempre devienen consuelo y refugio. 

Siguen pronosticando lluvias para este fin de semana, así que buscad Strawberry Mansion en Filmin, dejaros mecer por las texturas sonoras de Dan Deacon, que pone música a la película, y prepararos para un peculiar viaje por el que desfilan personajes como el temible Diablo Azul o una simpática rana que toca el saxofón, tras los cuales se oculta el mismo Albert Birney.

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