30 años de 'El sótano del miedo', la película más personal de Wes Craven

Reivindicamos una de las mejores y más extrañas películas de Wes Craven, creador de 'Pesadilla en Elm Street' y 'Scream'.
Fotograma de 'El sótano del miedo'
Fotograma de 'El sótano del miedo'
Cinemanía
Fotograma de 'El sótano del miedo'

A Wes Craven se le recuerda especialmente por ser el padre de dos de los psycho killers más aterradores e influyentes del terror moderno: Freddy Krueger y Ghostface.

El primero de ellos vio la luz por vez primera en 1984, cuando Craven escribió y dirigió Pesadilla en Elm Street, slasher fundacional junto a Viernes 13 y Halloween. El film, que daba muestra de la poderosa imaginería visual del cineasta, terminaría siendo el germen de una de las franquicias más exitosas de la historia del cine: seis secuelas, un crossover con Jason Vorhees y un remake en 2010 así lo atestiguan.

Doce años después, con el slasher ya en sus últimos estertores, Craven arribaría de nuevo a las salas, esta vez de la mano del guionista Kevin Williamson (Dawson crece), con la perfecta parodia de dicho subgénero; un film que, gracias a su inteligentísimo uso de la distancia irónica, confirmaría –precisamente desde su cuestionamiento– los códigos y las reglas del mismo: Scream (1996). A la película genuina seguirían 3 entregas, todas ellas dirigidas por Craven y escritas por Williamson, en los años 1997, 2000 y 2011.

Más allá de dichas franquicias, poco se habla del resto de la filmografía del director de Ohio, fallecido el pasado 2015. Quienes conozcan un poco más de cerca al cineasta tal vez guarden también en la memoria sus dos primeros films, La última casa a la izquierda y Las colinas tienen ojos, sanguinarias obras de culto de bajísimo presupuesto que fueron actualizadas en los remakes de 2009 y 2006 respectivamente (con escaso éxito en el primer caso; con sumo acierto en el segundo). El resto de sus films han caído en un olvido nada merecido.

Fotograma de 'La casa del sótano'
Fotograma de 'El sótano del miedo'
Cinemanía

Cuando se cumplen 30 años de El sótano del miedo (The People Under The Stairs, 1991), en Cinemanía revindicamos la que, sin lugar a dudas, es la joya oculta de la obra de Craven; una filmografía que, si bien adolece de una evidente irregularidad, es sin lugar a dudas una de las más coherentes, interesantes y atrevidas del cine de terror contemporáneo.

Craven juega a dinamitar los géneros

En el año 1991 Wes Craven contaba cincuenta y dos años. El cineasta, para entonces tan experimentado detrás de las cámaras como reputado en el mundo entero por sus incuestionables aportaciones al cine de género, ya había tenido tiempo para conocer de primera mano el éxito y el fracaso, alcanzando el aplauso de la crítica con films como Pesadilla en Elm Street (1984) o La serpiente y el arco iris (1988) y sufriendo los terribles batacazos de obras menores como Amiga mortal (1986) o Shocker, 100.000 voltios de terror (1989).

Con nueve largometrajes para cine y cuatro para la pequeña pantalla a sus espaldas –además de tres episodios de la serie Más allá de los límites de la realidad–, Craven filmaría entonces una auténtica rara avis dentro del cine de terror; sin lugar a dudas, su película más extraña y sorprendente hasta la fecha, y una de las más injustamente olvidadas de su carrera.

Todo comenzaría escasos años atrás, cuando, en 1987, Craven fue despedido como director del proyecto que pretendía adaptar la novela de 1979 Flores en el ático, clásico gótico firmado por W. C. Andrews. Los productores de la adaptación, temerosos de que Craven sacase a relucir el lado más oscuro y violento del texto genuino, terminaron por hacer a un lado al cineasta, situando en su lugar al director Jeffrey Bloom. Craven, molesto por el despido, comenzó a urdir en su cabeza una historia que, a pesar de la diferencia tonal, guardaba multitud de elementos en común con la novela de Andrews –niños protagonistas, problemas de incesto y una enorme y tétrica mansión, entre otros recursos–.

