Sitges 2022 | 'Mantícora': encontrarás monstruos en la turbadora obra maestra de Carlos Vermut

El director de 'Magical Girl' eleva al máximo su depuración formal y gestión de la incomodidad con una tragedia oscura.
Mantícora
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Cinemanía
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Hasta que Mantícora llegue a las salas de cine (el próximo 9 de diciembre) puede resultar complicado hablar de ella sin correr el riesgo de condicionar la experiencia de los espectadores siquiera enunciando la temática con la que lidia de forma brillante y madura el cuarto largo de Carlos Vermut. Un peliagudo retrato de personaje que lidia con el tabú y el horror ante la negrura de la propia alma en su película más depurada y atrevida hasta la fecha.

No obstante, ya que desde siempre el terreno del director madrileño ha sido el del gran cine de las palabras, las imágenes y los gestos, se puede argumentar que conocer la perturbación que estalla en el protagonista Julián (soberbio Nacho Sánchez) tras intervenir en el rescate de un incendio en un piso vecino no restaría nada a la experiencia de incomodidad máxima que supone el desarrollo del filme.

Igual que en Magical Girl (2014) recurría al fuera de campo para que cada espectador lidiara en los confines de su depravada imaginación con lo que le ocurría al personaje de Bárbara Lennie dentro de aquella habitación, aquí emplea el off visual de unas gafas de realidad virtual para (no) mostrar cómo este modelador 3D de videojuegos desfoga las llamas de deseo sexual que queman por dentro su moralidad en brasas de lucha interior y ataques de pánico.

Vermut parece más consciente que nunca de lo que enseña y lo que deja fuera de encuadres muy comedidos. Hay una sobriedad exquisita, cero música extradiegética (muy punzantes silencios) y mucha cámara fija en torno a mesas de trabajo, bares y comedores, espacios fotografiados con naturalismo por Alana Mejía González y recortados por el montaje lleno de cadencias melódicas de Emma Tusell. Allí tienen lugar los diálogos más lacónicos y apagados que se han escrito para lo que debería ser la bonita gestación de una historia de amor que, en cambio, los espectadores vemos, entre el pavor y la ansiedad, germinar en una tierra tóxica que no augura ningún futuro bueno.

Lo que crece entre Julián y la magnética Diana (una revelación llamada Zoe Stein), subversión de la manic pixie dream girl de cabello corto que baila descalza en las discotecas, lleva a altos extremos de incomodidad la manipulación instrumental del otro. Aun así, es imposible ver sin tener el corazón en un puño ese pequeño deambular de la película por escenas de costumbrismo afectivo madrileño que no desentonarían en una película de Jonás Trueba si no fuera por su trasfondo perverso.

Porque aunque Mantícora contiene una retorcidisíma vuelta de tuerca a la romántica reconstrucción de fantasmas de Vértigo (visita a museo incluida: no por nada la sala de las pinturas negras de Goya, donde se construye en profundidad el segundo plano más punzante de la película; el primero llega muchos minutos después, cuando un personaje fuerza la abstracción completa de su cuerpo en una masa amorfa de culpa y llanto) y una conclusión que pondría los pelos de punta a la pareja de El hilo invisible, no quiere que la negrura de su tragedia lo devore todo.

En algún momento, la película llega a creer, igual que el protagonista, que la felicidad es posible y las bestias devoradoras pueden ser desterradas. El devenir de los acontecimientos es más sombrío. Vermut lo relata de manera inflexible y, de nuevo, depurada con tremenda maestría armonizando todos los elementos creativos: del montaje –elipsis pacíficas hasta llegar a un plano secuencia 'rumano'– al diseño de vestuario –los cambios en la ropa de Diana– y la tensión insoportable la empatía. 

Finalmente, esta firme candidata a ser la mejor película española menos fácil de recomendar en un año proclive a la sobredimensión elogiosa de nuestro cine, no escabulle la desembocadura en una imagen de sublime ambigüedad entre la condena y la clemencia. La tempestad y la gracia. Para asomarnos a ese abismo escribía Dostoievski, distorsionaba sus pinceladas Goya o hace películas Vermut.

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