[SEFF 2021] ‘París, distrito 13’: el amor líquido según Jacques Audiard

El director de ‘Un profeta’ aborda los amoríos ‘millennial’ en un vibrante retrato en blanco y negro basado en tres cómics de Adrian Tomine.
Fotograma de 'París, distrito 13'
Fotograma de 'París, distrito 13'
Fotograma de 'París, distrito 13'

Desconocemos cuál de los tres relatos que se entrecruzan en París, distrito 13 es heredero de la escritura de Céline Sciamma, de Léa Mysius o del propio Jacques Audiard –su trío de guionistas–, pero lo que sabemos con certeza es que el director de Un profeta y Los hermanos Sisters ha cambiado las tornas para ejercer de acróbata sentimental en este relato sobre amoríos millennial basado en tres cómics de Adrian Tomine que ha inaugurado el 18º Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF).

Al distrito 13 de París Léo Malet consagró una de sus mejores novelas noir, Niebla sobre el puente de Tolbiac, con el socarrón Nestor Burma investigando fantasmas del pasado entre las ruinas de la posguerra. En esa obra, el distrito 13 era uno de los márgenes urbanos, pero hoy, más de 65 años después, el barrio sigue creciendo en vertical para acoger a la sociedad diversa del siglo XXI: multicultural, vibrante, acelerada.

Así lo retrata Audiard, otro estupendo narrador noir –y hasta aquí las similitudes con el genio literario del policíaco–, que vivió en el barrio de Les Olympiades, en el distrito 13, durante un tiempo, y conoce bien el tejido que lo compone. Por ello, hay una emoción cálida y orgánica en el blanco y negro en que están filmados los geométricos espacios de la cinta. Más allá de esa apariencia de colmena desangelada y de la densidad de sus formas, el cineasta nos dice que en esas estancias hay amor, deseo e incluso comedia.

Así las cosas, la mirada del francés abandona cualquier tipo de doblez para presentarnos a cuatro personajes en busca de amor: Lucie, un joven de segunda generación de inmigración china que trabaja en un call center a pesar de su titulación universitaria; Camille, un joven profesor negro que aspira a doctorarse pero sus dudas sobre el sistema francés le llevan a trabajar en una inmobiliaria; Nora, una chica de ‘provincias’ con un pasado amoroso inquietante; y Amber, una girl cam que inicia una relación virtual con Nora.

Ligados por la pasión y el rechazo, a Audiard le interesa observar cómo son las formas del discurso amoroso de los millennial en tanto formas que pasan por el cuerpo y la imagen antes que por la palabra y en tanto que tabla de salvación de un presente que parece no ofrecerles las oportunidades de crecimiento personal a las que aspiran. La película se fija en el deseo de estos desclasados, como si sus pulsiones sexuales y románticas equilibraran una resignación a no llegar a ser más.

Aparte de las relaciones intertextuales que la película establece con la estética del cómic – destacan no pocas imágenes semejantes a la idea de viñeta– París, distrito 13 traslada a su propuesta de manera poderosa la ya manida idea de lo líquido asociada a la cultura post-postmoderna mediante un fabuloso montaje que, más que encabalgar secuencias, hace que fluyan con una organicidad pasmosa. El trabajo de Juliette Welfing es magnífico, en este sentido.

Porque es en esa textura, en el acercamiento de la cámara al fervor sexual de sus personajes, en su sensual y virtual retrato de los fantasmas del amor, donde verdaderamente la película sobresale. En París, distrito 13, todo se escurre y, como sucede con la juventud, sin saber muy bien hacia donde encaminarse. 

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