El sótano del miedo narra la historia de Fool (“Tonto” en la traducción al español), un niño afroamericano de trece años que vive junto a su madre y su hermana en un cochambroso edificio de un ghetto en los Estados Unidos. Con su madre enferma e incapaz de hacer frente al pago del alquiler, la familia se verá abocada al desahucio en apenas unos días si no logran reunir el dinero necesario para ponerle freno. Es entonces cuando Leroy (un joven m), delincuente del barrio, ofrece a Fool una posible solución: robar las monedas de oro que supuestamente esconden sus arrendadores, los Robeson, en la singular y desvencijada mansión en la que viven.

Fotograma de 'La casa del sótano'
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Conviene no contar mucho más, por respeto a aquellos que aún tengan la suerte de no haberla visto –y puedan, por tanto, disfrutarla hoy por primera vez–. Y es que la principal de las virtudes de éste, el décimo film para la gran pantalla de Craven, reside precisamente en su capacidad sorpresiva, sustentada no tanto en lo impredecible de su guion –que también– como en la inteligente fusión de géneros que articula el director a lo largo de todo el metraje.

Entre Solo en Casa y La matanza de Texas

El sótano del miedo permite comprobar que, algunos años antes de La nueva pesadilla de Wes Craven (1994) y Scream (1996), Craven ya apuntaba maneras con respecto a sus inteligentes juegos metalingüísticos, en este caso mediante la deconstrucción de los géneros que habían coronado la cartelera en la década de los 80. Así, lo que comienza como un thriller de suspense pronto adquiere el tono de un film de aventuras familiar al más puro estilo de Los Goonies (1985) o Solo en Casa (1990) para, instantes después, tornarse en una sádica pesadilla gore que fácilmente podría recordar a La matanza de Texas (1974).

Esta disolución genérica que orquesta Craven enfrenta constantemente al espectador a la necesidad de replantearse lo visto hasta el momento, pues los códigos que habitualmente articulan el terror, la comedia familiar o el relato de aventuras se hibridan y desdibujan a cada momento. Sin embargo, esta autoconsciencia de la que hace gala la película, lejos de terminar por anquilosarla, la convierte en un pasatiempo si cabe aún más divertido: la mansión en la que viven los Robeson, repleta de trampillas, puertas ocultas y estancias secretas que pondrán una y otra vez al joven Fool contra las cuerdas, convierten la hora y media que dura El sótano del miedo en una experiencia semejante a recorrer una de esas viejas casas del terror tan propias de las ferias y los parques de atracciones.

Un tono entre delirante y surrealista que, por su originalidad y rupturismo, fue para muchos motivo de rechazo en el momento de su estreno, y es que la perversión enfermiza de determinadas secuencias resulta doblemente impactante ante la ligereza casi infantil de muchas otras, todo ello unido al negrísimo y muy cínico sentido del humor de recorre toda la cinta. Quizá de esta singularidad, propensa en ocasiones a confusión, provenga la triste caída en el olvido de una joya reivindicable.

Una sátira con muy mala leche

Pero El sótano del miedo es mucho más que un experimento bizarro y transgresor –y altamente entretenido–: se trata del film de Craven que destila una mayor carga ideológica, funcionando como una inteligente sátira social en plena era post-Reagan que sitúa el racismo y la lucha proletaria en el centro de su discurso.

Fotograma de 'La casa del sótano'
Fotograma de 'El sótano del miedo'
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Los Robeson, interpretados por Wendy Robie y Everett McGill (los inolvidables Ed y Nadine de Twin Peaks), son dos burgueses pudientes y avaros, fanáticos religiosos y dueños de numerosos inmuebles por todo el ghetto. Encerrados en un viejo caserón fortificado en el que jamás permiten entrar a nadie (mostrando especial rechazo hacia los negros), la pareja mantiene aterrado a todo el barrio, especulando con las viviendas y desahuciando a la primera de cambio a todo aquel que no puede afrontar la subida abusiva de los alquileres.

Fool, un chiquillo afroamericano de origen humilde, se encargará de poner las cosas en su sitio, atentando contra la hipocresía y la doble moral de un matrimonio que confía ciegamente en su superioridad apelando al supuesto status social que Dios ha tenido a bien concederles.

Pasados treinta años de su estreno, El sótano del miedo continúa siendo uno de los films de terror más extraños y políticamente incorrectos jamás filmados. Reivindicarlo es un deber para todo aficionado al género.

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