San Sebastián 2022 | Todos arriba: Hong Sang-soo hace otra de las suyas en 'Walk Up'

El infalible director coreano prescinde de sus habituales zooms mientras sigue haciendo el mejor cine de sobremesa. 
Walk Up
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Cinemanía
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En una época en la que todos los directores de renombre del cine internacional –de Steven Spielberg a Richard Linklater, de James Grey a Joanna Hogg– están empeñados en girar la cámara hacia episodios de su vida, ya sea relatando su infancia mediante aparatosas memorias blanquinegras como Alfonso Cuarón o Kenneth Branagh o desnudando sus miedos e inseguridades artísticas como Pedro Almodóvar, es cada vez más pertinente el tipo de autorretrato que Hong Sang-soo lleva tiempo perfilando en su prolífica obra cinematográfica.

Sin estridencias, sin gestos que no venden su grandeza antes de producirse. Las películas tangencialmente autobiográficas de Hong son tan distintas al panorama general como el resto de elementos estéticos y narrativos que animan su cine, sometido desde hace años a un progresivo proceso de depuración formal y financiera (presupuestos mínimos para rodajes frugales con un equipo técnico esquelético) que ha contribuido a que cada vez se sientan como producciones más íntimas y familiares.

Walk Up, con la que compite por la Concha de Oro en San Sebastián, es su segundo trabajo de 2022; en febrero ganó el Gran Premio del Jurado en Berlín por la anterior The Novelist's Film. Si aquella era una hermosa parábola sobre la creación artística con Kim Min-hee en el centro (qué final, qué declaración de amor al cine, a la chica que te gusta y a todo lo bello), en este caso estaríamos ante una pieza complementaria más centrada en una perspectiva masculina sobre cuestiones cercanas. No es la primera vez que el coreano practica este juego de puntos de vista, similar al diálogo que se establecía entre Sola en la playa de noche y The Day After. 

Kwon Hae-hyo, el actor que quizás más y mejor ha interpretado un evidente alter ego de Hong en sus películas –inolvidable la catarsis mimética en The Day After–, de nuevo encarna el papel de un director de cine al que es fácil asignar similitudes con el autor del filme. Este hombre de contagioso optimismo acude de visita con su hija a la casa taller de una antigua amiga (Lee Hye-yeong, recuperada por tercera vez consecutiva tras Delante de ti y The Novelist's Film), diseñadora de interiores y propietaria del edificio cuyos pisos alquila.

Una vez allí, por supuesto la acción se estructura en torno a largas conversaciones donde las botellas de vino ejercen de signos de puntuación. La habilidad de Hong para este tipo de escenas dialogadas en plano fijo, donde cada espectador tiene reservado un cómodo lugar de observación desde el que atender a lo que dicen los personajes con sus palabras, modulaciones de voz y gestos, es el mayor pilar sobre el que ha edificado su filmografía. El auténtico buen cine de sobremesa.

Eso sí, los seguidores del coreano notarán en Walk Up una ausencia llamativa: no hay ni un solo zoom, el recurso visual que Hong había convertido en santo y seña desde Tale of Cinema (2005). Un cambio que quizás tenga que ver con la incorporación de Kim Min-hee como directora de foto (su crédito junto al de producción en esta película); también podemos elucubrar si estará detrás del asombroso plano inclinado (casi holandés) propiciado por la estrechez de la escalera que recorre el edificio de arriba abajo cuando los personajes aguardan para acceder al ático.

Walk Up
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Walk Up es una película sobre arquitectura y uso de espacios. Toda la acción se desarrolla en el exterior y las distintas plantas de este peculiar inmueble sin ascensor, cuyas escaleras sirven de punto de encuentro y observación. Hong, ya perceptiblemente preocupado por la cuestión inmobiliaria en Delante de ti, articula los numerosos saltos temporales de la narración a partir de los apartamentos del edificio, en los que entramos después de elipsis generosas marcadas por una melodía minimalista compuesta por el propio director con su guitarra.

Así, con una progresión adictivamente misteriosa (que te obliga a resituarte cada cierto tiempo dentro de la narración) reminiscente de títulos como Lo tuyo y tú o La cámara de Claire más que de su obra inmediatamente anterior, Walk Up va cambiando sus coordenadas. La historia del padre y la hija puede evolucionar sacando la segunda de la ecuación y cambiándola por el romance entre el director y la dueña del restaurante que hay en el mismo edificio; o saltando de ahí hasta el momento de su ruptura y vuelta a empezar.

Un pequeño microcosmos vecinal que alberga su propio multiverso cuando las apetencias de una misma persona (o no exactamente la misma) cambian y pasa de los platos vegetarianos regados con vino tinto a la carne roja marinada con soju. O pasa de desplegar maniobras de seducción a darse cuenta de que en ciertos momentos necesita más estar solo que recibir elogios.

No hay cineasta actual que plantee cuestiones profundas, incómodas e incluso dolorosas de manera más sincera y sencilla. Con la musicalidad de sus diálogos y la nobleza de su mirada. Por eso adoramos tanto a Hong y seguiremos viniéndonos arriba con su cine.

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